Capítulo siete.

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Las clases pasaron rápidas y libres de Witemore lo cual no podía haber estado mejor, cuando el timbre anunciando la salida sonó me apresuré a salir y caminar hacia mi casillero.

—¡Guapa! –gritó una voz y apreté mis labios cuando lo reconocí, "ignóralo, sigue caminando", me obligué y abrí el casillero metiendo mis libros, —¿Por qué no respondes? –preguntó detrás de mí y un libró se cayó, —¡yo lo junto! –murmuró y se agachó, —no lo encuentro –dijo y lo pateé haciendo que se cayera riendo, —¿y porque fue eso? –preguntó riendo y apreté mis labios reteniendo una sonrisa, ¿Por qué quería sonreír?

—Intentabas ver mi ropa interior –acusé en un susurró solo audible para él.

—En realidad esperaba que no llevaras nada –dijo y abrí mi boca, tomé mi cuaderno y me acerqué a él golpeándolo en las piernas, —¡AYUDAAAAAAAAAAAAA!- gritó y un sequito de risas se escuchó y maldije, me giré y caminé de regreso al casillero, —toma –murmuró sobre mi oreja y lo empujé

—¡Deja de molestarme! -espeté y sonrió, —¡deja de sonreír! –mordió su labio, —¡deja de morderte el labio! –se quedó sin hacer nada, —¡deja de respirar! –una carcajada salió de sus labios y rodé los ojos, cerré mi casillero y me giré comenzando a caminar hacia la salida sintiéndolo caminar detrás de mi.

—¿Entonces qué vamos a hacer hoy? –preguntó pasando su brazo sobre mis hombros, dejé salir el aire y me giré empujándolo lejos y continuando con mi camino hacia la salida, —¡bonitas piernas!- gritó detrás de mí.

—¡Púdrete! –grité en respuesta para después escuchar una carcajada profunda salir desde su garganta, idiota, caminé hacia el auto donde Kendal y Paris se encontraban.

—Aquí estas –dijo Paris.

—Olvidé decirles que no me iré con ustedes, necesito ir al súper –informé.

—Te diría que te llevo pero mamá me ha exigido que llegue temprano –dijo Kendal y negué.

—Está bien, ¿nos vemos mañana? –asintió y sonreí, besé sus mejillas y caminé hacia la parada del autobús. Poco después extrañamente comenzó a llover y agradecí encontrarme dentro del camión en ese momento, cuando bajé del camión tuve que correr a toda la velocidad que mis zapatos me permitieron, cuando entré al establecimiento dejé salir un suspiro de alivio, sonreí al guardia y tomé un carrito para después entrar y comenzar a llenarlo con las peticiones de mamá, caminé hasta el área de enlatados y me detuve cuando lo vi allí, vamos, ¿me estaba siguiendo?, estuve a punto de gritarle cuando su celular sonó.

—Hola padre- murmuró y levanto dos dedos hacia el hombre señalándole lo que quería, —muy bien, la universidad es genial y el departamento increíble –dijo y él hombre le entregó una bolsa, levanto el pulgar en agradecimiento y se giró haciéndome retroceder para evitar ser vista, —es el tercer día, por supuesto que aún tengo dinero –dijo con obviedad, —estoy haciendo un par de compras, algo para comer en la semana –se giró entrando a un pasillo desapareciendo de mi vista, dejé salir el aire y caminé hacia el lugar donde antes estuvo, miré la lista y comencé a buscar lo que faltaba.

—¡BUUUU! –gritó detrás de mí y di un salto, haciendo que él e incluso el hombre que estaba ayudando rieran.

—¡Pero qué demonios te sucede! –me quejé llevando mi mano sobre mi pecho, —¡pude haber muerto!.

—Solo fue un pequeño susto –dijo y negué, —¿Qué haces?

—Oh, vine solo para que alguien me asustara, ya lo conseguí ya me voy –dije con sarcasmo y negué caminando hacia donde estaba la hoja.

Mi secreto de veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora