JON
PISTA 13. DROP THE GAME - FLUME & CHET FAKER
Cuatro respiraciones. Cuatro respiraciones y una bocanada de aire; larga inspiración con los labios entreabiertos.
Hemorragia cerebral.
Heroína en exceso diluida en sangre.
Vista perdida, centrada en la nada.
Por un momento creí que me había visto, que escuchaba las palabras que Hans murmuraba en tono quedo, furioso, pero tratando de sonar amigable, como si una reprimenda amistosa le fuese a devolver con nosotros, al aquí y ahora.
Telmo esperaba en el pasillo y Megumi me agarraba la mano con fuerza. Era nuestro pilar, nuestro cerebro incansable. Mientras Hans era fortaleza y decisión, ella era la cordura personificada. Y yo estaba hecho un flan por dentro, esperando que aquellos estertores finales llegaran de una vez, antes de que nos echaran a patadas y nuestro amigo muriera solo.
Morir.
¿Cómo habíamos llegado a eso? ¿Cómo podíamos no haberlo visto venir? O, mejor dicho, ¿cómo no habíamos reaccionado antes?
Fred, siempre discreto, un tanto cabizbajo y taciturno. Siempre con una broma en la punta de la lengua y alguna recomendación sobre algo. Fred y sus camisetas de superhéroes. Fred y su piel pálida y pecosa empezando a ser traslúcida. Podía ver el moratón en su brazo, allí donde se había pinchado repetidamente. Solo con volver a dirigir la mirada a ese punto se me encogió el corazón y no pude contener la arcada. Salí escopetado hacia la papelera que había junto a la cama y arrojé lo poco que quedaba en el estómago mientras las lágrimas ardían en mis ojos. Megumi me alcanzó un poco de papel, me limpié y alejé la papelera todo lo posible; luego regresé junto a ellos tratando de mantener la compostura.
—Está hecho polvo... —anunció Hans como si tal cosa tras desistir en su monólogo—. Tuvo que ser un golpe fuerte.
El rostro de Fred estaba todo magullado, enrojecido e hinchado a causa del golpe, se había roto dos costillas y un brazo. Y si eso no era suficiente, verle luchar por una sobredosis... Ni los médicos sabían como había aguantado tanto, lo que sí sabían es que de esta no iba a salir. Tenía veintiséis años y una condena a muerte inminente en una habitación de hospital aséptica y rodeado de la poca gente que le quedaba. Gente que lo conocía desde hacía tres años pero que lo había querido incondicionalmente. Esperaba que eso fuera suficiente, que, si podía sentirnos, vernos u oírnos, agradeciera nuestra compañía, por muy mala que fuera en aquel momento.
—Freddy... ¿Qué vamos a hacer sin ti? Te necesitamos, te queremos mucho —murmuró Megumi, aproximándose a él y acariciando su mano, que reposaba a un costado de su cuerpo—. Si nos hubieras buscado, si te hubieras venido conmigo al cine en vez de... —Se le quebró la voz y Hans la hizo retroceder, soltando la mano de Fred.
Éste pareció moverse, como en un reflejo, bajo su contacto y la repentina ausencia. Su mano se elevó ligeramente y los dedos se flexionaron de manera casi imperceptible. Todos contuvimos el aliento a la espera de una mejora milagrosa y un comentario ácido por su parte.
No hubo nada.
A los pocos segundos una máquina empezó a pitar, sus pulsaciones estaban cayendo cada vez más. Volvió a tomar aire, su pecho a penas se elevó en el proceso con un sonido ronco, como una máquina mal engrasada que rugía, chirriaba y se atascaba cada vez que trataba de ponerse en marcha. Intercambiamos una mirada nerviosa, no vino ninguna enfermera, la máquina siguió pitando de fondo.
Otra respiración superficial. Más ligera, sin tanto ruido preocupante. Pulsaciones más bajas... Casi había terminado.
De fondo la máquina seguía pitando desesperada. No supe qué hacer, Hans y Megumi se acercaron más a mí y contemplamos el cuerpo retorcido y amoratado de Fred, con el cabello fosco revuelto y deslucido, más castaño que rojizo. Su piel estaba adquiriendo un tono amarillento y no pude apartar la vista de sus ojos nublados pese a querer salir de allí y no ser testigo de lo que estaba sucediendo en ese mismo momento.
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El día que te olvide 2 © ✓
Lãng mạnDafne se muda con su nueva pareja a Estados Unidos. Allí espera empezar una nueva vida, terminar sus estudios, trabajar y por fin ser feliz. Pero tiene un miedo inconfesable....¿Y si se cruza con Jon? Sabe que no le quiere, que en realidad lo suyo n...