Espera Fructífera

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Lobo guerrero, domador de las tinieblas, portador de la espada muerta, recipiente de Fozo; esa es la maldición que acarrea a los que llevan largas vidas como tú, se vuelven monstruos que todo lo han visto y todo lo han vivido, la vida se desvanece ante sus ojos haciéndolos pensar que se trata de un juego.

No molestes con eso Triana, sabes que siempre he estado trabajando rigurosamente, estoy muy ocupado como para darme el lujo de irme ahora. —Respondió él secamente.

—Y ahora que iras a Tesarryelida seguramente te darás el lujo de desaparecer como siempre lo haces, esto no es un juego, un país como ese que está en vías de convertirse en una potencia mundial obteniendo los nexos, es increíble que el rayo del desierto, un nexo que apareció en Cordivitae sea robado por un mocoso del que no sabemos nada.

— ¿también vas a culparme por perder el rayo del desierto?

—No, solo estoy frustrada. —Respondió Triana Consternada. Ellos dos estaban junto a la vereda, sentados tomando un café esperando a Nina, su conversación se detuvo mientras observaban el continuo ir y venir de las personas, la tarde en aquel distrito comercial había caído haciendo que las lámparas que parecían luces de navidad se encendieran iluminando toda la calle, dándole vida. —La magia lo hace todo más fácil ¿No crees eso, Bardon?

—Sí, así es...

—En su tiempo las personas que ya se habían asentado en Corona y que sobrevivieron a las guerras de Artecórdica sobrevivieron gracias al uso de la magia y las habilidades bestiales, la guerra civil de 1902 no hubiera podido ser ganada sin la participación de guerreros como tú.

—Guerra tras guerra, algún día mi suerte se acabará ¿sabes? —Explica Bardon un poco desanimado. Él bajo la mirada al café y después de un momento empezó a hablar. —Nunca me he cansado de contar las similitudes entre nosotros y los humanos, nos peleamos por algo tan abstracto como la tierra y odiamos el derramamiento de sangre, pero cada cien años hay un acontecimiento, una guerra que supera a la anterior, una nueva arma capaz de matar a más de los nuestro y nuevos héroes que se levantan sobre los huesos de los "villanos", deformando la historia a su favor, siendo alabados por lo mismo que peleaban los del otro bando.

—Y aun así ¿A cuántos has matado? Le creería eso a un médico, a un científico, o por lo menos a un Gobernante.

—Por eso cuando mi día llegue no quiero ser recordado como un héroe, no quiero llevarme a la tumba los logros de otros guerreros que murieron en el campo con honor; hombres a los que respeté e historias por las que me emocioné, todo perdido por la culpa de algo más grande que nosotros, algo que ni nosotros ni los humanos hemos logrado dominar.

—¿Esa es la razón por la que desapareciste? ¿Para volverte un desertor? ¿Para no ser recordado como un asesino? ¿Es esa la razón por la que desapareciste junto a la hija mayor de los Greenwood?

—Ella era un espíritu libre, hubo algo en ella que me cautivo, no solo fue el hecho de que los dos nos hubiéramos convertido en recipientes de dioses de las esencias: Alma, Diosa de las plantas; y Fozo, Dios de la oscuridad. Me maravillaba como era capaz de eludir los problemas y solucionarlos a la vez, pese a ser alguien con tanto poder siempre fue querida por todos... Algo que yo nunca logré. —Relató mientras revolvía el café y le daba un par de sorbos.

—En el último gran evento pude conocer mejor a la pequeña versión de Jiomí: Nina. Ella es la hija menor de los Greenwood ¿No? Por lo que escuche ella fue secuestrada y enviada a la tierra, tú la rescataste y resulta que ella también es un recipiente de la Diosa de la esencia Alma, ¿No pensaras en persuadirla para que salga contigo? —Pregunto ella clavándole un ojo y poniendo ambas manos sobre la mesa.

La Catástrofe ElementalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora