7. Soy mujer

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En el trayecto, la cadena de mi bicicleta reventó y gracias a ello tuvimos que ir el resto de el camino a pie.

Caminaba a su lado, mirando a todos lados. Joder, que lugar tan más... Raro.

—¿Tu departamento se localiza por aquí?—dije con firmeza, aunque, por dentro me estaba muriendo de miedo.

—Si. Bonito, ¿cierto?— dijo ella sonriente.

—Completamente lindo, si me descuido ya me quitaron hasta la dignidad— un golpe en seco hizo qué soltara un gran grito varonil— ¡Ah!, ¿qué fue eso?

Ella carcajeo fuerte mientras señalaba a un gato saliendo de un contenedor de basura.

—¡Beck!, no seas miedoso, hombre. Se que este lugar es horrible, ¿enserio crees que yo podría caminar sola por aquí? Te recuerdo, soy mujer, no puedo darme el gusto de andar sola en rumbos como este.

—¿Por que no podrías?— comente confundido.

—Reylonds, en estos tiempos, una mujer equivale a satisfacción sexual. Y no estoy generalizando, se que hay chicos como...— me dio una mirada rápida— como tú, que pueden llegar a ser buenos. Pero también hay chicos, señores e incluso menores qué disfrutan el acoso sexual.

Una jodida mierda, por cierto, pero real. Si yo anduviera sola por estos rumbos sin importar la hora. Regresaría a casa violada, torturada, traumada o incluso... Ni siquiera tendria la suerte de llegar a casa— termino de hablar, mientras su voz se quebraba. Intentando ocultarlo, carraspeo la voz.

—Yo... Yo no sabia que eso pasaba. Es decir, no a tal grado— dije mientras en mi mente comenzaba a perder la fe en la humanidad.

—Pues bienvenido a la realidad, en donde si no estas muerta.La justicia no mueve ni un dedo

El resto de el camino fue en silencio, un silencio muy tenso. Yo hiba sumido en mis pensamientos.

¿Enserio es lo que viven las mujeres a diario?

¿Realmente ahora el miedo es constante en ellas?

¿Como podria ayudar? No es como que sea el mejor cuidador, pero yo que se... Mientras a mi me golpean la chica podría correr o pedir ayuda.

Como quisiera guardar en una burbuja de cristal a todas las mujeres y cuidarlas.

—Hemos llegado—sin percatarme habíamos salido de aquel lugar terrible y nos adentramos a un barrio, (como solía decirle a los lugares allá en México), muy lujoso y muy diferente al sitio anterior— pasa, con confianza.

Yo miraba con atención cada detalle de el edificio, era elegante y moderno a la vez.

—¡Buen día Sabrina!— dijo un rubio, que parecía ser el portero.

—Oh, ¡buen día Mark!— contestó ella con una sonrisa llena de brillo.

—¿Presa nueva?—dijo con una mirada pícara, pero en su voz se escuchaba algo de...¿tristeza?

Pero, ¿presa?, ¿qué soy?, ¿un animal?

—¿Disculpa?— hablé con indignación.

—Disculpado, pero no lo vuelvas a hacer—carcajeó el chico.

La risa de Sabrina se hizo presente—Ninguna presa, es solo un compañero de estudio— término la conversación y camino hasta un ascensor.

Subimos al décimo piso, y caminamos hasta la ultima puerta. Comenzó a rebuscar en su mochila, después de un rato sacó sus llaves.

Al abrir, mis ojos deleitaron un espacioso departamento blanco. Muy sofisticado pero con detalles que fácilmente identificarían como el departamento de una adolescente.

—Pasa, lamentó el desorden, no soy muy fan de hacer limpieza— explicó ella, aunque yo no veía ni un mínimo rastro de desorden.

—¿Vives aquí?—dije incrédulo.

—Si.

—Es un lugar increíble.

—Gracias. Toma asiento, traeré el botiquín.

Me senté en un gran sofá blanco. Deje mi mochila aún lado mío.

Incómodo, nunca logró entender como es que me debo de comportar en lugares ajenos. ¿Y si el anfitrión se enfada? ¿Y si hago algo mal?

Intentando dejar mis pensamientos absurdos a un lado comienzo a buscar alguna distracción, rápidamente mi mirada cae en un portarretrato.

Una foto de Sabrina y un pelirrojo, se veían muy felices. Él la estaba tomando por la cintura y ella tenía su brazo rodeando sus hombros.

Creo haberlo visto, ¿Maximiliano? El anterior capitán de el equipo de Fútbol, típica parejita popular.

Nunca se dijo por que terminaron.

Y la verdad... no me interesa....

Sacándome de mis pensamientos llega Sabrina con un botiquín.

—Tengo lo necesario— acomodo todo en una mesa frente nuestro— Bien... quítate la camiseta.

Rojo de la vergüenza y con mi nerviosismo comiéndome vivo. Comencé alzándome la camiseta.





















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Han pasado 84 años y yo volví a actualizar.

La tensión que vendrá en el siguiente capítulo será tan fuerte que tan solo de pensarlo ya hasta quede embarazada.

Nos leemos en el siguiente capítulo

Un Cliché Diferente I y IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora