31
Lauren me espera en el vestíbulo y, tal y como quedamos por teléfono, seguimos punto por punto nuestro plan y a las ocho estamos atravesando las puertas de The Vitamin, donde nos esperan los demás.
Por primera vez en semanas me pongo unos vaqueros. Son de Lauren, algo viejos y de una tela muy clara, pero la verdad es que me sientan bastante bien. También me ha prestado una bonita camiseta de seda de manga corta color vainilla con pájaros estampados. Me he negado en rotundo a ponerme unos tacones de infarto, así que he conservado mis sandalias de cuero marrón.
Ella ha tirado la casa por la ventana y se ha enfundado en un ajustadísimo traje negro que le queda de maravilla pero que no es precisamente lo que se pondría para tomar algo en nuestro pub favorito. Comienzo a sospechar; sin embargo, decido darle el beneficio de la duda. Sólo espero que no tenga nada que ver con James. Sería un lío demasiado enorme.
Espero sentirme mejor después de un Martini Royale helado, pero no funciona. No puedo dejar de pensar en Harry y finalmente, mientras apuro mi segunda copa, saco el iPhone para llamarlo.
—Ni se te ocurra —me advierte Lauren golpeándome la mano tan rápido y tan fuerte que me hace tirar el teléfono.
—Ey —me quejo.
—No lo llames, no claudiques.
—Lauren, lo echo de menos, mucho —me lamento dejando caer mi cabeza sobre la mugrienta mesa. Cosa de la que me arrepiento instantáneamente.
—¿Pero qué pasa contigo, Parker? ¿Ya no estás enfadada?
—Claro que sí —digo intentando sonar convencida.
—Dios, tiene que tener una polla fantástica, porque ni piensas con claridad —sentencia apurando su copa.
Pienso en rebatirla indignada para conservar mi reputación de señorita decente intacta, pero a estas alturas me parece una estupidez intentar mantener en alto un pabellón que para Lauren cayó hace mucho.
James regresa a la mesa y deja sobre ella tres Martini Royale que sostenía con ambas manos.
—James, ayúdame a convencer a esta idiota de que no tiene que llamar a Harry.
—No tienes que llamar a Harry —repite automático y después me dedica una sonrisa que yo le devuelvo.
—Muchas gracias —se queja Lauren sardónica—, me has sido de gran ayuda. Aunque sospecho que ya no va hacer falta —concluye con la voz apresada por la sorpresa.
Llevo mi mirada hacia donde Lauren la ha clavado perpleja y el corazón me da un vuelco cuando veo entrar a Bentley, Max, Spencer y por último Harry, condenadamente guapo como cada vez que nos peleamos.
«Maldita sea.» Los chicos se acomodan en la barra. Harry echa un vistazo a su alrededor. Cuando nuestras miradas se cruzan, puedo ver su sonrisa maliciosa antes de que aparte su mirada y se centre de nuevo en Spencer y los chicos.
—Chicas, Harry y Bentley están en la barra —comenta Álex cuando regresa a la mesa.
—De todos los bares de Nueva York, ¿cómo es posible que supiesen que estábamos aquí? —me lamento más que pregunto. Entonces lo veo claro y así se lo hago ver a Lauren, fulminándola con la mirada.
—Bentley, me llamó —se disculpa con voz inocente—. Le quiero, no puedo mentirle.
James sonríe mientras le da un trago a su Martini Royale. Por su parte, Álex y Charlie están sumidos en un mar de arrumacos del que no parecen tener ninguna intención de salir.
