Hemos Perdido Nuestras Almas

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22.

No te vastó con inventar el color de mi vida, ni siquiera vuelvo a mi sueños cuando existes en ellos porque odio no poder besarte, no poder tocarte de la manera en la que lo hago si tu mirada cuelga de tu almohada y tus piernas entorpecen mi liberación.

No te vastó con incautar mi corazón para llevarlo contigo a la península de tu fruición. De tus manos existo, de tus besos respiro y de tus fricciones vivo. Los poros de mi piel se preguntan de dónde has salido, porque sintieron por primera vez que explotaban cuando te ven caminar, tu cintura acecha mi tranquilidad poniendo en jaque ambos ventrículos míos por la sonrisa tuya.

Nunca un hombre va a amar a una mujer de la manera en la que yo te amo a ti, lo anterior porque nosotros inventamos el amor, además, tú me inventaste e inventaste la felicidad, basta con poner mi cabeza en tu mágico lugar.

Hemos perdido la vergüenza para construir nuestro propio concepto del amor, aquel que nos hace derretirnos en rabia y en deseo. El que nos hace sufrir con pasión, amar con locura, odiar con cariño y admirar con desesperación.

Pisar lento detrás de ti significa tomarte de la mano sin mirar a nuestros alrededores o nuestros pasados, solo tú y yo en el espacio, llenos de vía láctea pero completando hechos que nos convierten en estrellas fugaces, perdiendo nuestra unicidad individual para hacer permanente la unicidad conjunta.

Te amo porque ya he perdido mi alma, te la he regalado junto con mi fe, cariño, deseo y veneración.
Todo te lo he dado y te lo daré completamente hasta el final de mis amaneceres, sencillamente no me preocupa haber perdido mi alma ya que soy consiente que yo tengo la tuya.

Mi cielo, qué me va a importar perder mi alma si te tengo a ti.
Hemos perdido nuestras almas, pero nunca nos perderemos a nosotros.

Como desde la primera vez que me besaste; te amo exponencialmente.

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