11
—¿_____? —murmura Harry sorprendido.
Me mira confuso, atónito, pero también muy enfadado, como si no pudiera acabar de procesar que yo esté en una habitación de hotel con Tom Mills.
—El señor Mills les esperaba —me apresuro a decir intentando que la voz no me falle. La mirada de Harry se recrudece. Todas las piezas acaban de encajarle y el resultado no le ha gustado lo más mínimo. Yo decido apartar mi mirada de la suya. Estoy demasiada nerviosa.
Les hago una señal para que me sigan, giro sobre mis talones y comienzo a caminar rezando para que las piernas me respondan.
Al vernos entrar, Tom Mills se levanta y se acerca a Harry y a los otros dos ejecutivos de la constructora con una sonrisa.
—Encantado de volver a verlo, señor Styles —le saluda tendiéndole la mano.
Harry entonces levanta sus ojos de mí y estrecha la mano de Mills a la vez que le dedica su sonrisa de director ejecutivo, sólo que esta vez parece aún más dura. Está enfadado con él, conmigo. Ahora mismo está cabreado con el mundo.
Mientras Mills saluda a los otros dos hombres y sonríe escuchando cómo se deshacen en elogios por él, Harry vuelve a clavar sus ojos verdes en los míos. Soy plenamente consciente de que ahora mismo lo único que quiere hacer es cargarme otra vez sobre su hombro y sacarme a rastras de aquí.
Cada vez me siento más nerviosa. No sabía que Harry vendría y lo cierto es que no tengo ni la más remota idea de qué hacer.
—Les traeré un café —pongo como excusa para salir de la habitación.
Noto la mirada de Harry llena de rabia sobre mí hasta que desaparezco de la estancia. Me encierro en la lujosa cocina de la suite. ¿Qué hago ahora? ¿Qué demonios hago ahora? Suspiro hondo y cojo la lata de café italiano del armarito. Lo primero es tranquilizarse. No estoy haciendo nada malo. Sólo estoy trabajando. Además, si trabajo para Mills es precisamente porque Harry se encargó de que ya no pudiera seguir haciéndolo para Roy. Reafirmo mis pensamientos asintiendo con la cabeza a la vez que cargo la cafetera. Todo esto es culpa suya. Él rompió conmigo. Él es quien no es capaz de ceder y confiar en mí. Él hizo que me despidieran. Vuelvo a estar enfadada. Maldita sea, vivo en una montaña rusa llena de sexo, autoengaño e ira contenida. En ese mismo momento la puerta se abre. Harry entra como un ciclón y cierra tras de sí.
—¿Qué demonios haces aquí? —pregunta con la voz tremendamente endurecida.
—Estoy trabajando —respondo como si fuera obvio.
—_____, no voy a permitir que trabajes para Mills.
¿Qué? ¿Cómo puede ser tan arrogante? Trabajaré para quien yo quiera.
—Pues haberlo pensando mejor antes de hacer que Roy me despidiera —replico llena de rabia.
—_____ —me reprende.
Suspiro exasperada. ¡Soy yo quien lleva la razón aquí!
—Harry, es mi trabajo —continúo enfadada— y de aquí no puedes sacarme a rastras.
—¿De verdad crees que no? —me espeta desafiante. No puede ser verdad. ¡Está loco!
—Eres el director ejecutivo de una empresa —intento razonar con él—, estás es una reunión de negocios y yo soy la secretaria de Mills. No puedes hacerlo.
—_____, me importa bastante poco lo que se suponga que puedo hacer o no.
¿Cómo puede ser tan testarudo? Es la persona más frustrante que he conocido en toda mi vida.