Capítulo 8: La Verdad Entre El Humo

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Después de un alocado y secreto vuelo, el polizón tuvo la oportunidad de salir de su escondite finalmente, apenas escuchó que el movimiento fuera del avión se detenía, que las voces del equipo iban poco a poco disminuyendo su volumen conforme se alejaban, hasta que lo único en el ambiente eran él, el silencio y la sensación de ansiedad, el ardor en su pecho subiendo y bajando a la par con los latidos de su corazón. Todo lo que corría por su sangre en ese momento era coraje y dolor. Sus manos temblaban al recordar todo el sufrimiento que provocó el Soldado del Invierno, aquella sensación que tenía crecía con cada paso que dio una vez bajó del avión, con cada imagen distorsionada que volvía a su mente como un rayo, alumbrando y aturdiendo con su fuerza y su sonido, marchándose sin más sabiendo que dejó un impacto. Tal vez aquello era más una tormenta eléctrica. Era aterrador.

Pudo notar que la luz poco a poco desaparecía, mirando que su sombra se difuminaba lentamente con el resto de la oscuridad, misma que se apoderaba del entorno al ver que el Sol se ocultaba detrás de una pequeña colina, resaltando los bordes de esta con intensidad. Pronto todo sería oscuridad, su vieja compañera, aquella que lo rodeó en sus momentos más oscuros, el escenario en el que pensó y reflexionó aun cuando había perdido el hilo de su propia existencia. La oscuridad era metafóricamente su vida.

Sabía que debía considerar mejor las cosas, mirar de todos los ángulos posibles antes de tomar su decisión, pero tercamente decidía ignorarlo. Sacudió su cabeza y apretó sus puños. Aceleró el paso, esta vez ya no sabía bien qué era lo que buscaba, entre cada esquina de lo que poco a poco tomaba forma de escondite, uno tan simple como gótico, inteligentemente oculto. La misión de Sam y Riley pronto sería ejecutada, el tiempo corría y no había rastro de aquel fantasma sin emociones que alguna vez había sido. Creyó haber dejado esos días atrás, sin embargo, esta era una prueba de que llevaría arrastrando ese infierno por el resto de su vida, una cadena larga que le impedía avanzar después de cierta cantidad de pasos. Eso pensaba, eso quería creer. Su mente y su juicio estaban en guerra, derrumbándolo en el fuego cruzado.

La noche caía y Bucky no se detenía, corría de un lado a otro, lentamente rompiendo el sigilo, cosa que claramente no le beneficiaría si quería detener a quien buscaba. Necesitaba un mejor plan, ¿o necesitaba regresar? Ahora todo era confuso, aquella situación era un horrible dilema con dos rutas y sus inciertas consecuencias. Estaba perdido una vez más, incapaz de avanzar, de pensar algo mejor, estaba preso en su propia mente y entre las sombras de la instalación. Sólo una cosa podría sacarlo, o al menos podría alentarlo a disipar toda la bruma en su mente y hacerle ver que la cadena nunca existió, que desde aquel día en Wakanda fue libre de escoger lo que quería para su presente, pero que debía dejar el pasado en donde estaba, incluso si lo vivía como presente.

Oportunamente, la persona indicada apareció, descendiendo del cielo como el héroe que era, llegando como un ángel para ayudar a James a acabar con su lucha interna, a apaciguarlo por un momento. Sam Wilson lo había seguido, nunca lo abandonó al saber que subió al avión una vez más para intentar cambiar lo que sucedió, entendió sus razones mientras surcaba el atardecer con destino al lugar que marcó como maldito por el momento que ahí vivió, pero decidió ir tras aquel que amaba. Ahí estaba otra vez a minutos del trágico episodio en su vida, ahí estaba por él y para él, como prometió hacer desde el segundo en el que comprendió que estaba enamorado, como prometió que haría aun si Bucky no aceptaba el anillo. Se encontró en la casi total oscuridad sabiendo lo que ocurriría en cualquier momento, frente al perdido hombre que apenas lo escuchó llegar, poniéndole atención hasta que lo tuvo enfrente.

Complicada y silenciosa, la perfecta descripción corta de toda la escena. Las palabras sobrarían, pues, aún si todo en sus formas de actuar era lógico, aun cuando la razón de que ambos estuvieran ahí era obvia; la relación que construyeron no dependía totalmente de algo que saliera de sus labios, era más significativo y profundo, un lenguaje de presencia, de miradas que contagiaban emociones y pensamientos. Magnífico, pero esta vez nostálgico, pues, no había otra cosa que encajase a dos sujetos mirándose a pocos metros de distancia, con el alma en sus expresiones y con el cuerpo a punto de sucumbir ante algo tan simple como la gravedad.

La Línea Perfecta (SamBucky)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora