Capítulo 1: La Foto

902 39 7
                                    

La luz casi desaparecía completamente en aquel severo y discreto lugar, una zona bastante protegida a pesar de estar inteligentemente oculta, un escondite sumamente seguro para todo aquel que deseara ocultarse en lo profundo de sus entrañas, pues, si era encontrado, tendría al menos la oportunidad de defenderse y dar los últimos intentos por no ser detenido. Al parecer, una misión para infiltrarse en ese lugar estaba en progreso. De alguna él forma tenía ese conocimiento, aun cuando sólo podía sentir un impulso imparable e incomprensible de realizar una misión propia, una tarea que cumpliría apenas se le diera la oportunidad.

Observaba desde un punto cercano pero prudente, oculto entre las sombras que poco a poco se difuminaban con el resto del lugar, gracias a que el Sol estaba ocultándose detrás de una mediana colina, también haciendo que la ya imperceptible bruma del ambiente se desvaneciera aún después de la fuerte intensidad que ganó durante los últimos minutos de la tarde, y estaba bien, pues ahora le otorgaría el reflector al denso humo, rastro fresco de una explosión inesperada, ardiente y destructiva, que estaba a punto de suceder. Veía aquellas figuras en el aire con atención, sabía que estas debían proceder de forma cautelosa, con tanto sigilo como fuera posible, rompiendo el viento silenciosamente con aquel equipo que les permitía maniobrar perfectamente a través de la locación. Lucían tan ágiles y livianos, simplemente dos halcones en vuelo, rápidos pero vulnerables, un blanco fácil para él, así parecía, así lo pensaba, parecía favorecerle, pero no sabía la razón.

Seguía con esa necesidad incontrolable de hacer algo, de cumplir, pero parecía ser sólo un espectador en aquella extraña y morbosa obra, mirando la escena desde sus propios ojos, pero sintiendo que su cuerpo era controlado por aparte. Dos actores por separado, con el mismo cuerpo, el mismo punto de vista para apreciar cada detalle, pero diferentes intenciones y sensaciones internas.

A pesar de ser un ambiente relativamente calmado, sentía pánico, impotencia, pero su cuerpo no lo expresaba en lo más mínimo. Se sentía preso en su propia figura, aterrorizado de su propia mente, sabiendo vagamente lo que estaba haciendo. Percibió un movimiento repentino de su parte, después algo delgado entre sus dedos, una pieza metálica y ligera que después soltaría a su lado tranquilamente, indiferente ante el resto de lo que una vez formó parte de ese objeto, parte que había sido lanzada lejos, hacia el cielo, más precisamente hacia su objetivo. Miró por unos segundos el cielo de un color ocre bastante oscuro, pero con una parte azul marina intensa. Apenas unos segundos después, ese objeto desencadenó un aterrador sonido, ensordecedor y abrumador, cosa que le causo aún más ansiedad. A esto le siguió humo, una mancha oscura en medio del aire, que poco a poco se desvanecía. Desaparecía como había hecho desaparecer al blanco.

Se sentía arder, quería gritar, luchaba contra su desconectado cuerpo, el cual dudaba, como si hubiera sido el cazador más experto del mundo y fallando aquel tiro a dos inocentes aves en pleno vuelo, pero no lo había hecho. Había presenciado que el tiro fue perfecto, había dado en el blanco, si es que planeaba derrumbar a una de las dos aves en vuelo. Continuó peleando, pero sólo vio a través de su máscara como su cuerpo se alejaba tranquilamente al escuchar los gritos de negación de alguien en la lejanía, gritos de pérdida. Se vio indiferente ante el sufrir ajeno, sin emociones o sentimientos, sin culpas o remordimientos, sólo una marioneta vacía, cuya vida había sido arrebatada con el fin de arrebatar otras. Pero a su conciencia si le afectaba, ese momento lo aturdía, simplemente lo quemaba más que toda la escena anterior, haciéndolo por fin salir de esa prisión, esa tortura, o tal vez un castigo por sus acciones pasadas. Logró entrar a la realidad apenas escuchó su nombre, una voz que había escuchado de fondo durante toda la pesadilla, y que cada vez se hacía más y más fuerte, hasta que logró despertarlo.

"Bucky"

Abrió sus ojos y se incorporó rápidamente, odiando cada sensación en él, sensaciones que nunca olvidó, pero que se había acostumbrado a no experimentar durante un largo tiempo. Era cruel, la forma en la que sentía como si un cuchillo se enterrarse en su pecho, impidiéndole respirar profundamente cuando su cuerpo le pedía más aire del que podría respirar aún si estuviera tranquilo, aborrecía sentir su corazón bombear como si hubiera corrido un largo maratón, creía que iba a explotar. Era una sensación de muerte que creyó haber dejado atrás hace algunos meses, pero que había vuelto inesperadamente hace poco, arrebatándole la calma una vez más.

La Línea Perfecta (SamBucky)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora