D I E C I N U E V E

102 16 8
                                    

¡Puaj, qué cursilada! —exclama Mingyu tras haberle dicho cómo fue mi día de ayer.

Pero ¡si a ti te encantan esas cosas...! —respondo entre risas tirándole un cojín a la cabeza. Mingyu es muy empalagoso y siempre encandila a las chicas con sus trucos de seductor: cancione románticas cantadas al oído, desayunos de buenos días llevados a la cama, ramos de rosas más grandes que la chica en cuestión...

Me encanta hacerlas y que me las hagan, no oír cuentos de enamorados mientras estoy tan solo.

Estás solo porque quieres, capullo.

Corrijo: porque ninguna chica me ha llenado todavía —replica guiñando un ojo.

Esa frase es la típica en la que se escudan los ligones que van de flor en flor.

Mmm... Puede.

Ambos nos reímos hasta que el sonido de mi teléfono corta nuestras carcajadas. Me levanto del sofá para responder la llamada: es Jungkook. Se me ilumina la sonrisa al ver su nombre en la pantalla.

¡Hola!

Hola, EunHa, ¿te apetece venir a cenar a mi casa?

Miro a Mingyu buscando su aprobación, ya que siempre cenamos juntos. Él entorna los ojos y hunde su cara entre los cojines.

¡Claro! —respondo riéndome disimuladamente.

Genial, ¿aquí a las nueve?

Allí estaré.

Nos vemos, te quiero —tarda en decirlo, quizá por el nerviosismo de no saber cómo despedirse, pero lo dice.

Y yo —le correspondo con una voz dulce, algo sonrojada. Vuelvo a dejar mi móvil cargando y me siento junto a Mingyu, quien sigue con la cara hundida en los cojines, por lo que solo puedo acariciarle un poco el pelo.

¿Se lo vas a decir? —pregunta, refiriéndose a mi trabajo.

No quería hacerlo... Solo queda un mes, no tiene por qué descubrirlo. Cuando acabe, estaré con él como una persona normal y jamás se enterará del principio.

EunHa... No sé si eso será lo correcto.

¿Por qué?

Si lo quieres, tarde o temprano tendrás que decirle la verdad —expone mientras se vuelve para mirarme—. Y creo que lo mejor es hacerlo pronto, antes de que lo descubra.

No tiene manera de descubrirlo, Mingyu.

Cariño, de una forma u otra, las mentiras siempre acaban cojeando de una pata... La verdad siempre sale a flote.

Joder. —susurro dejándome caer hacia atrás. Odio las mentiras y estoy prolongando una gravísima. Estoy yendo en contra de mis principios.

Sí, estás jodida.

Gracias por el apoyo.

De nada —responde dándome un beso en la frente—, Y son las ocho, más vale que te des algo de prisa si quieres ir decente a esa cena.

Mingyu tiene razón, aun estoy con el pijama puesto. Me levanto y camino hacia el baño, me desprendo de él y me meto en la ducha. Es increíble lo bien que sienta el agua caliente resbalando por tu cuerpo, me relaja muchísimo y es aquí donde más tiempo paso pensando en mis problemas, en mi día a día, descubriend poquito a poco en quién me estoy convirtiendo.

OCHODonde viven las historias. Descúbrelo ahora