Scarlett Mikaelson. La hermana del medio de la familia original y gemela de Klaus Mikaelson.
Ambos hermanos se embarcaron en un viaje para romper la maldición que les impedía contacto con su lado animal. Harán todo lo necesario para convertirse en...
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(CHAPTER-TWO)
MYSTIC FALLS AÑO 991.
Una joven de cabellos rubios corría emocionada a sus practicas de magia con su madre. Hoy había luna llena, tendrían que estar ocultándose de los hombres lobos, pero su madre le pidió que fuera a la casa con urgencia antes de que la luna estuviera en su punto mas alto.
Scarlett corrió las telas a un lado y se adentro a su hogar, su madre le sonrió cariñosamente, la mujer se encontraba alrededor de un grupo de velas.
-¿Qué es lo que haremos hoy madre?- pregunto con emoción.
-Mi niña, hoy me ayudaras a crear un anillo lunar- musitó su madre.
-¿Si?- le pregunto con los ojos brillando.
-Debemos comenzar, la luna ya esta casi en el punto exacto.
-¿Qué tengo que hacer?
Esther Mikaelson comenzó a explicarle como se hacia el hechizo, la rubia la observaba con atención, cuando termino con la explicación, su madre miro hacia afuera y la luna la casi estaba en su ápice.
Las piedras negras que su madre le entrego, Scarlett las coloco en un patrón espiral dentro de un patrón circular de sal. Cuando supo que era momento de comenzar con el hechizo, esparció unas gotas de sangre, salpicando sobre las pequeñas piedras.
-Matere Lunare Tua Vi’rtuse. Matere Lunare Tua Vi’rtuse- repitió una y otra vez.
Se sobresalto ante la pequeña explosión que causo, miro sorprendida como las piedras brillaban, eran tan hermosas. No sabia para que las quería su madre, no pregunto. Sabia que tampoco se lo diría, prefería quedarse callada y que le siga enseñando, era mejor su madre que la bruja Ayana.
Esa mujer la odiaba, siempre le hacia hacer hechizos difíciles y terminaba sangrando. En cambio con su madre todo era mas fácil y rápido. Esther siempre estaba ahí por cualquier cosa, para ayudarla si se le complicaba. Aunque también estaba su hermano mayor Finn, para lo único que se llevaban bien era para practicar hechizos juntos, las cosas habían cambiado bastante estos años que pasaron.
-Muy bien, mi niña- musitó Esther y acaricio su rostro-. Lo has hecho muy bien.
-¿Qué mas haremos, madre?- le pregunto ella.
-Seguiremos con esos hechizos que siempre se te complican- le espeto.
Las dos continuaron practicando, no eran muy complicados, pero para la rubia lo eran bastante. Ninguna de las dos se imaginaba lo que pasaría en unos horas, no se imaginaban el dolor que pasarían ante la escena que se les presentaría.