A Yevel le preocupó ver el cielo oscurecido, su instinto le gritaba que Nina y Klaus estaban bien, pero no podía evitar pesar en mil cosas. Su edad, su entrenamiento, inmadurez. La amarga mirada con la que observa la repelente atmósfera de aquel pueblo desde un recoveco se contagiaba a las hermanas. Se hallaban en una pequeña habitación en el segundo piso de una taberna que seguramente era utilizada para tráfico, prostitución y, en su caso, refugio temporal. Aun no sabía si lo estaban buscando después de matar a aquel hombre del callejón. Sin duda más triste sería que la medida que estaba tomando hubiera sido exagerada, por las vibras del lugar, tal vez, un hombre más, un hombre menos... no importaba «Esa era la mentalidad del pueblo» probablemente.
—Es difícil regenerar con esencia aquí... La concentración de esencia esta desbalanceada. —Dije en voz alta mirando los callos en las puntas de mis dedos que dejó la bala. —Ameth, como te sientes... —Dije volteando a ver a la chiquilla.
Ella pegó un pequeño brinco al clavarle de repente mi mirada. —Yo, me siento bien, creo... —Dijo tímidamente.
Yo asentí con la cabeza y devolví la vista a la pequeña abertura en la ventana a través de la cual se veía la lúgubre calle de tierra y nieve. —*¿Cómo Bardon permitió que estas dos mocosas vinieran? Ya es muy difícil cuidarse uno la espalda y ahora tengo que hacer de niñera*. —Pensé suspirando y haciendo ademanes impulsivos con las manos.
La calle presentaba un poco de movimiento, todas las personas que transitaban cubriendo su cuerpo con prendas largas y reñidas; de lana y cuero tal vez...
Las hermanas se miraban entre ellas y suspiraban, podía sentirlas, aunque estuvieran en la esquina opuesta de la habitación sentadas en esa zarandeada cama. Aunque aún no hayan visto nada de nada percibo su nerviosismo, como si estuvieran a punto de llegar a su límite emocional. La otra mocosa de pelo verde era la que las mantenía distraídas. La última vez que la vieron fue cuando un brazo largo y oscuro la arrancó de un avión en pleno vuelo. Supongo que tienen razones más que suficientes para estar así.
—Yevel. —Dijo Chia, la mocosa pechugona de pelo naranja. — ¿Qué vamos a comer?
Mierda, es cierto. —¿Por qué no comemos algo de la taberna? —Dije sin aparta la mirada de la grita en el tablón de madera que hacía de contraventana, viendo a las personas pasar como lúgubres siluetas oscuras, como si fueran fantasmas.
—Yevel... ¿Vamos a salir otra vez?
—Supongo que sí. —Dije sin apartar la mirada.
Chia refunfuñó, hizo puchero y bufó casi al mismo tiempo. —Crees que no debimos venir... ¿cierto?
Yo me quedé en silencio, chasqueé los dientes y me recliné, apartando la vista. —Iré a buscar comida. —Dije dándome media vuelta y caminando a la puerta sin hacer contacto visual.
De repente sentí un tirón en la chaqueta y volteé sin sorprenderme de que era Chia reteniéndome tímidamente.
Fue por solo un instante, pero menos mal fue así. Nunca he sido la clase de persona que se aferra a sus ideas o moral, solo me bastó pensar un segundo que yo también estaba tan alterado como ellas. Sin mí, supongo que ellas estarían perdidas en este pueblucho. —Supongo que estoy siendo un idiota en vez de ser un adulto ¿verdad?
Ella retrocedió un paso y en ese momento la pude ver bien. Una chica joven completamente superada por la situación, de piel sedosa, tímida y grandes senos. Sin duda no duraría ni un segundo ahí afuera.
—No, no estás siendo un idiota, supongo que fue un error venir...—Contesto Chia en voz baja.
—Te equivocas. —Respondí instintivamente. —Bardon, antes de... —Me quedé un segundo organizando mis ideas. —Él... las acepto para venir... Tiene que haber una razón. —Pensé apretando los puños.
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La Catástrofe Elemental
FantasyLa vida continua y Nina no se queda atrás, a pesar de ser una pequeña niña, su poder mágico se ha vuelto famoso y tendrá que esforzarse para satisfacerse y buscar la felicidad y paz que tanto anhela en su nuevo hogar/planeta, Corona. Cuando todo par...