I: Curiosidad y Frío.

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El Alfa de cabellos castaños caminaba tranquilo por el centro comercial, sonreía calmado, traía unas gafas de medida oscuras, y un chaleco azul algo pomposo para la temporada fría.

Visualizaba las tiendas, observaba los objetos por fuera, aún no se decidía por cual entrar, y aún seguía pensando en cuál sería el mejor regalo.

Entonces, en un reflejo rápido, observó una exhibición de perfumes para Omegas, perfumes delicados para días fríos, hasta intensos para días interesantes. Aquello levantó su atención, sabía que la persona a la cual entregaría el regalo de paz le vendría bien uno, después de todo, ni siquiera emanaba feromonas hasta donde tenía entendido.

Así, ni corto ni perezoso se embarcó entre los pasillos de aquella gran tienda, la cual también constaba de prendas, maquillaje, juguetes, entre otros. Entonces llegó hasta el espacio de perfumes, observó a detalle cada uno, por sus colores y formas, así como también se dio cuenta que no poseían alguna alarma adherida en alguna parte. Era obvio, para ser una tienda bonita y el producto atrayente, nada debía cubrir los diseños de las cajas.

Después de divisar bien los objetos que quería, obtuvo varios perfumes interesantes y muy caros, los miró algo sorprendido por los precios, pero de todas maneras los tomó.

Poseía ahora unos cuatro en mano, cada uno era diferente y extravagante.

Caminó entonces hasta una caja registradora, y tranquilamente llegó hasta la señorita con una sonrisa.

—Hola, quiero devolver estos productos, por favor —Comentó el hombre.

—Oh, está bien, su comprobante por favor —Pidió la señorita.

—Oh no, es que lo perdí. Pero lo compré solo hace unos días, solo quiero devolverlos por favor, no le gustaron a mi esposa —Insistió con una sonrisa.

—Oh, si desea puede dirigirse al piso dos y ahí pueden atender su caso —Explicó la joven.

—No, no. Solo quiero devolverlas, algo rápido. Los he comprado esta semana —Replicó el Alfa.

—Disculpe, joven. No puede devolverlos por acá si no tiene el comprobante —Reiteró la muchacha.

—Pero están muy nuevos, ni siquiera lo he sacado de su bolsa. Tiene su sello y todo, mire —Indicó el castaño.

—Lo siento, puede ir al piso dos en todo caso —Pidió la joven.

—No, no ¿Sabe qué? Me los quedo —Asintió el Alfa —. Pero, ¿Puedes ponerlos en una bolsa, por favor? —Los entregó y la joven obedeció —. De acuerdo, muchas gracias —Sonrió una última vez, y se fue de la tienda sin problemas.

Incluso, se despidió del hombre de seguridad en la puerta, quien había visto la apacible discusión.

Así se alejó satisfecho, arreglando los lentes en su rostro.

—Ja, patéticos —Snart Musitó orgulloso.

Luego de una travesía algo larga con su auto, se detuvo en frente de una casa simple y de colores pasteles, un pequeño jardín bien cuidado, un buzón rojo y una cerca blanca y linda.

Bajó de su auto con su bolsa de la tienda, y algunas otras más, entró por la cerca, anduvo por el camino del centro del jardín, y tocó la puerta principal.

Escuchó algunos pasos presurosos por dentro, algunas cosas caerse, y finalmente un rubio de azulejos abrió la puerta con una expresión de sorpresa.

—¿Leonard? —Cuestionó el más bajo.

—Hola, Barry —Sonrió de lado —. Es un gusto verte, no me cierres la puerta en la cara por favor —Pidió con euforia forzada.

—Dame una razón buena para no hacerlo —Bufó Allen sin ánimos.

Lados EquivocadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora