Capítulo 14: Silencio

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DAFNE

PISTA 14. SOLARIS - LEIVA

El silencio tiene algo especial, hay gente que dice que representa la nada o el vacío, para mi eso es el ruido, el verse sola en mitad de un lugar hostil. Pero el silencio... el silencio es paz, calma, una tregua a la vida.

Siempre me ha parecido el momento perfecto para pensar, si consigues unos minutos de absoluta quietud el mundo te está dando la oportunidad de pensar algo, de tomar una decisión. Y eso estaba ocurriendo. Lota y yo nos habíamos quedado solas en casa, Diego se había ido pronto a trabajar y ambas nos habíamos sentado en el sofá con una taza de café sin siquiera intercambiar un pobre "buenos días". No hacía falta. Lota me miraba por encima de su humeante taza y yo escuchaba un alto y claro "¿Qué diantres fue lo de anoche?".

—Creo que voy a llamar a Hans. No sé nada de él desde lo de anoche y no quiero líos. —Rompió el silencio para decirme que no quería una pelea como la mía con Diego, no quería dudas ni celos.

—Me parece bien. ¿Se lo vas a contar?

—Sí. —asintió con lentitud, inclinando la cabeza hacia un lado con gesto pensativo—. Sé que es pronto aún, pero no quiero que se nos haga tarde. Si decidimos que no es buen momento o él no quiere... Tendré que hacer algo.

—Tendréis. —corregí dejando la taza sobre la mesa de centro y apartándole el pelo a un lado mientras ella se quedaba muy quieta. Tomé su rostro entre mis manos y con una leve sonrisa repetí lo dicho—. Tendréis que hacer algo. Es tu cuerpo, tú tienes la última palabra, pero él tiene derecho a decidir contigo. Es su hijo, sí, pero también su carga. Si decidís no seguir adelante que dé la cara y te acompañe paso a paso, y si tú lo quieres tener que se haga responsable también ¿sí? ¿Me prometes no alejarle?

Lota asintió y yo le planté un beso en la frente antes de coger mi taza y darle un largo trago. El silencio volvió a pender sobre nosotras por largo rato, cada una ensimismada en sus cosas.

—Lo de anoche... —Lota habló con duda, sin tener claro si debía o no opinar.

—¿Sí?

—¿Estás bien? —me encogí de hombros—. No quiero meterme y sabes que Diego me cae bien, desde hace tiempo lo hace, pero...

—No estuvo bien. Lo sé.

—Es un poco tóxico, ¿no te parece? — esbozó una mueca. Estaba tratando de tener tacto y eso que seguramente no había escuchado casi nada.

—Creo que tiene miedo, que, como tu dijiste, ve a Jon como una amenaza. Desde que nos hemos mudado parece estar celoso de cualquier hombre que me mire, pero todos tenemos derecho a sentirnos inseguros. Eso no lo hace malo, ni convierte lo que tenemos que algo tóxico. —Traté de hacerle ver lo que yo veía: el amor, la confianza, la comodidad. Pero por la cara que me puso supe que ella era escéptica en cuanto a mi relación—. Sé que hay veces que dice y hace cosas que no debería, yo soy la primera que se enfada con él cada vez que trata de salirse con la suya cuando no tiene razón. Pero...

—Pero siempre le perdonas.

—¿Qué remedio?

—Hmmm... Bueno —Se levantó del sofá y fue a la cocina a dejar el tazón mientras hablaba—, voy a llamar a Hans y luego creo que voy a salir a dar una vuelta. ¿Quieres acompañarme? —cambió de tema de forma radical.

Estaba evitando pelear conmigo. No quería decirme lo que de verdad pensaba y eso me hizo dudar de todo un poco más. ¿Tan mal se veían las cosas desde fuera? ¿Tan poco daba la gente por mi relación con Diego? ¿Yo parecía tan débil?

El día que te olvide 2 © ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora