Capítulo 11: Muerte a la estrella

70 10 2
                                    

JON

PISTA 11. I LOST A FRIEND - FINNEAS

Somos como dos estrellas fulgurantes en medio del espacio, somos dos meteoritos a punto de colisionar, somos... Somos un par de niñatos con pocas ganas de madurar.

Esa era mi conclusión.

Me estrellaba o implosiona. O le rompía la cara a alguien.

Y no me gustaba ninguna opción. Así que mejor seguir siendo un poco masoquista y un niñato, aunque pareciera infantil. Aquella elección, en ningún caso, me conducía a la cárcel ni a acabar hecho una mierda. Por eso dije lo que dije, por eso decidí que era buena idea luchar contra lo inevitable y perseguir la estela de mi otra estrella, igual que Hans, porque la corriente, unida a la gravedad, la alejaba de mí, la sacaba de mi órbita y la llevaba a un mundo lejos de mi alcance.

Y así estaba, fuera de mi alcance, fuera de todo lo ahora conocido; mientras yo me convertía en lo que los demás querían, en el centro del universo de alguien desconocido mientras me paseaba de restaurante en restaurante, de evento en evento, del brazo de Heather. Eclipsado por su belleza, por su labia y el séquito que la conducía a todas partes; tal y como me habían acompañado a mí esa misma mañana, en un coche blindado y con ventanillas tintadas, de mi hotel al reservado de un exclusivo restaurante, haciéndome la estrella. Pero ahora... ahora, ya con la noche en ciernes, volvía a ser el siempre. Jon a secas. La sombra de la estrella, el que buscaba a su otra mitad, la que vagaba a la deriva por el espacio de Los Ángeles, surfeando en las olas de un tal Diego, el mayor agujero negro que había conocido.

Y mientras yo elegía con cuidado las metáforas, perdiendo el tiempo, garabateando en un cuaderno las mil ideas que me sobrevenían para una nueva canción, y los chicos pululaban a mi alrededor, estalló el caos: la supernova fruto de la tecnología y las inseguridades mezcladas con anhelos.

—No pienso ir de fiesta con ellos.

—Pues yo quiero ver a Lota, tengo la sensación de que me está evitando. —alegó categóricamente Hans.

—Ni siquiera nos han invitado, ¿por qué discutimos esto? —renegó de nuevo mi hermano.

—¿Y si llamo a Heather? —sugerí ignorando a Telmo, prosiguiendo con mi diatriba mientras trataba de encontrar en mi interior la excusa perfecta para plantarme en el bar, que ni sabía dónde estaba, y hacerme el encontradizo, aunque no quisiera ver a Diego.

—¡Dios eso sería impresionante! ¿Te imaginas aparecer allí con ella? ¡Qué cara se les quedaría! —exclamó Hans dejando de lado sus movidas.

—¡Pero que habéis visto un video en Instagram, por favor! ¿Cómo esperáis encontrarles? ¿Y tú no decías que no querías ir de fiesta con ellos?

—Y no quiero. Pero... —No había forma lógica de justificar mis cambios de opinión. Estaba siendo impulsivo y absurdo, por eso mismo preferí callarme.

—Yo sí. Y hoy mando yo. ¿Llamo a Lota? —sugirió Hans, saliendo a mi rescate.

—Menuda panda de acosadores... —cuchicheó Telmo.

—Sí, sí, ve preguntándole, dile que crees que estás cerca o algo así. Voy a ver si Heather se viene, en la comida me dijo que iba a estar libre.

—No creo que se refiriese a estar libre para acosar a tu ex. —chilló Telmo desde el pasillo.

—¡Tú calla enano! Te quedas aquí, ¿no? —pregunté mientras buscaba el contacto de Heather en el móvil.

—¡Qué remedio! Aquí sigo siendo menor.

—¡Ay mi niño! —Le respondí con humor, imitando a mi madre cuando le hablaba como a un niño pequeño.

El día que te olvide 2 © ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora