El viento frío les revolvía los cabellos, y por muchos abrigos que llevasen, las corrientes heladas se colaban por los huecos erizándoles la piel. Las luces anaranjadas se movían como bailando, creando sombras de todos los tamaños, mientras que las hojas a sus lados crujían con cada pisada, y las risas y gritos se escuchaban a un kilómetro.
Nico, sentado entre las piernas de Will, podía escuchar los latidos de este, y estaba seguro de que como siguiera así, le acabaría estallando el corazón. El rubio le acariciaba el estómago con el propósito de tranquilizarlo, aunque el único que necesitaba respirar hondo era él.
Al comenzar octubre, los chicos se propusieron un reto. Cada noche, a las 3:33 a.m, (la hora a la que supuestamente los fantasmas y espíritus visitaban a los vivos), irían al bosque a contar historias de miedo. El que aguantase las 31 noches sin tener pesadillas, ganaría el dinero que habían puesto en medio. Nico y Hazel, hijos de Hades, apenas sentían una pizca de terror, y para que mentir; eran los mejores contando historias. La luz de la linterna iluminaba sus rostros definidos dándoles un aspecto siniestro. Las ojeras de Nico parecían pozos sin fondo, que albergaban el miedo de muchos y los ojos de ambos hermanos se iluminaban al ver las expresiones de terror en sus amigos.
-¡Me obligó a comer comida naranja durante una semana! ¡A qué da miedo! - gritaba Percy articulando aparatosamente.
-Exijo una historia de miedo de verdad - exclamó Leo. Miró a Hazel y luego a Nico -. Uno de vosotros. El que sea. No soporto seguir escuchando las desgracias de Percy.
Nico sonrió para sí. Había muchas cosas que se le daban bien, y contar historias de miedo encabezaba la lista. Se incorporó levemente y tomó la linterna que Hazel le tendía con aire conspirador.
-Bien, queridos amigos míos - Nico encendió la linterna y la colocó bajo su mentón. Las sombras que creaban sus rasgos parecían estar a punto de tragárselo por completo, y envolverlo en una oscuridad tenebrosa -. Mi momento ha llegado.
Will apretó la mano sobrante de Di Angelo, como intentando decirle con el tacto que no se pasara de siniestro.
-¿Te acuerdas, Percy, cuando me fui del campamento? - comenzó Di Angelo -. Pasé mucho tiempo solo, sin un lugar en el que vivir. Una noche, mientras caminaba por el bosque, encontré una cabaña. Estaba oscureciendo, así que decidí pasar ahí la noche. Había una cama, nada más. Sin embargo, cuando ni las estrellas iluminaban lo suficiente como para ver algo, me di cuenta de que había muchas caras mirándome. Con los ojos enrojecidos, narices anchas y sonrisas perturbadoras. Pensé que eran cuadros, así que seguí durmiendo. A la mañana siguiente, cuando desperté, vi que lo único que había eran ventanas.
Una historia corta, sencilla, para entrar en ambiente.
Un silencio sepulcral se instaló entre ellos. Lo único que se oía era el cri-cri de los grillos. Hazel miraba a su hermano asintiendo, como si estuviera profundamente orgullosa de él.Entonces, Nico decidió romper el silencio.
-Y hablando de payasos - comenzó -. ¿A qué no os sabéis la leyenda? - los chicos miraron a Di Angelo con temor, esperando a que continuara - El primer payaso, vivía en las montañas. Su piel era blanca como la nieve, a causa de que el sol no llegaba a él, y su nariz, roja e hinchada, se debía al frío. Dime, Annabeth. ¿Cuántos meses tiene el invierno?
La chica se removió inquieta entre los brazos de Percy.
-Cinco.
-Exacto. Cinco meses, cinco niños. Uno por mes. Los hombres del pueblo que habitaba el payaso, se propusieron matarlo para vengar la muerte de todos aquellos niños. Y aunque lo consiguieron, hubo algo con lo que no fueron capaces de acabar. La piel del payaso. Así que decidme, ¿distinguiríais un simple disfraz de payaso, con su verdadera piel?
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ONE-SHOTS SOLANGELO
FanfictionCientos de ideas por escribir sobre esta hermosa pareja. SOLANGELO. Todos los derechos reservados. #3 en Solangelo 10/12/20