Capítulo 7: Antesala a un horror

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JON

PISTA 7. IN THE MIDDLE - DODIE

Aún me pregunto cómo fue posible que todo el mundo acabara subido en el taxi que yo había pedido y a mí me tocara ir con Dafne en su diminuto coche. No lo entendía, pero me alegraba de cierta manera. Hacía tiempo que buscaba la oportunidad perfecta para hablar con ella y esta se había presentado como caída del cielo.

Dafne parecía molesta, golpeando con nerviosismo el volante y bufando cada pocos segundos. Me acomodé en el asiento, buscando la valentía que me faltaba para romper un silencio de dos años que me asfixiaba y mataba todo lo bueno que había en mí. Busqué y busqué, creía que no iba a lograrlo antes de llegar al hotel cuando, por fin, ante un semáforo en rojo, tuve mi oportunidad.

—¿No te lo has quitado? —pregunté con voz confiada, más por la práctica de estar ante las cámaras que por sentirme así de verdad—¿Por qué? —añadí alargando la mano para rozar el colgante con el que acababa de estar jugueteando y había soltado al escuchar mi voz.

Me dirigió una breve mirada al sentir mi roce sobre su pecho, rozando aquella pluma de metal, esa que estaba cálida al tacto gracias a la presión de sus labios hacía escasos segundos. Podía sentirla tensa bajo mi mano, respirando de forma superficial.

—No. No me la he quitado en todos estos años —afirmó con cierta vergüenza.

—Pero no cumpliste tu promesa.

—¿Cómo puedes...?— se interrumpió al escuchar su teléfono móvil—. ¿Lo descuelgas por favor? —preguntó tendiéndome el teléfono mientras reanudaba la marcha. Asentí desganado, curioso por saber qué había estado a punto de responderme.

En la pantalla iluminada aparecía el rostro de un chico bajo el nombre de "amor". ¿Amor? ¿De verdad? ¿Desde cuándo Dafne caía en esos tópicos? Quise colgar al imaginar quién era.

No detestaba a nadie, nunca había sentido un odio tan puro e inmenso por nadie; excepto por él. Un chico al que ni siquiera conocía, pero al que había envidiado y detestado a partes iguales desde que supe de su existencia. Hacía dos años sabía que no tenía nada que hacer frente a mí. Sabía a ciencia cierta que "Dafne y yo" era algo que ocurriría antes o después y que yo le convenía más que su novio. Pero ahora las cosas habían cambiado. Él, Diego, era su "amor" y yo un mal recuerdo al que le habían encasquetado por sorpresa.

Ahora era yo el que no tenía nada que hacer con ella. Era yo el que había perdido la partida al final.

Cogí la llamada en el último momento y puse el altavoz para que Dafne pudiera hablar.

—Hola cariño, voy conduciendo —me miró de reojo, esperando algún tipo de reacción. Me mantuve impasible, aunque por dentro me sangraban todos esos apelativos cariñosos. En sus labios sonaban a farsa, dichos para él eran como una traición—. ¿No ibas a dormir?

—Ten cuidado. —Su cuerpo se destensó de inmediato al escucharle—. Sí, pero era incapaz y me aburría aquí solo, ¿qué hacéis? ¿Venís para casa?

—Bueno, es que resulta que al final han venido también Hans y más gente. —Yo era ese más gente—. Les estamos acompañando al hotel y luego íbamos a ir a comer algo por ahí.

—Ah genial, pues si me mandas la ubicación me paso y así comemos juntos. Me voy a preparar, cuando me avises pido un Uber o algo —se despidió alegre, dejando a Dafne con cara de susto.

Pude saber lo que estaba pensando sin siquiera mirarla a los ojos. Todo su cuerpo exudaba ese gran interrogante: ¿qué narices iba a hacer conmigo? Pero a mí no me preocupaba, de hecho, hasta me agradaba la idea de una manera retorcida, así podría verle la cara al niñato estúpido que era su novio y decirle cuatro cosas bien dichas. Él, todo empalagoso, que si cariño, mi amor... Invitándose el solito a la comida, seguramente porque desconfiaba, porque era un controlador.

El día que te olvide 2 © ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora