Capítulo once.

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Entré a casa, mamá aún no regresaba así que decidí que merecía una buena ducha larga y tibia, corrí hacia mi habitación y busqué mi bata y ropa interior, al salir me coloqué mi pijama y recogí mi cabello en un chongo alto, me puse una mascarilla para los puntos negros y encendí la música antes de acostarme en la cama y disfrutar de la sensación de libertad y comodidad que me abordaba en ese momento, paz, tranquilidad y felicidad, todo al mismo tiempo.

~~~

Desperté con el grito de mamá anunciando su llegada seguido de un par de risas bastante familiares, me puse de pie a prisa y bajé las escaleras buscando a mis dos mejores amigas, sonreí cuando escuché su voz en la cocina y me apresuré a caminar.

—Espero que hayan.... –me detuve de golpe, ¿Qué rayos estaba haciendo él aquí?

—Cariño, no me dijiste que tenías nuevos amigos –murmuró mamá y me miró, sus ojos se abrieron y en sus labios se dibujó una sonrisa divertida.

—De todas las veces que te he visto, esta es la mejor –declaró Christian y todas, TODAS, inclusive mamá estallaron en carcajadas, mis mejillas se enrojecieron pero no por vergüenza, al menos no solo por eso, sino de coraje, había soportado que invadiera mi ciudad, mi universidad, a mis amigas, pero venir a casa era demasiado.

—¡Lárgate! –grité y todas me miraron con sorpresa y un poco de diversión, todas, excepto él, que me miraba directo a los ojos, —¡lárgate de mi casa ahora mismo! –exigí de nuevo, mi voz sonaba gruesa y quebrada, quería llorar pero no lo haría delante de él.

—¡Diana! –me reprendió mamá y él negó sonriéndole con amabilidad, su mirada se volvió hacia mí de nuevo y por primera vez, sus ojos mostraban incomodidad, incertidumbre, confusión, vergüenza y ¿dolor?, ¡por supuesto!, había dañado su ego, pero él había estado jodiendo mi vida, así que supongo que era justo, agachó la mirada y caminó hacia la puerta dejando la habitación en completo silencio, mis dos amigas y mamá me miraban con sus ojos abiertos y llenos de... ¿miedo?

—Diana nosotros.... –intentó decir Kendal pero negué levantando la mano.

—Nosotros ya cenamos –murmuré interrumpiendola y me giré corriendo hacia mi habitación, dejando la puerta abierta teniendo la certeza de que ninguna me iría a buscar, las lágrimas comenzaron a salir y maldije mi vida tantas veces como pude antes de quedarme dormida.

~~~

Me desperté con el llamado de mamá en la puerta.

—¿Puedo pasar? –preguntó y asentí moviéndome hacia la izquierda dejándole un espacio.

—¿Qué hora es? –pregunté y sonrió

—Son las 10 de la mañana –dijo y mis ojos se abrieron.

—¿Por qué no me levantaste?

—Creí que necesitabas tiempo para pensar –murmuró y reí.

—No, querías que te contara lo que sucedía –dije y se encogió de hombros sin negar mi suposición.

—Soy tu madre, necesito saber qué es lo que te pasa –dijo y desvié la mirada.

—Soy tu hija, necesito ocultarte cosas –murmuré y el silenció se adueñó de la habitación.

—Pues entonces... soy tú madre y estas castigada –dijo y se puso de pie

—¿Por qué no querer contarte? –pregunté con incredulidad.

—No, por tu comportamiento inadecuado e injustificado con la visita –dijo y negué.

—Porque no te quiero decir –señalé y se encogió de hombros saliendo de la habitación, dejé salir el aire y me giré gritando en mi almohada, —¿Por qué a mí? –susurré y cerré los ojos, él rostro de Christian apareció en mi mente y me enderecé a prisa extrañada, —¿Por qué estás pensando en él Diana? –sacudí la cabeza y me puse de pie caminando hacia el baño, después de tomar una ducha rápida me puse ropa deportiva, tomé mi upad y salí a correr al parque, me detuve a hacer un poco de ejercicios de calentamiento cuando el ladrido de un perro me hizo saltar.

—¡No te hará daño! –gritó una voz pero mi mirada estaba puesta en sus colmillos, ¡perro del demonio!, un chico llegó a mi lado y se arrodillo frente al gran Danés, —¿Qué te he dicho de asustar a chicas lindas eh? –gruñó y reí sin poder evitarlo.

—Sí, tiene que ser tierno para que funcione –bromeé y sonrió.

—En realidad no es tan malo como parece –aseguró y se puso de pie, —me llamo David –dijo estirando su brazo.

—Mucho gusto –dije y sonrió asintiendo.

— ¿Cuál es su nombre? –pregunté mirando al cuadrúpedo

—Dánger –murmuró y di un paso hacia atrás de forma inmediata haciéndole reír, —pero mi hermana le dice príncipe e igual obedece –agregó con diversión, —príncipe saluda –pidió y el cachorro se puso a dos patas, sonreí y estiré mi mano cuando hizo lo mismo con su pata.

—Hola príncipe –murmuré al perro con total normalidad, pues no quería quedar como retrasada frente a David.

—¿Qué dices príncipe? –murmuró el chico y se inclinó, acercó su oreja al perro que gruñó como si en realidad estuviera intentando decir algo, David asintió y se puso de pie mirándome, —príncipe quiere saber tu nombre –dijo y reí, un movimiento bastante clásico si debo decirlo.

—¿De verdad? –pregunté alzando una ceja y asintió, —bueno, pues príncipe tendrá que esforzarse más –dije y lo miré, —hasta luego chicos –murmuré y entonces me giré trotando de ese lugar.

—¡hasta pronto! –gritó David y Danger dio un gran ladrido, como si estuviera confirmando lo que su amo dijo.

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Después de darle diez vueltas al campo... bien, tal vez no fueron diez, solo siete... bien, bien, cuatro en realidad, decidí que era tiempo de marcharme, cuando llegué a casa fruncí el ceño al notar una nota en la puerta, mi corazón comenzó a latir con fuerza, el primer impulso fue tomarla y tirarla pero la curiosidad fue mayor así que la tomé y la abrí, una enorme sonrisa apareció en mis labios cuando leí.

"Querida Diana...

Esperó que esto te parezca un esfuerzo, porque me esforcé en estar preguntando a cada persona en el campo si te conocía, afortunadamente un amable (e interesado) niño me propuso un trato a cambio de información, no te preocupes, Danger estará en buenas manos.

Pd: este es mí numero 60292819140 por si quieres llamar y darme el pésame por haber entregado a Danger por obtener tu nombre y dirección

Atte.: David" reí y rodé los ojos, doblé la hoja y entré a mi casa, otra nota estaba pero está en el suelo, sonreí y la junté cerrando la puerta con mi trasero, comencé a desdoblarla, a sonrisa se borró de mi rostro en el momento en que reconocí la letra, la suya.

"¿puedes responder el teléfono? –C"

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Mi secreto de veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora