El vuelo del dragón

552 80 4
                                    

El ataque fue sorpresivo, pero todos hábiles soldados de forma rápida tomaron sus armas, sus cotas de mallas, cascos y escudos.
Gibrain tomó a Iriender, quien aún estaba debilitado, -¡nos atacan!, Gritó Gibrain mientras se colocaba la cota de malla, amarró su espada y puso el casco en su cabeza, Iriender se vistió de igual manera, aunque su cuerpo se sentía débil agradeció haber comido algo, rápido las tropas se formaron.
Gibrain vio a Angus dar instrucciones a algunos soldados para proteger a los rehenes, los rostros de aquellos chiquillos delataban su terror y su falta de comprensión ante lo que sucedía, los dragones fueron soltados, y Gibrain ordenó que preparen su montura para volar a Calamity.
Iriender montó a polemistis su caballo y galopó junto a Gibrain.
El joven príncipe era la epítome de un caballero de brillante armadura, gallardo y seguro.
La visera del casco estaba levantada, así que Gibrain vio la determinación en los ojos de Iriender, montaré a Calamity la firme mano de Gibrain acariciaba el puntiagudo hocico del dragón rojo, Iriender sintió la felicidad de los dragones, sus cálidos alientos, estos al ver al joven príncipe rugieron y lanzaron sus llamas al cielo, Gibrain sorprendido miraba la escena, los dragones nunca se habían comportado de esa manera, Iriender era un jinete enlazado, un mago un canal existente de magia, un descendiente de hadas muy fuerte y los dragones lo reconocían.
Los aires se estremecieron cuando unos gritos y una sombra oscureció el recién empezado día, un enorme dragón dorado aleteaba en el aire, -¡Tine!, gritó Iriender, los demás dragones se postraron ante el enorme dragón dorado mientras este descendió lejos, Iriender empezó a galopar pero Gibrain lo llamó con todas sus fuerzas, asustado y desconfiado del hermoso dragón al cual nunca había visto, ambos hombres se miraron en silencio y fue el rey dragón quien encontró las respuestas en aquellos amables ojos, su agarre se aflojó, su garganta se cerró, deseaba decir palabras que jamás había dicho a alguien, deseaba implorar perdón, deseaba ser digno para alguien por una vez en su vida, pero en cambio sus ojos solo siguieron al delgado hombre que galopaba hasta quedar cerca del majestuoso dragón. Un dragón dorado que solamente podía ser montado por un canal poderoso, un dragón dorado que estaba enlazado por siempre a su jinete.
Iriender de inmediato reconoció a su amigo y le dedicó una sonrisa al hermoso dragón que lo miraba fijamente.

-Nos volvemos a ver, hijo de Alana de Leporen, Iriender bajó del caballo y corrió a abrazar a Tine, el dragón quiso cubrir con sus alas a su jinete.
-¡Nos atacan Tine!, el dragón dejó salir una débil fumarola como señal de afirmación, -tu misión es ahora, para esto has sido preservado. Los dragones morimos cazados por reyes déspotas e ignorantes que creyeron que éramos una amenaza, somos muy pocos los que quedamos, y mucho a ayudado el rey dragón a protegernos, se ha ganado nuestro respeto y estamos agradecidos con su acción, pero no le debemos lealtad más que a los canales de magia y a los jinetes enlazados.
Iriender miró a lo alto, para observar a Tine, -¿de qué misión hablas?, el dragón bufo y batió ligeramente las alas, -tu misión es restaurar los canales de magia y junto con un aliado es protegernos. Yo a cambio te llevaré por los aires y pelearemos desde ahí y seguiré cada una de tus órdenes.
Iriender miró a los dragones que estaban sueltos ya, batiendo sus alas, como si esperaran alguna señal.
-Usa tus habilidades para salvar a tu pueblo, usa tu conocimiento para poder restaurar el reino en donde naciste y al final... Tu nombre será recordado, Iriender de Leporen, el hijo de hada que sobrevivió para salvarnos. Cuando tu nombre sea invocado por los magos, tus enemigos temblarán. No existe espada que pueda arrebatar lo que es tuyo, pero tu corazón será puesto a prueba. A no juzgar sin entendimiento debes aprender.
Los gritos lejanos se escucharon, los escudos siendo golpeados para intimidar al enemigo se acercaban, entonces la primera lluvia de flechas llegó.

Gibrain subió sobre su dragón, al cual acarició para tranquilizarlo. -¡Angus, enfilen y cubran con los escudos a los soldados!, los dragones volarán conmigo y con el príncipe Iriender.
Angus azuzó su caballo y gritó órdenes.
A lo lejos vinieron un grupo de soldados galopando, el estandarte del rey dragón ondeaba, era su gente, pero sorprendentemente otro batallón de soldados tomó el estandarte de Leporem.
Un jinete llegó cabalgando a gran velocidad, trayendo noticias.
-¡Mi señor, nos ataca el rey Gideon Marts!, Gibrain fruncido el ceño, no entendía el motivo de aquel artero ataque, -protejan la zona, estamos en camino.
Una vez sobre su dragón Gibrain planeó un poco con Calamity hasta quedar cerca de Iriender que sin montura subió al lomo del hermoso y gran dragón dorado el cual miraba de forma intensa a Gibrain.
El rey dragón estaba maravillado, nunca había visto un dragón como aquel. -¿Puedo?, Gibrain preguntó a Iriender, pero en realidad quería el permiso del dragón para planear juntos, -Tine accede y agradece tu protección, Iriender lucía radiante mientras transmitía la aprobación del dragón, ya no parecía ese muchacho frío, ahora era el gran mago con armadura de caballero y mirada de niño.
Gibrain sonrió de lado con amabilidad, sus ojos observaban absortos aquella piel iridiscente y dorada, pero también querían guardar la visión del hermoso y poderoso joven, si en la batalla perdía la vida, esa imagen quería que le acompañe en su camino al abismo.

Las cornetas sonaron y los escudos del ejército de Devasting sonaron, los soldados de Gibrain, acostumbrados ya, sabían que los dragones eran aliados, esta vez no se asustaron tanto cuando los enormes animales rugieron por segunda vez.
Tine fue el primero en remontar el vuelo.
Iriender nunca se sintió más libre.
Gibrain siguió al hermoso dragón, Calamity dócil llamó a los demás dragones que enfilados les siguieron hasta dar con el ejército enemigo.
Iriender reconoció el estandarte de Saris, -es el rey Gideon, dijo Iriender a Tine, este batió un poco las alas, -viene a buscarte, concéntrate y aún en la lejanía podrás sentir sus emociones, Iriender se mantuvo quieto, en la posición de galope, y sintió...
El terror, la ira, la locura en una maraña confusa que cerró toda razón coherente.
-Nosotros los dragones no atacaremos al rey, Iriender, esta es tu batalla, ganate el honor de ser llamado digno, ganate el honor de que las hadas digan tu nombre.
Iriender movió de lado su cuerpo, Gibrain y los dragones que le seguían de cerca, imitaron el movimiento, una vez a ras del suelo, el príncipe palmeó el cuello de su dragón y antes de alejarse el príncipe gritó, -¡te veré aquí o en borde del abismo!.
Iriender saltó al suelo con su espada bastarda en la mano. Gibrain miró al hermoso dragón dorado y este solamente movió la enorme cabeza asintiendo, mientras observaba a Iriender golpear con su espada a sus soldados que dudosos le querían atacar.


Iriender esquivaba lo mejor que podía a cada soldado, no dejando en duda su agilidad y su destreza en el manejo de armas.

En un hermoso caballo observó a su padre, que cuando lo vio hizo dos cosas, levantó la mano en la cual traía la cabeza cercenada de Víctor Calmes, y dio la señal para que otros soldados lancen pesados arpones para lastimar a los dragones, -¡Vayanse, protege a los dragones Tine!, el dragón sin cuestionar obedeció a su jinete, mientras este con mirada furiosa iba tras su padre.
Esta era su batalla.

Cuando las hadas digan mi nombreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora