4| MY ONLY STILES ||teen wolf. [ᴍᴏᴅ]

18. my only stiles

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[ya no tolero los lectores fantasma <3]

dedicación a nanawars por saber la respuesta del club de fans <3

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LO SIGUIENTE QUE SAMANTHA recordaba era volver a la ronda de los chicos callada, como pequeña niña sumisa a la que recién hubieran regañado por portarse incorrectamente. Si era honesta no sabía por qué había querido irse en primer lugar. Tenían que enfocarse en los planes de Void con la información que Stiles les estaba brindando. No obstante, aún sentía que algo andaba mal y no podía terminar de confiar.

Ninguno de los hombres lobo hizo una observación al respecto pero al único que le llamaba la atención el comportamiento de la adolescente era Aiden que le daba unas rápidas miradas de vez en cuando. La bolsa que Stiles había mostrado ahora estaba arriba de una mesa siendo inspeccionada por los chicos.

─¿Qué diablos se supone que estabas haciendo? ─observó Aiden sacando cadenas y alambres─. ¿Construyendo un Terminator?

Samantha esbozó una pequeña sonrisa al comentario mientras que el pelinegro hacía una expresión sarcástica.

─Gracias por eso.

─Chicos, esto es un mapa ─observó el moreno sacándolo y abriéndolo sobre la mesa. Era amarillo, arrugado y lucía muy viejo. Ethan frunció el ceño y señaló una línea de marcador rojo, el mismo que tenía indicaciones en el plano del hospital. La letra de Stiles, en este caso de Void.

─¿No es el camino a campo traviesa?

Scott vio el trazo e indicó con el índice un punto: ─Ese es el auto de Tate. Donde la familia de Malia Tate murió.

─Te refieres a que ahí es donde su padre colocó las trampas para osos...

─Tengo clase de gimnasia... ─el pelinegro quién se hacía llamar Stiles compartió una última mirada seria con ella. Tenía un aire de neutralidad y seriedad que no llegó a asustarla pero si a hacerla sentirse extraña, por lo que un susurro salió de sus labios─: Los veo luego.

Comenzó a caminar, al principio con la tranquilidad del mundo, luego involuntariamente desde las primeras escaleras que subía la velocidad incrementó, al igual que sus latidos como si estuviera huyendo de algo. O más bien, de alguien. Llegó a su piso y corrió esta vez llevándose puesta una figura.

─¡Oye, fíjate! 

─Yo... lo siento. Lo siento ─repuso cabizbaja la rubia haciendo fuerza en sus ojos porque estos picaban, probablemente por los lentes de contacto que se comprimían cada vez que ejercía la vista con intensidad.