20. Necesito un respiro.

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Beck.

Jaden no a querido acercarse a su madre, ni a su hermana y mucho menos a su psicóloga. Actúa de manera extraña al momento de estar cerca de ellas y se asusta si lo tocan o lo miran directamente a los ojos.

En pocas palabras, Jaden le teme a las mujeres y no puede estar cerca de ellas sin tener un ataque de pánico.

Después de el rescate y la condena de 37 años en prision a Mariela por el abuso sexual a un menor y por escaparse de prision. La verdad fue un caos.

Estiro mis brazos, mi cuerpo se entumió al estar tanto tiempo recostado aún lado de Jaden intentando dormirlo.

Camino en dirección a la habitación de Sabrina y mía pero la voz infantil de mi pequeña hija me interrumpió.

—¿Papi?— preguntó somnolienta

Me acercó lentamente hacia ella regalándole una sonrisa pequeña.

—Hola mi niña— la tomó en brazos, ella toma mi camisa en un puño mientras esconde su rostro en mi cuello.

—¿Jaden está bien?

Suelto un suspiro. Siempre hace la misma pregunta.

—Si, cariño.

—Papi, ¿puedo pedirte algo?

—Lo que quieras.

—Jaden una vez me dijo que sería feliz si ambos aprendiéramos tu idioma, a lo mejor podemos intentarlo para que mi hermanito vuelva a quererme.

Acaricio su cabello tiernamente.

—Claro que si, amor, es una fantástica idea.

La llevo a su habitación y la recuesto en su cama, dejándola descansar.

Ahora si, voy a mi recámara en donde encuentro a Sabrina sentada. Seguramente no puede dormir.

—¿Se durmió?

Asiento tomando lugar a su lado.

—Si, tardó un poco más pero está bien.

Esconde su rostro con sus manos mientras negaba.

—Antes yo lo arropaba y ahora ni siquiera me permite estar a su lado—solloza.

Intento tocarla pero está se aleja rápidamente de mi.

—¿Que sucede?—cuestiono confundido.

—Si te hubieras ido esto jamás habría pasado—susurro demasiado bajo, pero la alcancé a oír.

—¿Ahora soy yo el culpable?

—¡Fue tu madre quien lo hizo!—grito colérica.

Me levante de golpe

—¿Y crees que me siento feliz de eso? ¿Crees que yo quería que mis hijos pasaran lo mismo que yo?—pregunté molesto.

—¡Sin ti estábamos mis hijos estaban mejor! No estuviste con ellos los primeros años de su vida y ahora uno no puede ni verme.

—¡También son mis hijos!, ¡jamás me hubiera apartado de ellos si hubiera sabido de su existencia!—reclame realmente molesto.

—¡Yo no te mande a que te largaras a México!

—¡Me fui por que me humillaste y lastimaste!

—Y siempre volvemos a lo mismo Beck, ¿jamás me perdonarás?—se altero Sabrina mirándome con furia.

—¡No!, por ti no podía entablar una conversación normal sin poder pensar que me estaban usando. Por ti no puedo confiar en nadie— reclame desahogándome.

—¡Eso no decías cuando nos revolcamos nuevamente!— reclamó— además eso pasó hace cuatro años, te he pedido perdón miles de veces debes superarlo— me señalo con su dedo índice.

—Jamás podré superar algo qué pasó de por vida— salí de la habitación dando un fuerte portazo.

Detesto que este tema vuelva a salir a la luz, ahora nuestros hijos son nuestra prioridad. Pero Sabrina y su poca empatía.

Necesito un respiro.



Nota de la autora:
No voy a decir nada, chao.

Un Cliché Diferente I y IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora