Último Esfuerzo

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Mientras ayudábamos a Bardon a levantarse, Yevel sintió algo extraño. Para el horror de todos, la lucha aún no se había acabado.

—Creo que acaban de intentar entrar en mi mente. —Dijo Yevel poniéndose de pie mirando bruscamente a los alrededores.

El sol apenas se había puesto, Petros seguía inconsciente en el suelo, tanto los hermanos como las gemelas seguían en la mansión.

Todo el estrés que había sufrido el cuerpo de Bardon no le permitiría seguir luchando, él tuvo que levantarse para entender la situación.

—¿Un psíquico? —Se pregunto tomándome por los hombros y acercándome Yevel. —Vallan a la mansión a proteger a los demás. —Dijo poniéndose a duras penas de pie.

—Bardon. —Dije temblando del pavor. —No lo hagas, apenas pudiste salir ileso de esta pelea, tenemos que huir. —Supliqué en una desesperación tal que se sentía como si se me aplastara el pecho.

—Lo sé, pero no puedo dejarlo aquí. —Dijo mirando con preocupación a Petros. —Ahora ¡Corran!

Yevel pegó un leve brinco por el grito de Bardon y volviendo a confiar ciegamente en él me levantó y me llevó entre sus brazos. —Confiamos en ti Bardon, aún es muy pronto para estirar la pata ¿sabes? —Dijo Yevel recordándole algo mientras yo forcejeaba.

Él sonrió aliviado de que lo comprendiera. —Lo sé, Andando.

Yevel me sujetó entre sus brazos de nuevo a la mansión, mientras me quejaba con él por tratarme así de nuevo, empezó a explicar. —No te quejes, estoy usando un artefacto para proteger nuestras mentes. —Dijo sacándose de debajo de la camisa un collar en el que colgaba lo que parecía un disco de plata. —Es un codificador de frecuencia cognitivas, multiplica nuestras ondas cerebrales por números primos o algo así. —Explicó con poca seguridad de cómo funcionaba. —Cuando alguien intenta meterse en tu mente mientras llevas esto oirás una estática extraña y el amuleto se enfriará lo suficiente como para poder sentirlo. —Terminó de decir sujetándolo con fuerza, tal vez debido a la euforia de no haber caído en el mismo truco o tal vez por el arrepentimiento de no haberlo tenido antes.

—Menos mal se fueron, parece que no hay escapatoria ¿Cierto? —Se pregunto Bardon sacándose debajo de la camisa un disco igual al de Yevel pero completamente oxidado. Él lo apretó en su mano sabiendo que su condición era muy delicada, la idea de salir ileso no era una que pudiera concebir en ese momento. Arrancó bruscamente el disco que lo protegía de la magia psíquica rompiendo el cordel que lo unía a su cuello y corrió hacia donde el oficial que estaba recuperando la conciencia.

—Ahh...—Refunfuñó. —Me duele todo el cuerpo. —Susurro Petros retorciéndose en el suelo. —Siento como si me hubiera caído una casa encima.

—Deja de quejarte, hay que salir de aquí. —Apresuró Bardon sentándolo y dándole unas palmadas en la sien para que espabilara.

—Bardon, no te transformaste... —Despertó confuso.

—Sí, me tuve que golpear con mi propio hechizo para evitarlo. Si la esencia que expulsé no hubiera vuelto a mi cuerpo habría perdido la razón. —Resumía sujetando sus brazos. —Pero eso no importa ahora, nos están atacando ¡tienes salir de aquí! —Exclamó.

—No puede ser...—Dijo entre tosiendo y chillando de dolor. —Tengo una pierna rota, creo que es una fractura en la tibia; y también la clavícula derecha, no sé si pueda salir de aquí.

—¿Y la esencia?

—Aún hay un poco, pero, mi cuerpo está saturado de esencias residuo, llegué a mi límite... —Dijo apretando su mano en la tierra. —Déjame aquí, tu ganaste la pelea, no hay razón para que me ayudes después de haberte juzgado tan mal.

La Catástrofe ElementalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora