El hermano malvado

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Miguel vagó por las calles durante un par de horas hasta que al fin se asentó en un pequeño bar. Sacó de su bolsillo algunos de los billetes que todavía le quedaban y los colocó sobre la barra, haciéndole un gesto con la cabeza al camarero para que satisficiera sus ganas de beber. Ahora que ya no era un celestial como tal, el alcohol tomaría el efecto en él como antes no lo había hecho. Bebió durante lo que le parecieron horas, aunque en realidad solo habían pasado cuarenta y cinco minutos, pero el ardor del alcohol le subía por las mejillas y comenzaba a nublarle los sentidos. Sintió una sensación que jamás había experimentado y aunque era nueva para él, le gustó como le hacía sentirse; inhibido y despreocupado, incapaz de pensar que ahora estaba solo y abandonado en un lugar donde él no estaba familiarizado.

Absorto en sus vagos pensamientos de cómo lo haría para vivir en la tierra y recuperar la confianza de su padre, una mano en su hombro lo hizo volver a la realidad.

-Lucifer ¿Qué haces por aquí?

Miguel se giró hacía la mujer que lo había confundido con su hermano y por una vez, no se molestó por ello; esta nueva sensación en él lo estaba aliviando de todas las maneras posibles.

-Oh, lo siento – dijo la mujer alejando la mano de su hombro – pensé que eras...

-Lucifer – interrumpió él – pero no importa. Ahora mismo todo me da igual.

-¿Y tú eres el hermano malvado del que todos hablan? – preguntó ella mientras se sentaba a su lado en uno de los taburetes de la barra.

-El mismo – sonrió él irónicamente – Miguel. Y por eso no deberías estar en mi compañía señorita López.

-¿Sabes quién soy? – preguntó sorprendida.

-Por supuesto, además compartimos el lugar de trabajo aquella vez que me hice pasar por mi hermano.

Ella se quedó pensativa y recordó que Lucifer y Chloe le habían hablado de la vez que Miguel se hizo pasar por Lucifer.

-Cierto – contestó ella afirmando – pero aquella vez no tenías esa cicatriz en mitad de la cara.

-Sí, gracias a eso pude hacerme pasar por él, pero mi hermano se encargó fácilmente de que eso no volviera a ocurrir.

-Bueno, se puede decir que te lo ganaste.

Miguel se rio ante el comentario de Ella, sin ni siquiera mirarla a los ojos y dio un trago largo a su vaso antes de contestar.

-Puede ser. Puede que me haya ganado todo esto – hizo una breve pausa antes de continuar – puede que este sea el peso que debo de soportar por ser el gemelo no perfecto.

Ella miró a Miguel con ojos de tristeza y compasión; sabía todo lo malo que él había hecho, que merecía el castigo que estaba teniendo, pero también veía algo bueno en él, algo que no podía explicar. A fin de cuentas, lo que veía en él era claramente un sentimiento de envidia hacía su hermano y eso era algo muy común entre humanos. Así que pensó que quizás los ángeles no eran tan diferentes a ellos.

-¿Tienes un lugar donde quedarte?

-No, Amenadiel me ha dado la espalda y Lucifer, bueno – suspiró antes de proseguir – creo que quiere matarme.

-No creo que quiera hacer eso – rio Ella – pero si necesitas un sitio, puedes quedarte en mi piso mientras encuentras algo.

Miguel dejó a medias el trago que iba a dar a su vaso, para girarse hacía ella y mirarla con ojos de sorpresa y confusión. Ella se quedó mirándolo en silencio e hizo un gesto con la cabeza para que él dijera algo.

Desde el infierno con amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora