NO ME OLVIDES

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Nico se frotó los ojos con ahínco. Las imágenes de su sueño volvían una y otra vez: el mismo chico de piel dorada y brillante pelo rubio. No sabía quién era ni si lo conocía de algo, pero aquel muchacho se había apoderado de sus noches. Al cerrar los ojos lo veía: sus brazos recubiertos por una pintoresca capa de pecas, su camisa de tirantes naranja y el pegaso que volaba en el centro. Veía sus vaqueros anchos, sus manos con pulseras trenzadas de vivos colores, su cuello, del que colgaban varias cuentas con extraños símbolos. Pero nunca veía su cara. De un modo u otro, por más que lo intentase, no podía. Aún así, Nico estaba seguro de que nunca había visto a alguien con esas pintas en la vida real. Pero ahí estaba él cada noche para recordarle que aunque no existiese, era más real que cualquier otro.

    Nico miró a su lado en la cama, la almohada fría y la manta desarrugada. Se estiró tal felino al sol en un perezoso intento de despertarse, y cuando pudo for fin encontrar el interruptor de la luz (después de haber metido la mano en el enchufe y haber despertado a todo el vecindario con sus gritos), salió de la cama y decidió bajar al piso inferior en busca de algo con lo que distraerse para recuperar de nuevo el sueño.

    Pasó por la cocina y bebió un vaso de agua fría. Cuando se disponía a buscar algo para comer, su móvil vibró desde el salón. Nico suspiró y con todo su pesar, cerró la nevera. Cuando cogió su móvil, no pudo evitar sorprenderse ante el mensaje escrito. Era de Hazel, y no parecía ser consciente de que eran casi las cinco de la mañana.

Amado hermano, procedo a solicitar un pequeño favor que estoy segura no te causará ninguna molestia cumplir. Dada mi reciente pelea con el que ha de considerarse mi novio, ya que él no accedía a comprarme zumo de cereza, porque solo le gusta el de fresa, he creído oportuno establecer distancia durante un par de días con él, hasta que recapacite por su horrible y cruel fechoría. Y como no tengo otro establecimiento al que ir, porque créeme, prefería profundamente pasar la noche en cualquier otro lugar, pues sé cómo te pones cuando te despiertan, he tomado la más improvisada decisión de pasar las horas que han de venir en tu casa. Gracias y te quiero mucho.

    Nico volvió a suspirar y tecleó un par de palabras.

Ok. Te odio.

    Entonces, antes incluso de que apareciese el visto en el mensaje, sonó el timbre. Nico abrió molesto, y frunció más el ceño al ver la enorme sonrisa de su hermana.

    -¡Nico! - gritó Hazel extendiendo los brazos dispuesta a abalanzarse sobre su hermano.

    -¡Hazel! - repitió el susodicho con falsa alegría, echándose a un lado para evitar que ella se le tirase encima. Hazel cayó de bruces contra el suelo, pero en cuanto se levantó, fue dando brincos hasta la cocina, donde se dejó caer en una pequeña silla. Nico la siguió a paso lento, hasta llegar al lado suyo. Se sentó frente a ella y apoyó la mejilla en la mano.

    -Te veo decaído, Nico - dijo Hazel -. ¿Te pasa algo?

    -He tenido el mismo sueño otra vez - respondió él, bajando la voz con vergüenza.

    Hazel era la única persona a la que se lo había contado, y ella siempre estaba ahí para que él se desahogara.

    -He estado pensando - continuó Hazel -, que ya es hora de acabar con esto. Tengo una amiga psicóloga y estoy segura de que podría ayudarte.

    -¿En serio? - Nico no pudo reprimir el entusiasmo en su voz.

    -Y de hecho, te pedí una cita.

    -¿Como sabes que accedería?

    -Oh, no lo sabía. Pero me da igual tu opinión, ibas a ir igualmente.

ONE-SHOTS SOLANGELODonde viven las historias. Descúbrelo ahora