Al final del camino

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La verdad es que aún no lo sé... ¿Por qué me sigo levantando en las mañanas? ¿Por qué siempre llevo esta mascara puesta? Antes de llegar a este mundo era un niño distinto al resto, al encontrarme con Alma en aquel bosque en la tierra cambió mi vida para siempre. Después de eso empecé a destacar. Gracias a ella nunca volví a estar solo... Hasta aquel día. Yevel al encontrase conmigo se asustó, probablemente el desbordante poder que podía sentir en mi interior lo intimidó y sin pensarlo casi me asesina.

Mi cuerpo, con un gran corte en el cuello, empezó a morir. Mis pensamientos se apagaron. Esa noche estuve a punto de que mi nombre fuera grabado en aquella larga lista de víctimas a las que nunca se les pudo hacer justicia, una víctima más de un asesino que simplemente se esfuma como el tiempo. A pesar de estar rodeados de muerte se dignaron a regresar, se dignaron a salvarme, decidieron que yo sería la última víctima de su inmoderado poder.

Mi cuerpo sanó, pero no mi mente, pasé años en este planeta, entrenando, estudiando y aceptando mi nueva condición. Nadie supo con exactitud por qué, pero la teoría más convincente de como terminé con este cuerpo fue por la presencia de Alma. Ella al estar dentro de mi cuerpo utilizo su esencia para regenerarse a sí misma, al hacerlo creó un cuerpo a la medida para contener su núcleo. fácilmente me pudo haber dejado morir para poder librarse de mi carne, pero decidió aferrarse con tanta fuerza a mí que para guiarme creó ese cuerpo. El cuerpo de una niña...

¿Será por eso que Jiomí y yo nos parecemos tanto? Nuestros cuerpos mortales crecieron para contener el poder de un Dios de la esencia «exactamente el mismo Dios». Fui una estúpida el creer que podría pagar el sacrificio de Bardon con mi cuerpo, que olvidaría a Jiomí al tenerme a mí. Ahora que él no está aquí para saberlo ¿Qué debería hacer ahora? ¿Para qué existo? Sin él aquí para guiarme mi vida es un triste despropósito. —Tú lo sabias, Bardon, y aún así decidiste confiarme tu poder...

Habían pasado un par de días desde la palea que ocurrió en la mansión, todo el mundo se sentía más distante, en el aire solo se podía sentir una gran tensión.

—Pudimos haber ayudado más ¿verdad? —Decía Alph mientras caminaba con ambas manos en la nuca y la vista perdida entre las nubes.

—Sí... —Respondió Klaus que estaba caminando a su lado con la atención centrada en un guijarro que pateaba hacia delante para en un par de pasos volver a patear. —Quién diría que nuestro padre haría semejante cosa...

—Parece que no fue idea de papá, fue Bardon el que le pidió a papá que solicitara un escudo en caso de que apareciera un tipo peligroso... —Dijo Alph mientras se entristecía al pensar en sus propias palabras.

—De todas maneras, tiene parte de la culpa... Solo porque es nuestro padre no debería acceder tan fácilmente sin nuestro consentimiento. —Respondió Klaus apretando sus puños en furia. —Maldición... Nina.

Alph podía entender la frustración de su hermano, para Klaus ver como ella se desmoronaba ante sus ojos solo hizo que se contagiara de esos sentimientos. —Eres un idiota Klaus, espero que sepas darle su espacio, como solo sabes pensar en trabajar muy seguramente terminaras empeorándolo todo.

En ese momento los dos nos encontrábamos caminando hacia el hospital, teníamos unas cosas que hacer allá. Finalmente, mañana era el día de partir a Tesarryelida.

—Buenas señor, el paciente al que busca fue trasladado a la unidad de cuidados intensivos.

—Gracias. —Respondió Klaus a la enfermera que lo estaba atendiendo. El olor a hospital nunca le incomodó, tampoco el frio. Por primera vez estaba nervioso, todo el entrenamiento no solo físico, también psicológico no rindieron frutos en una situación como esa, él solo podía pensar en cómo Nina corrió antes que él. Simplemente no podía dejar de pensar en ello.

La Catástrofe ElementalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora