XXV: Errores hereditarios.

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Notas iniciales:

Ya que hubo un tanto de confusión con sus edades, lo explicaré.

Hal: 25 años.

Barry: 24 años.

Bruce: 28 años

Clark: 30 años.

En esta historia Clark es mayor, ya sabrán porqué es indispensable que sea así xd ahora adelante.

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El palpitar de su corazón pudo escucharse en sus oídos, sus ojos se humedecieron y sus manos empezaron a temblar de la emoción, mientras dibujaba una sonrisa en su rostro.

Aún no se lo había dicho, ni siquiera debía tener idea alguna, pero el niño que veía ahí era imposible de confundir. Bart era el vivo retrato de su madre, era idéntico a Barry.

—Jay... Mamá...—Titubeó Allen con los nervios—. Él es...

La frase del rubio se detuvo cuando notó que su madre adoptiva empezó a llorar, cubriendo sus labios precariamente con una mano. Preocupado, el Omega menor se acercó a la cama.

—¿Estás bien? ¿Qué tienes?—Cuestionó al lado de Garrick.

—Es mi otro nieto, ¿no es así?—Preguntó Jay entre sollozos.

Barry sonrió—Sí, así es.

Bart obtuvo iniciativa, aunque no comprendiendo todo por completo, se acercó a paso presuroso a un lado de la cama, y al Barry comprender lo que quería, levantó al menor para que tomara asiento al lado del Omega castaño.

—Él es Bart, es el hijo a quien apenas he conocido hace poco—Presentó a su madre, luego miró al pequeño y señaló a Garrick—. Él es tu abuela, mi mamá. Se llama Jay.

Bart sonrió y extendió una manita en son de saludo:

—Hola—Dijo cortésmente—, un gusto conocerte.

Garrick, curioso de los modales del menor, tomó la corta mano con sus dedos y simuló estrecharlo.

—Hola—Asintió Jay, enternecido.

—¿Sabes que eres la primera abuelita que conozco? Nunca le había llamado a alguien "abuelita"—Bromeó soltando una pequeña carcajada.

Garrick sonrió por las palabras dichas, pero su corazón se sintió estrujado, así que suavemente preguntó—Bart, ¿puedo abrazarte?

—¡Claro!—El pequeño extendió sus brazos y se abalanzó para abrazar al Omega castaño, quien al momento de tenerlo entre sus brazos, presionó levemente con el sentimiento en el borde.

Saber que había estado lejos de su nieto durante tanto tiempo, un niño que no tenía la culpa de nada, le rompía el corazón. Era injusto para el pequeño que sostenía en brazos, no haber conocido a su madre verdadera, e incluso también haberse perdido del cariño de sus abuelos.

"Los niños pagarán por la culpa de sus padres", era el proverbio que siempre había escuchado o leído en todos lados, uno que le parecía absurdo, pero aquí estaban, habiendo desarrollado justamente uno de esos muchos contextos donde se realizaba dicha frase.

—¿Por qué lloras, abuelita?—Preguntó el menor, al percatarse de los sollozos ajenos.

Garrick se separó e intentó secar sus lágrimas rápidamente, para así poder contestar:

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