Transcurrió un día completo desde el incidente que me hizo sentir como la peor víbora de todas, tiempo en el cual no crucé ni una sola palabra con Aiden y eso me ayudó a sentirme un poquito mejor porque, a decir verdad, no tengo la conciencia tranquila, aunque sé que no hice nada concreto con Aiden mientras estuve con Carter.
—¡Mia! —exclamó un pequeño cuerpo que se dirigía corriendo hacia mí desde la cocina.
—¡Elliot! —Me agaché para estar a su altura y recibirlo con un abrazo—. Solo han pasado un par de días y siento que no te veo hace un mes —reconocí, volviendo a ponerme en pie.
—Yo también te extrañé —dijo, mirándome con sus grandes ojos azules. Luego tomó mi mano y caminamos por el pasillo hasta llegar a la cocina.
—Hola, Sue —la saludé. Ella estaba inmersa en sus quehaceres, así que no me prestó mucha atención.
—Ahora regreso, Mia. ¿Puedes terminar con esto? —me pidió.
—Claro.
—Cuida a Elliot.
—Siempre, jefa.
El pequeño de cabello oscuro y ojos claros estaba sentado en un rincón de la cocina coloreando un dibujo que, a juzgar por los trazos, había hecho él mismo.
Al transcurrir unos minutos, terminó con su obra de arte. Miró el papel, satisfecho con el resultado, mientras se ponía en pie para caminar en mi dirección. Al llegar a mi lado, me extendió el brazo cuya mano sujetaba el dibujo que había acabado recientemente.
—Es para ti —me informó.
—¿En serio? —pregunté, un poco sorprendida. Casi no nos habíamos visto y ya me tenía cierto cariño.
Tomé el dibujo y lo observé detenidamente.
—Gracias —dije con sinceridad. En el dibujo estaba un niño sujetando las manos de un chico rubio y de una chica pelinegra.
—Somos tú, Aiden y yo —explicó.
—Me gusta mucho —le dije con una sonrisa.
Como cualquier otro niño de su edad no era un maestro del dibujo, pero, a pesar de ello, me gustó porque vi el empeño y el cariño que le puso mientras lo hacía. Me dirigí hacia el frigorífico y lo colgué allí con ayuda de un par de imanes.
—Para que todos lo vean —expliqué ante su entrecejo fruncido. Él simplemente me sonrió, indicando que le agradaba la idea.
De pronto entró en la cocina un sonriente Aiden, al cual se le borró la sonrisa cuando me vio.
—Hola —me dijo y yo asentí ligeramente a modo de saludo—. Colega, te tengo una sorpresa —se dirigió a Elliot mientras se agachaba para quedar a la misma altura que él. El niño caminó hacia él con una evidente curiosidad en el rostro.
—¿Qué es? —preguntó un ansioso Elliot.
—Adivina a quién traje. —Elliot se encogió de hombros, indicando que no sabía.
—¡Elliot! —exclamó una voz femenina y desconocida. Una niña con dos coletas doradas entró corriendo en la cocina y se abalanzó sobre el niño en un abrazo que casi los hace caer al suelo.
Aiden los miraba sonriendo. Yo me acerqué a él para saber quién era la niña.
—¿Y ella es...? —dije en voz baja.
—La futura esposa de Elliot —completó Aiden la frase. Yo me quedé en plan: ¡¡¡¿Qué?!!! ¡Pero si tiene seis años!—. Está en su clase. Es la niña que le gusta. ¿De pequeña no te gustó ningún niño en tu clase?
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Todo lo que siento
Teen FictionPerseguida por los fantasmas de su pasado, Mia West perdió la motivación para vivir, volviéndose temerosa y solitaria. Por azares del destino conoce a un chico que revivirá todos los sentimientos que ella creía enterrados. Aiden Thunder vive en un...