Una mala idea

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Ella llegó a casa a las siete y media, esperando allí encontrar a Miguel, pero para su sorpresa, él no estaba. No había dejado ninguna nota, ni nada por el estilo, por lo que aceptó que él simplemente había tomado la noche anterior como algo pasajero, un favor y nada más.

Se encontraba en la cocina mirando el interior de la nevera para ver que podía prepararse para cenar, cuando escuchó la puerta principal abrirse. Rápidamente ajustó su posición y miró hacia la puerta, viendo como entraba Miguel y cerraba a su paso.

-Hola – saludó él al verla – fui a dar un paseo y aproveché para traer una botella de vino para la cena.

-No tenías por qué – contestó ella acercándose a él con una sonrisa – pero es un gesto muy amable por tu parte.

-Es lo mínimo que puedo hacer después de tu hospitalidad.

-Hoy voy a preparar yo la cena, ya verás, te va a encantar mi receta de macarrones con queso – dijo Ella sin perder la sonrisa mientras se dirigía a la cocina.

Lucifer decidió ir a ver a Amenadiel para contarle donde se encontraba Miguel y con quien, pero antes de que entrara en el ascensor para marcharse, un aleteo sonó en el balcón de su ático.

-Remiel ¿Qué haces tú aquí? – preguntó Lucifer extrañado - ¿acaso es una visita fraternal?

-No – contestó ella severamente – vengo a informarte de que padre quiere verte.

-¿Otra vez? Dile que no, que no voy a ir, me niego rotundamente.

-Se lo debes, te ayudó a encontrar a la humana que tienes por mascota.

-No la llames así – contestó Lucifer con furia volviendo sus ojos rojos – no tienes ni idea.

-No sé que ves en los humanos, pero estás muy unido a ellos – contestó ella haciendo una breve pausa – aun así, ve a ver a padre y no tardes.

Tras terminar la conversación, Remiel desplegó las alas y se marchó en un abrir y cerrar de ojos. Lucifer, que seguía molesto, decidió llamar a Amenadiel en vez de ir a verlo y contarle todo, incluida la visita inesperada de su hermana.

Tras unos cuantos minutos de conversación, Amenadiel convenció a Lucifer de que fuera a ver a su padre; a fin de cuentas su hermana tenía razón y aunque Dios no lo había ayudado a encontrar a la detective para pedirle algo a cambio, le debía su ayuda y lo mínimo que podía hacer era escucharlo. Por lo que a pesar de su disgusto, Lucifer acudió a la Ciudad Plateada sin perder tiempo, intentando quitarse de encima la conversación lo más rápido posible.

-Samael, has venido – dijo Dios con una amplia sonrisa al ver a su hijo – me alegro de verte.

-Deja de llamarme así – contestó Lucifer molesto - ¿Qué es lo que quieres?

-Como te dije la última vez que estuviste aquí, quiero que arreglemos las cosas. Hemos llevado esto demasiado lejos y es hora de cambiarlo.

Lucifer comenzó a reír exageradamente tras oír las palabras de su padre; el mismísimo Dios le estaba diciendo que habían llevado las cosas demasiado lejos, cuando fue él mismo quien desterró a Lucifer y se olvidó de él por completo.

-Yo no he llevado nada demasiado lejos padre – dijo Lucifer con cierta furia en sus palabras – fuiste tú quién me desterró al infierno, quien se olvidó de mi durante millones de años.

-Hice lo que tenía que hacer hijo.

-Como siempre; tú y tus caminos inescrutables, las misteriosas decisiones de Dios todopoderoso – contestó Lucifer haciendo gestos con las manos – querías quitarme de en medio y tomaste la decisión más fácil.

Desde el infierno con amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora