Capítulo 4: Las casualidades no existen

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DAFNE

PISTA 4. % -HENS

Lo primero que sentí fue su mano recorriendo la curva de mis piernas, acto seguido sus labios, trazando el mismo camino ascendente por mi piel. No pude contener un suspiro de placer. Me revolví en la cama, medio dormida, esbozando una sonrisa. Alargué la mano en busca de su cuerpo, topé con una espesa mata de pelo y enredé mis dedos en ella, guiando su boca justo a dónde la necesitaba.

—Hmmmm Jon...—Jadeé con voz apenas audible.

Las caricias y besos cesaron súbitamente. Fue entonces cuando me di cuenta de mi error. El subconsciente me la había jugado, aún no me había repuesto del día anterior. Escuchar la voz de Jon de nuevo había reabierto una herida que apenas había cicatrizado y esto eran las consecuencias de ello.

—¿Perdona? —su voz sonó fría, casi metálica.

El ardor de mi cuerpo se disipó de golpe.

—Hmmmm ¿Diego? —Traté de disimular, fingiendo que hasta entonces había estado completamente dormida, aunque no tenía claro que eso fuese mucho mejor.

—¿Cómo me has llamado? —Se incorporó, alzándose sobre mi cuerpo, imponente, casi desafiante.

Me senté apoyándome en el cabecero y froté mis ojos para verle bien.

—¿De qué hablas? ¿Te he llamado? —Tenía la voz ronca y di gracias a ello para llevar hasta el final aquella actuación.

¿Cómo se me podía haber ido tanto la cabeza como para confundir a Diego con Jon? Diego me miró confuso, con un trasfondo de claro enfado, el músculo de su mandíbula palpitaba y vi su mano dudando entre tocarme de nuevo o no.

Le había dolido. Era comprensible, a mí también me dolían esas cosas. No era mi intención pensar en él, no era mi intención recordarle ni confundirle con Diego, mucho menos hacer daño a mi novio.

—Acabas de llamarme Jon. ¿Por qué? — Se movió hacia los pies de la cama y yo le observé frunciendo el ceño.

—No... No lo sé. No he sido consciente de ello, lo siento. —Bajé la mirada a mis manos.

—Dafne. ¿Estás segura? Porque yo...

Hablé antes de que él pudiera terminar la frase. Estaba segura de que lo que venía a continuación no me iba a gustar en absoluto.

—Sí Diego, estoy segura de que no estaba pensando en Jon. Estoy segura de que estaba dormida y no sé porqué he dicho eso. Estoy segura de que te quiero a ti. ¿Vale? —Le miré con decisión, cansada de que lo cuestionase todo, incluso lo nuestro.

Sabía que estar conmigo podía ser difícil, que mi historia con Jon pendía sobre nosotros desde un principio, desde el día uno en el que lo intentamos todo por primera vez. Más aún desde que retomamos la relación. Pero no, no quería que él dudara, ni que creyera que yo pensaba constantemente en Jon o que estaba con él por estar. Puede que exagerase, pero es que no era la primera vez que Diego empezaba comprensivo y terminaba hecho una furia por el tema "Jon".

—Vale, te creo. Yo también te quiero —Buscó mi mano para enlazarlas—. Es que me pone enfermo solo su nombre. Pensar que cuando te toco pueda parecerse en algo a cuándo él lo hacía.

—No se parece en nada, te lo juro. —Diego esbozó una sonrisa pequeñita pero triunfal.

Me callé que no se parecía en nada porque nuestras relaciones eran opuestas. La cercanía de Jon me hacía estremecer de pies a cabeza, el simple hecho de oír su voz me provocaba mil emociones contradictorias y aceleraba el corazón. Con Diego todo eso se opacaba y suavizaba, era más como una suave brisa en la que las emociones se desdibujaban en una cómoda versión del amor. Era fácil, dulce, sencillo, cariñoso... No tenía el poder de destrozarme, no era un huracán agitando mi vida. Pero eso él no lo sabía, así como tampoco sabía que la primera vez que rompí con él fue porque ya había conocido a Jon. Contárselo me parecía un acto deliberadamente cruel hacia él, ¿para qué le iba a servir esa información? Para nada, y menos cuando retomamos lo nuestro un año después de haberlo dejado con Jon.

El día que te olvide 2 © ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora