Habían pasado siete años. Siete años desde aquel verano que les cambió la vida para siempre. Siete años desde que cayeron en las garras del amor, desde que le entregaron su cuerpo y alma a la persona que más amaban. Siete años desde que se enamoraron por primera vez.
Y tres años desde que sus corazones quedaron hechos pedazos.
Dos años desde que Nico dejó de preguntar por él.
Un año desde que Will contrajo matrimonio.
Seis meses desde que Nico fue invitado a la boda.
Tres meses desde que Will despertó llorando tras haber soñado con él.
Un mes y medio desde que Nico volvió a verlo.
Tres semanas desde que Will se arrepintió de comprometerse.
Una semana y media desde que Nico lloró por él.
Cinco días desde que Will tuvo su despedida de soltero.
Tres días desde que Nico compró aquellas pastillas... por si acaso.
Un día desde que Will se dio cuenta de que al día siguiente se casaría con alguien a quien no amaba.
Doce horas desde que Nico soñó con ser el prometido.
Seis horas desde que a Will le llamaron para arreglarlo.
Tres horas desde que Nico supo que ese traje que estaba a punto de ponerse no debería haber sido hecho para cumplir de invitado.
Y mientras se ponía el traje negro que llevaría a la gran boda, las lágrimas que llevaba tanto tiempo conteniendo, empezaron a descender deprisa y sin frenos por sus mejillas. Unas mejillas pálidas, surcadas por grandes y oscuras ojeras. Unas ojeras producto de todas esas noches que Nico había pasado en velo, mirando las estrellas, deseando ser parte de ellas. Deseando dormir para siempre, dejarse envolver por la oscuridad para no volver a ver la luz del sol. Porque su luz se había ido hacía mucho. Y nunca volvería.
Y mientras tanto, Will se autoconvencía de que era una buena idea. De que la boda que estaba a punto de empezar era algo positivo para su vida. Pero sin embargo, si era algo positivo, ¿por qué se sentía tan mal? ¿Por qué no le parecía correcto? ¿Por qué no conseguía sentir esa sensación tan dulce y sincera que había sentido hacía siete años? Miró por la ventana, desde donde se veía el enorme jardín surcado por miles de flores. Y frente a la gran puerta de florituras de color ébano, ya empezaban a aparcar los coches. Pensó en la familia de su prometido. La emoción que debían sentir por ver a su hijo, primo, sobrino, amigo, o lo que fuese, casarse. Will cerró los ojos con fuerza, rezando porque al abrirlos, se encontraría de nuevo tumbado en la arena, junto a una hoguera de vivos colores y con el ruido de las olas del mar chocando contra la playa. Pero lo que más deseaba, era que al abrirlos, encontraría esos grandes y negros ojos mirándole fijamente, desprendiendo un amor tan inmenso que harían derretirse a cualquiera.
Pero al abrirlos, lo que vio fue muy diferente. La gente ya comenzaba a entrar, hablando emocionados, mirando el magnífico paisaje a su alrededor. Will distinguió a sus padres, a su mejor amigo y a sus hermanos. También vio a sus suegros y a la hermana de apenas cinco años de su novio. Esta brincaba ilusionada, tirando florecillas por allá donde iba.
Intentó sonreír, pero ese gesto que normalmente se le hacía tan fácil, ahora se le hacía imposible. ¿En que momento sus sonrisas felices habían pasado a ser de puro compromiso? ¿Qué había ocurrido con él?
¿Sabes, Will? Ayer tuve un sueño muy raro. Estábamos tú y yo, enterrados en una oscuridad absoluta, sin nadie más. No veíamos nada. Pero entonces yo te cogía de la mano, y tú empezabas a brillar. Con esa sonrisa tan grande y luminosa.
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ONE-SHOTS SOLANGELO
FanfictionCientos de ideas por escribir sobre esta hermosa pareja. SOLANGELO. Todos los derechos reservados. #3 en Solangelo 10/12/20