Precuela parte 5

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Al volver a la villa, Inko abrazó con hartazgo a su hijo

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Al volver a la villa, Inko abrazó con hartazgo a su hijo. Estaba mucho más alto y milagrosamente menos delgado, había estado haciendo ejercicio. Marcó sus músculos y las facciones de su carita infantil se hicieron un poco más maduras. Tenía dieseis años. El cabello mucho más verde oscuro y abundante. Sus pecas resaltaban sobre su piel pálida. Se parecía un poco a Hisashi. Le dolió el estómago al comparar.

Izuku se estaba haciendo hombre.

Hablaron un montón hasta casi las dos de la mañana. Izuku se fue a dormir. Inko apagó las luces de la casa y en medio de la noche, de la tranquilidad que era Izuku. Tuvo un mal presentimiento cuando la ventana de la cocina se azotó. El viento frío se filtró y ella tuvo escalofríos. Inmediatamente corrió a cerrar la ventana. Se aseguró que todo estuviera con seguros. Paso por la habitación de Izuku. Recargó su cabeza en la puerta. Juró que oyó a la casa suspirar. De todas maneras, el presentimiento maligno estaba en el aire.

La noche que Izuku cumplió diecisiete años. Katsuki le preparó una fiesta en el campamento. Para ese entonces era evidente quien reinaría junto a él. Los ancianos no tuvieron reproche alguno por la decisión. También sabían el motivo. Los Guti no eran de cuestionar las acciones de otros y mucho menos las de su futuro Rey. Aceptaron a Izuku sin problemas. Además, al conocerlo, se sintieron extrañamente atraídos por él, como si el niño fuera una revelación, un futuro mejor. Nadie podía explicar porque esa fuerza magnética lo rodeaba. Izuku era tan preciso y arrollador como un bosque nocturno.

Hubo alcohol, baile, danza. Gritos, cantos, fuego, besos, muchos besos y más alcohol. Y es que los diecisiete años para los Guti también significaba la prueba de los hombres. Exactamente, perder la virginidad. Katsuki que era dos años mayor que Izuku, cuando llegó a esa edad esperó por él. Pudo haber ido al templo con las sacerdotisas y tomar alguna, pero eso no era honroso, no cuando amaba tanto a ese muchacho.

Izuku sabía. Katsuki se lo dijo hace tiempo y aceptó. Era parte de las tradiciones de Katsuki y no quería faltarle al respeto, además, quería hacerlo. Estaba listo. A diferencia de cuando estaba en el castillo de su amigo el príncipe Shoto. No había miedo si no una gran sonrisa de quien sabe que lo que va a hacer no es carnal, es amor.

Bailaron una danza extraña para Izuku. Cantaban en su lengua. Alguien limpiaba el cuerpo de Izuku con hierbas aromáticas e incienso luego hacían lo mismo con Katsuki. Un grupo de mujeres se llevaron a Izuku después la casa de campaña de Katsuki y lo desvistieron. Lo bañaron de aceites aromáticas antes de pintar su cuerpo con pintura vegetal color roja, verde, anaranjada y amarilla, en los brazos, bajo los ojos, en el abdomen. Lo vistieron con una tela fina alrededor de las caderas. Abrocharon un cinturón dorado en su cintura, una gargantilla de plata. Izuku se dejaba hacer fascinado por la tradición de esa tribu. Sentía las manos de las mujeres por todo su cuerpo. Escuchó el click de un pasador en su cabello. Alguien pintaba sus labios y rizaba sus pestañas. Las oía hablar en su lengua. Hablan de lo hermoso que era Izuku, de sus bonitos lunares en el cuerpo y la palidez de luna que había en su cuerpo. Quiso llorar. Porque a veces no se sentía tan hermoso como ellas decían.

Puse un hechizo en ti  (FIC AU MEDIEVAL KATSUDEKU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora