La Novena Sinfonía

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9.

Ayer me dormí escuchando a Ludwig Van mientras mis preocupaciones aumentaban, bajó los calientes brazos del destilado del agave, había concebido letras de los libros que te había mostrado pero mis llamadas retornaban de donde salían, no traté de dimitir de mis pensamientos, seguías en mis manos.
Los trombones me obligaban a reaccionar, los violines me tendían ruegos para buscarte, el fagot transpiraba ansias de ti.
Las onduladas notas de las cuerdas proyectaban el amor incondicional que te tengo.
Cariño, siempre voy a estar contigo, no te voy a abandonar, el lino de tus cornisas de madera obligan a mis labios a estar pegados a ti, te amo, si los peninsulares ocasionales son retumbo de tus fulgores, aquí estoy yo para cobijarte y extenderte de mi corazón mi amor. Ya no caminas árida por el camino de piedras, vas de mi mano construyendo los ideales sobrellevados, te amo intensamente. Redacto a la par de que concluyen los platillos de la novena sinfonía, ahora va tu voz, esa que querré escuchar toda la vida incluso más que a Ludwig Van.

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