Capítulo 2: Bajo Los Últimos Rayo De Sol

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El viaje a la costa Norte pudo ser considerado normal. No se presentó nada alejado de lo usual en aquel vuelo, silencioso y sereno, lo que a la vez construía una atmósfera decaída y tensa, también creada como consecuencia de la actitud del hombre del brazo de metal, el cual no se dignaba a hablar de lo que le perturbaba desde los grises inicios del día. Trataba de no pensar en la oscura conclusión a la que llegó, luchaba internamente con su revuelta cabeza, manteniéndose entretenido en esta difícil tarea. Alejado de la realidad, divagaba y se perdía más de lo habitual, disfrazando esta conducta fingiendo estar atento a las nubes y las figuras que se formaban en el cielo, apreciables desde la ventanilla del avión. Por las mismas razones, este no entablaba una conversación con el hombre de ojos marrones que tenía al lado, el cual no paraba de lanzarle miradas de expectativa, esperando con tanta atención e impaciencia, como si esas palabras fueran el secreto mejor guardado del universo, como si fueran una sentencia definitiva o la confesión más íntima de su ser.

Bucky sólo había visto dicha mirada en los ojos de su amado contadas veces. La más especial que pudo recordar de estas fue cuando se confesaron, en una cálida noche de Louisiana, más precisamente en un punto plagado de recuerdos, repleto de memorias sagradas de la vida de Sam. Ambos se encontraban recostados en la proa del barco, contemplando las estrellas entre historias y secretos, muriendo por sacar aquel sentimiento de su pecho de una vez por todas, pues, sentían que si no lo hacían en ese momento, probablemente caerían en la locura, locos por una mirada sencilla y fugaz, pero sorprendentemente capaz de dejarlos pensando en ella todo el día, ansiosos por una sonrisa o una risa leve escapando de los labios del otro, labios que no paraban de mirar cada que estaban cerca y de los que se encontraban deseosos.

Eran dos locos en un mundo hecho de fantasías en las que sólo se veían en una vida simple y hogareña, tanto que a veces olvidaban que aún no estaban juntos de esa forma, lo cual les provocaba intriga sobre los sentimientos ajenos, sobre si estos eran mutuos, generalmente, haciéndolos pensar automáticamente en esa posibilidad y mil futuros después de una confesión. Era un círculo que sólo tendría fin al expresar todo aquello que se guardaban. Se sentían cada vez menos racionales y más dependientes de vagas muestras de afecto que, sinceramente, no faltaban.

Recuerda haber girado su cabeza para ver a Sam contándole una historia a la que simplemente no pudo prestar atención. Estaba embobado con sus facciones y cada movimiento de sus labios mientras hablaba, sumergiéndose en su propia dimensión, dimensión a la que Sam se sumaría al voltear y toparse con los ojos azules de quien lo miraba irradiando toda una maravilla a través de ellos. Miró esos diamantes cristalinos y brillantes que le derritieron el alma al instante, casi pudo sentir como su corazón se detenía ante la emoción de este encuentro, de encontrar semejante luz en ellos, provocando aquella mirada de espera en respuesta al aterrador pero encantador suspenso que atravesaba su atmósfera. Bucky contemplaba esa mirada inocente, paciente y genuina, que seguramente le leía la mente mientras también lo contemplaba a él, ansiando las palabras que le siguieron a la escena, confesiones que venían desde el corazón y que alcanzaban todas las expectativas de sus más dulces fantasías. Esa escena fue cerrada perfectamente con el cálido beso que tanto imaginaron, llevándolos directamente al paraíso, aquel mundo privado cuya única llave era la compañía mutua, el amor sincero y devoto que se tenían, mismo que empezaba a escribir el desarrollo de su historia y que crecería cada día más, con cada toque y cada segundo al lado del otro. Habían caído en el trance más perfecto y profundo en el que alguna vez estuvieron, ya no había vuelta atrás y no les molestaba en lo absoluto. ¿Por qué mirarían atrás?

Barnes nunca cuestionó nada en esa relación, claramente había peleas, discusiones, fuertes y leves tropiezos, sin embargo, nunca dudó del amor que existía entre ellos, y nunca lo haría, al menos no en esa forma. Algunas veces le pasó por la cabeza una idea sobre lo que merecía y lo que no, ideas sobre cómo la vida lo castigaba por todos sus crímenes, desatando así, inseguridades en cada uno de los aspectos de su vida. Se llegó a sentir indigno de la felicidad y dudoso de lo que debía recibir, incluyendo su relación. Wilson siempre se encontró ahí para desaparecer todas esas ideas, para recordarle incansablemente a Bucky que aquellos no eran sus crímenes, que sólo él podía perdonarse a sí mismo y que sólo él podía decidir quien quería ser, pues ahora tenía su vida, su libertad. No volvió a tener esas inseguridades hasta este momento, porque en todos los sentidos de la razón, habidos y por haber, no era sano el hecho de ser indiferente, no era justo ignorar la muerte que provocó a alguien tan cercano a Sam un soldado que vestía su rostro, que usó su cuerpo y su forma. Era enfermizo acariciar a su novio con las manos que le arrebataron la vida al compañero de este. Era tan complicado, malditamente doloroso.

La Línea Perfecta (SamBucky)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora