—¡Ya basta! —pidió con firmeza el castaño, mirando a Sam a unos pasos de él, el cual se detuvo bruscamente, tensándose ante el tono de voz del otro, pero no se giró para mirarlo, no lo había vuelto a hacer en toda la noche.
Un escalofrío recorrió rápidamente el cuerpo de Bucky al sentir un peculiar frío que provenía más de un miedo por lo que sucedería y por las emociones que el momento implicaba, que por la fría noche en aquel lugar. Aquel frío psicológico acabaría congelándolo, a él y a sus palabras. Ya había roto el hielo y debía encargarse de que no volviera a surgir, de que esa barrera helada no se hiciera más grande de lo que ya era, pues, de alguna manera, a tan pocos pasos del otro, se sentía tan distante, lejano. Se perdió un momento entre ideas sobre lo que pasaría después, tanto que olvidó formular sus siguientes palabras, dejando correr el tiempo sin intención de detenerlo.
No sabía qué pensar. Quería entender lo que Sam sentía, quería leer cada uno de los pensamientos que pasaban por su mente, pero no podía, no sin mirar su rostro o escuchar alguna palabra. Por primera vez, extrañó una de las tantas bromas que Sam solía decir de la nada. Ahora todos esos comentarios bromistas y sarcásticos que lo irritaban, pero que de alguna forma lo hacían reír por dentro, parecían una mentira, parecían un chiste comparado con la forma en la que Sam se comportaba en ese momento, comparados con la extraña frialdad que irradiaba en esa noche, una que muy rara vez vio en él. Si tan sólo pudiera saber lo que pensaba, las cosas serían diferentes.
Tal vez Samuel tampoco sabía qué pensar, no sabía qué sentir. En su pequeña e invisible burbuja lo meditaba, abrumado entre teorías y un centenar de emociones, intentaba decidir a partir de qué actuar, cuál sería la raíz de las palabras que brotarían de sus labios si es que debería hablar con Barnes ¿Confusión? ¿Por averiguar que la muerte de quien alguna vez amó había sido provocada por quien ahora amaba? No, no era Bucky, no tenía otra opción, pero...él lo trajo aquí, ¿acaso ya sabía de esto? ¿Podía sentir miedo?, ¿De quién?, ¿De Bucky?, No, pero...aquel cuerpo es técnicamente el mismo que asesinó a Riley, aquellos ojos lo vieron morir. Había mucha diferencia entre el Soldado del Invierno y Bucky, pero de alguna forma dejaba una horrible sensación en él saber todo lo que vivieron a pesar de ese hecho, ignorándolo. Tal vez podía molestarse, si es que Barnes lo sabía y se lo ocultó, pero eso significaba que lo supo desde el inicio, que lo dejó pasar como si no fuera nada, significaba que lo había besado, tocado y abrazado un centenar de veces con esa carga en su espalda, que se había permitido amarlo sabiéndolo. No lo creía capaz, conocía a Bucky ¿verdad?
Nada encajaba. Necesitaba respuestas y, para su desgracia, sólo podía obtenerlas preguntando. No quería mirar a Bucky, pues, sentía que si lo hacía lo vería de una forma en la que podría arrepentirse, una en la que podría herir más al castaño. Diablos, no podía olvidarse de él, pues ahí estaba también, con sus propias ideas y emociones, otro afectado por ese maldito problema que tenían encima, probablemente el que recibía el impacto directo del golpe, el que cargaba con toda la culpa que el asunto podía ofrecer. No quería ni imaginarse por todo lo que Barnes estaba pasando con todos sus demonios regresando para atacarlo nuevamente, pues aquella no era la primera vez que le pasaba algo similar, un claro ejemplo era lo acontecido con Stark. Sin embargo, desconocía por cuánto tiempo se lo ocultó y, por esa razón, ahora dudaba de tantas cosas, incluyendo algunas que prefería no aceptar y alejar de su mente. Si tan sólo tuviera una clara explicación, las cosas serían diferentes.
Finalmente, giró su cuerpo levemente, subiendo lentamente la mirada, partiendo desde los arenosos suelos, recorriendo con precaución la figura de James, sus terrosas botas y rodillas, sus puños abiertos en sus costados, su pecho que hacía aun movimiento brusco en consecuencia de su alterada respiración, la tensión en sus hombros y, finalmente, su mirada que recorría el mismo camino, pero esta vez hacia Samuel. Barnes no tuvo mucho problema para distinguir las pupilas marrones de Sam, el cual, por el contrario, apenas pudo ver los ojos del otro, pues la oscuridad era demasiada, las únicas fuentes de luz eran uno que otro poste del escondite que habían dejado atrás y las luces de una lejana ciudad detrás de algunas montañas. Podían distinguir tonalidades amarillas entre el azul celeste del horizonte.
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La Línea Perfecta (SamBucky)
Fiksi PenggemarEl tiempo no es más que una línea. Nadie es capaz de alterar lo que ya está escrito, tal vez se pueden tomar fracciones del pasado, sin embargo, no se puede cambiar algo en tu presente con una acción en el pasado, pero, si hubiera una oportunidad de...