Capítulo 18

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Katsuki

Maldita sea.

Miro a Deku mientras responde a Yagi, su tono bajo, casi inaudible. La forma en que su voz se quiebra al decir que no quiere entrar a la universidad me retuerce el estómago de una manera que no puedo describir. No porque esté sorprendido por su negativa —ya había anticipado que no aceptaría fácilmente— sino por la forma en que lo dice, como si esa decisión lo estuviera destrozando por dentro, pero al mismo tiempo no tuviera otra opción.

Joder, sabía que era terco, pero esto es ridículo.

Yagi asiente, siempre tan malditamente comprensivo, y eso me irrita aún más. Él no entiende lo que realmente está pasando por la cabeza de Deku. Él no ha estado ahí, viendo cómo se deja consumir por las responsabilidades que él mismo se impone. Mamá, Nejire, Eri… todo recae sobre él, y aunque le he dicho un millón de veces que no tiene que cargar con todo, sigue insistiendo en hacerlo.

—Está bien, Katsuki. Yo estoy bien —dice Deku, sin mirarme directamente.

No, no estás bien, maldito nerd. ¿Por qué siempre tienes que hacerte el fuerte? Odio cuando intenta fingir que todo está bajo control, como si no estuviera al borde del colapso. Mierda, no puedo quedarme ahí de brazos cruzados.

Aprieto los puños, luchando por no gritarle delante de Yagi y convertir esto en un espectáculo. Pero lo que más me molesta es esa mirada en sus ojos, esa mezcla de desesperación y resignación que me hace sentir… impotente. Es algo que odio con todo mi ser: sentir que no puedo hacer nada para cambiar lo que está pasando.

Yagi le extiende la mano con una sonrisa que parece sincera, pero no puede ocultar la curiosidad que le provoca la negativa de Deku.

—Todo será como lo desees, joven Izuku —dice, siempre tan jodidamente calmado—. Sin embargo, si cambias de opinión, estaré aquí junto al joven Bakugo para ayudarte.

Deku le devuelve la sonrisa, una que no llega a sus ojos, y estrecha la mano de Yagi. Por supuesto, es la respuesta educada y cortés, la que no revela el caos que sé que está sintiendo por dentro.

—Muchas gracias, señor Yagi —dice, su voz serena pero carente de vida.

Me quedo quieto, mirándolo, intentando descifrar cómo reaccionar. Sé que podría agarrarlo por el cuello de la camiseta y gritarle hasta que entienda que no tiene que hacer todo solo. Pero eso no funcionaría. Ya lo intenté antes, muchas veces, y cada vez la respuesta es la misma: “Estoy bien, Kacchan. Todo está bajo control”.

Mierda.

Cuando Yagi finalmente se despide, me quedo de pie en el bar junto a Deku. Todo el bullicio a nuestro alrededor parece disminuir hasta volverse un murmullo lejano. Estoy intentando procesar lo que acaba de pasar, pero todo lo que puedo pensar es en lo malditamente frustrante que es este nerd.

Deku se pasa una mano por el cabello, un gesto nervioso que lo ha acompañado desde siempre. Sé que no quiere hablar de esto. Quiere evitarlo, como siempre hace con todo lo que realmente importa. Pero no pienso dejarlo salirse con la suya esta vez.

—Deku —digo, mi tono más bajo de lo que esperaba, pero cargado de la irritación que siento—. ¿Qué mierda fue eso?

Él me mira, su sonrisa completamente desaparecida. Parece sorprendido, como si no esperara que yo dijera algo. Es como si creyera que voy a dejar que esto pase, que simplemente me voy a quedar callado.

—Kacchan, no es el momento… —empieza a decir, pero lo interrumpo.

—¿No es el momento? ¿De verdad me vas a salir con esa mierda? —digo, acercándome un paso—. Te conseguí una maldita oportunidad para que pudieras hacer lo que quieres, y sales con que no quieres entrar a la universidad.

Me mira directamente, sus ojos verdes fijos en los míos, y por un momento puedo ver todo el peso que está cargando. Pero eso no me calma. En lugar de eso, me pone más furioso. Sé que lo está haciendo por su madre, pero no puedo aceptar que esté sacrificando todo por ella sin pensar en lo que quiere.

—No puedo hacerlo, Kacchan —dice, su voz más firme ahora—. No es una opción para mí. Mi madre me necesita. Necesito cuidar de ella. No puedo dedicarme al estudio.

—¿Y por qué mierda no? —gruño, dando un paso más cerca de él—. Tu madre no querría que te jodieras la vida así, Deku. ¡Joder! No tienes que cargar con todo solo.

Deku respira hondo, y puedo ver cómo está tratando de mantener la calma. No me sorprende. Siempre intenta ser el que mantiene todo bajo control.

—No lo entiendes —dice, su voz más baja, casi apagada—. Mi madre lo es todo para mí. Ella me cuidó toda mi vida, y ahora me toca a mí cuidarla. No puedo simplemente abandonarla por un sueño que, de todos modos, ya no puedo alcanzar.

Sus palabras me golpean más fuerte de lo que esperaba. No porque no supiera lo que iba a decir, sino porque lo dice con tanta convicción que me deja sin palabras por un segundo. Pero luego, la rabia vuelve, ardiendo en mi pecho.

—Eso es una maldita excusa, Deku —gruño, mirándolo con el ceño fruncido—. Estás usando a tu madre como una excusa para no hacer lo que quieres. ¿Crees que ella querría que renunciaras a todo por ella?

Sus ojos se abren con sorpresa ante mis palabras, y puedo ver cómo está procesando lo que le acabo de decir. Pero antes de que pueda responder, sus hombros caen y desvía la mirada.

—No puedo, Kacchan. Simplemente… no puedo —murmura, y por primera vez en mucho tiempo, veo lo frágil que realmente es. Está al borde de derrumbarse, y lo sabe. Pero sigue adelante, como siempre, porque eso es lo que hace. Sigue luchando, aunque sabe que está perdiendo.

Quiero gritarle, sacudirlo, hacer que entienda que no tiene que hacer esto solo. Pero algo me detiene. Algo en su expresión me dice que no importa lo que diga ahora, no va a cambiar de opinión. Está decidido, aunque esa decisión lo esté destruyendo.

—Eres un maldito terco, Deku —murmuro, pasándome una mano por el cabello.

Él se ríe suavemente, pero es una risa sin alegría.

—Eso siempre lo has sabido, Kacchan.

Nos quedamos en silencio por un momento, el ruido del bar ahora tan distante como mis pensamientos. Quiero encontrar las palabras correctas, pero sé que no las hay. Nada de lo que diga cambiará lo que está pasando. No ahora.

Finalmente, rompo el silencio.

—No te voy a dejar solo en esto, Deku. Así que más te vale acostumbrarte a que te moleste —digo, mi tono más suave de lo que esperaba.

Deku me mira sorprendido, pero no dice nada. Solo asiente lentamente, como si supiera que, al menos en eso, no tiene opción.

Nos quedamos ahí, en el bar, rodeados de ruido y de gente que no tiene idea de lo que está pasando entre nosotros. Pero en ese momento, no importa. Lo único que importa es que estoy aquí, y que no pienso dejar que se derrumbe solo.

Aunque él no lo quiera admitir, sé que me necesita. Y por alguna razón que no logro entender del todo, yo también necesito estar aquí para él.

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⏰ Última actualización: Sep 21 ⏰

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Clandestino (KatsuDeku)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora