13. Por favor... que estén bien.

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Beck.

Me considero una persona muy inteligente como para poder aceptar mis errores y pedir disculpas de la mejor manera. Pero esta vez siento como si todo en mi no funcionara correctamente.

Lastime a mis hijos, a Sabrina, y probablemente lo último que quieran hacer es verme. Por ello llevo 20 minutos parado frente a la puerta de la casa de mi familia.

Bien, Beck. Fuiste bueno para entrar en pánico ahora debes ser bueno para pedir disculpas y explicar la situación.

Inhale profundamente en un intento de darme valor. Toque el timbre y comencé nuevamente a procesar como me disculparía.

Unos momentos después pude observar la imagen de aquella preciosa rubia que roba mi aliento.

Me observo sin ningún rastro de sorpresa. Como si ella supiera que yo estaría ahí en algún momento.

—Beck.— habló en voz baja— sabría que vendrías.— sonrió

Me acerqué apresuradamente hacia ella y la envolví en mis brazos. Necesitaba su tacto antes de derrumbarme una vez más.

Ella no me separó. Incluso me devolvió el agarre con más fuerza, provocando que mis ojos se cristalizaran y mi labio inferior se curvara hacia abajo. Formando un famoso puchero.

—Ella escapó, mi madre escapó, tengo miedo. Esta demente— comencé con la voz quebrada— Puede lastimarlos a ti o a mis clones.

Mi cuerpo se derrumbó lentamente y Sabrina dejo que cayera junto a ella. Acaricio mi cabello en una muestra de consolación.

—Tranquilo hoyuelos, todo estará bien. Nosotros estaremos bien.— me consoló.

No me importa verme como un idiota ridículo. Tengo miedo a que lastimen a mis niños, a mi novia, a mi familia.

Estuvimos por un buen rato en esa postura. En un silencio cómodo dejándome sollozar.

La gente que pasaba nos miraba como dos alienígenas, pero Sabrina les dedicaba una mirada mortal que hacía que salieran huyendo.

Cuando se lo propone, Sabrina puede ser un maldito cubo de hielo.

—¿Te apetece acompañarme para recoger a los niños?— hablo después de un rato.

Asentí levemente entusiasmado. Podré pedirles perdón y pasar un buen rato con ellos.

Nos fuimos en el auto de Sabrina. Yo estaba concentrado en mirar sus facciones.

Jamás me cansaré de detallarla.

Su perfecta nariz puntiaguda. Sus carnosos labios rosados, sus ligeras pecas que adornan sus mejillas y nariz.

Esos maravillosos ojos verdes que ahora se concentran en el camino. Sabrina es básicamente mi definición de perfección.

Fácilmente si ella quisiera podría ser una modelo. Tiene un cuerpo perfecto.

Siempre lo ha tenido pero después del embarazo sus curvas se hicieron más voluptuosas. A mi parecer ella se mira más caliente.

—¿Que tanto me miras?— escuche la voz de Sabrina

—Observó— corregí.

—¿No es lo mismo?

—No— negué— por que yo solo miró a las demás chicas. A ti te observo, te detallo y te grabo en mi mente.

Soltó una risita nerviosa mientras se sonrojaba.

Llegamos a la guardería de los niños. Me dijo que esperara fuera del auto mientras ella los ponía al tanto de todo.

Acepte mientras me recargaba en la puerta del auto con los brazos cruzados. Ella caminaba hacia donde estaban las maestras en la entrada.

Movía sus caderas de un lado hacia otro. Vaya, que lindo...

Lindos vaqueros, quiero decir.

Observo a los pequeños niños salir de la guardería. Estoy pensando en llevarlos a comer un rico helado y pedirles perdón en mil idiomas posibles.

Quiero que ellos confíen en mi y no teman a que yo me vuelva a ir.

Veo a padres tomando a sus niños y yéndose del lugar felizmente. Aunque ninguno de esos niños eran mis clones.

Al pasar el tiempo algo en mi comienza a sentirse nervioso. Noto como Sabrina también se encuentra impaciente así que me acercó a ella quien está acercándose con la maestra de la guardería.

—Buenas tardes, disculpe.— inicio.

La maestra se giró en dirección a Sabrina y puse notar como la observo con extrañeza pero reemplazo el gesto por una sonrisa.

—Oh, señorita Blythe. ¿Puedo ayudarle en algo?

Sabrina frunció el ceño y yo la mire confundido.

—Por supuesto que puede ayudarme en algo. Algo como devolverme a mis hijos— hablo pesadamente mi rubia.

Ella frunce el ceño.

—¿Jade y Jaden?

—Claro, Jade y Jaden Reylonds.— murmuró el apellido.

No pude evitar quedarme petrificado por un momento por el apellido de los niños. No sabía que tenían mi apellido.

¿Acaso eso es posible?

—¿Y bien? ¿Me entregan a mis niños?— interrumpió mis pensamientos.

Su lenguaje corporal dice que comienza a ponerse nerviosa. Pasa sus manos por su uniforme supongo que están sudando en nerviosismo y aclara su garganta, incómoda.

—Sus hijos fueron recogidos hace un par de horas. Una mujer quien dijo ser su abuela vino por ellos.

Sentí como todo mi mundo se derrumbó. Tranquilo, pudo ser Beth.

—¿Abuela?— cuestionó— mi madre no está en la ciudad.

Y ahí fue cuando todo se alarmó en mi interior. No, no, no, no.

—La señora vino como representante de usted. Fue una mujer mayor, bastante parecida al joven que estaba a su lado. Supongo que es la madre de él.— hablo tranquilamente.

Sabrina soltó una risa histérica.

—Por la mierda que no es abuela de mis hijos.— se acercó peligrosamente a la docente— le diste a mis hijos a una puta loca.

Tome a Sabrina por los hombros y la cargue como costal de papas hacia el auto.

Ella en mi hombro comenzó a gritarle

—¡Juro que cerraré esta maldita guardería! ¡Se arrepentirán de haber dejado ir a mis hijos!— grito histericamente.

Mi cuerpo no se encontraba estable y el nudo en mi garganta estaba presente.

La deje en el suelo. Pero ella se dejó caer de rodillas con lágrimas en sus ojos.

—Mis hijos.— sollozó fuertemente.

Quiero consolarla y decirle que todo va a estar bien. Que ellos estarán bien, pero ni siquiera yo se si estarán bien.

Por favor... que estén bien.








Nota de la autora

Bueno, bueno. No dire mucho por que creo que ahora no soy de su 100% agrado.

Desahóguense y no me maten.

Chaooo.

Un Cliché Diferente I y IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora