Capítulo 9

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Katsuki

A veces no me entiendo a mi mismo. Digo que no voy a hacer algo y el flechazo de culpabilidad estúpida me atraviesa y termino haciendo la mierda que no quiero de todos modos.

Esa vieja bruja piensa que soy su chico de los recados. ¿Qué se cree? Podría estar durmiendo ahora mismo.

Es más, son las ocho de la tarde. A esta hora ya tengo que preparar mi pijama y dormir tranquilo.

Pero no. Se aprovecha de que estoy en su casa y me utiliza para su mierdero amistoso.

Las perras ganas que tengo de tirar el katsudon que hizo a la basura e irme de vuelta se ven solo superadas por el hecho de que la bruja me va a reprochar y no la quiero escuchar.

El katsudon ni siquiera le hubiera quedado bien si no fuera por mi. Mira que echarle los aliños equivocados...

Dios mío, esa mujer no tiene sentido de moderación. No sé quién le enseñó a cocinar, pero fue un fracaso.

Doblo en la esquina, intentando guiarme por las señaléticas con nombres de las calles para entrar en la de la dirección.

Este barrio está igual a la última vez que vine. En un estado precario.

Finalmente veo una casita celeste con la numeración, que parece más nueva que las demás. Y se ve más cuidada que las demás.

Encamino mis pasos hasta ahí, rogando porque el imbécil ese no esté.

Su presencia me jode la vida de formas inimaginables.

Finalmente estoy frente a la puerta. Golpeo dos veces.

Los pasos al otro lado se hacen rápidos y para mi sorpresa, una tipa castaña me abre. Sus ojos me examinan de arriba a abajo con el ceño fruncido.

—¿Si? ¿Necesitas algo? —inquiere, sin separarse de la puerta.

¿Será que me equivoqué de casa?

No, es la dirección que me dio la vieja.

—¿Inko Midoriya está aquí? —pregunto de vuelta—. La busco.

Sus ojos se abren sorprendidos.

—¿Tía Inko? ¿Ella te dio la dirección?

—Pues sí, ¿quién más? ¿Está aquí o no?

Suelta una carcajada y mira dentro de la casa. Pronto aparece una tipa de cabello celeste y otra niñita platinada.

—No, ella no vive aquí —dice la castaña de cara redonda, divertida—. Pero vamos hacia allá, son dos casa más. Si quieres puedes acompañarnos.

Carajo. Ahora tengo que estar con tres tipas que encuentran divertida mi situación de equivocación. Esto es estresante. Desearía estrellarle la maldita bolsa con comida en la cara, pero no tengo una excusa. También podría lanzarla al suelo, y todo el puto camino habría sido una pérdida de tiempo.

—¡Vamos! —suelta la más alta, que parece una niñita en el cuerpo de una mujer—. Eri, no te asustes. Él no te hará daño —le dice a la otra niñita que se esconde detrás de ella mientras salen de la casa.

La castaña cierra la puerta detrás de ella y le echa llave.

—¿Cómo te llamas? —pregunta a mi lado, comenzando a caminar.

Odio seguir a las personas, pero prefiero esto a tocar la puerta de otra casa y equivocarme porque yo no me equivoco dos veces, jamás.

—No tenemos que hablar —corto, tajante—. Solo las sigo para entregar la mierda de mi vieja.

Clandestino (KatsuDeku)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora