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12 años en el pasado.

Elsa se miraba en el espejo de su habitación, mirando sí estaba o no lista para salir y conocer a la futura esposa se su padre y al que sería su nuevo "hermano

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Elsa se miraba en el espejo de su habitación, mirando sí estaba o no lista para salir y conocer a la futura esposa se su padre y al que sería su nuevo "hermano."

Llevaba un vestido amarillo con una cinta rosa en la cintura, su cabello blanco estaba atado en dos trenzas con prendedores de copos de nieve adornándolo.

Estaba hermosa, pero le preocupaba algo. Las cicatrices. Tenía varias, pequeñas de uno o dos centímetros de largo, ya casi no se notaban, solo si prestaba bastante atención, normalmente las confundían con pecas. Pero la verdad detrás de ellas dolía todavía.

Su madre y hermana habían muerto hacía un año tres meses. Su padre había comenzado a salir con otra mujer hacía 3 meses y medio, mujer a la que Elsa había conocido en varias cenas, le agradaba pero luego le pidieron conocer al hijo de esa mujer y ella se negó. No quería reemplazar a su hermana todavía.

Aceptaba la relación con su padre, porque antes de que esa mujer llegara a la vida de su padre él en verdad estaba mal, había iniciado a tomar y se comportaba como un completo (Ni como negarlo) idiota.

Llegaba tarde a casa, la esquivaba y no comía, almorzaba o cenaba con ella ni de chiste. Cuando el cumpleaños de ella llegó él ni siquiera la felicito.

La mujer que ahora era su prometida había cambiado eso, lo había hecho cambiar, lo había hecho entrar en razón. Elsa se lo agradecía y entendía que ella no era mala para él, acepto su relación pero no creía estar lista para vivir con él o la hija de esa mujer, con nadie en particular.

-Cariño es hora de bajar.- Gerda, la cocinera y jefa del servicio de la casa, llevaba años trabajando ahí, no tenía hijos, no estaba casada, Elsa era su adoración y ella la amaba tanto como se amaría a una madre.

-¿Estarás tú ahí?- La mujer negó, Elsa soltó un suspiro antes de caminar tras Gerda y bajar las escaleras donde su padre ya la esperaba con una sonrisa.

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A unas calles de ahí, Maemi conducía lentamente en dirección a la casa de su nueva pareja Einar. Tadashi miraba por la ventana. Ella volteo a verlo y lo vio entre molesto y preocupado, paró cerca de donde estaban y miro a su hijo, el no le devolvió la mirada.

-Hijo mírame.- Él no hizo caso. -Dash.- Maemi estiró su mano hasta tocar la mandíbula de su hijo y girar su rostro hacia ella. -Bebe, ¿Qué ocurre?-

-No quiero que olvides a papá.- Ella se enternecido por eso.

-Jamás olvidaré a tu padre, no mientras te tenga a ti. No mientras pueda ver tus ojos.- Tadashi comenzó a sollozar y su madre lo abrazo.

-No quiero vivir con ellos, no quiero sustituir a Hiro con el hijo de ese hombre ni a papá con él, quiero que solo seamos tu y yo.-

-Tranquilo, no te estoy pidiendo que los olvides; yo jamás olvidaré a tu padre, mucho menos a Hiro, pero tenemos que seguir adelante.-

Eviternos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora