T R E C E

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Tercera semana

Llevo ya varios días ignorando a Jungkook.

Primero no cogí su llamada. Después, no contesté a sus mensajes. Y luego algo comenzó a retroceder en mi interior, al mismo tiempo que las rojeces de mi cara iban desapareciendo. De ese espacio se adueñó una especie de velo triste que cubría todo mi ser.

No tenía la suficiente fuerza como para coger el teléfono o ir hasta su casa. Él ha venido a mi puerta en dos ocasiones, pero las dos veces ni siquiera salí de la cama. Estaba demasiado traumatizada, demasiado asustado. Tampoco le he hecho mucho caso a Mingyu, que tras lo ocurrido se siente terriblemente culpable, y yo no he hecho nada para que se deje de sentir así.

En muchas ocasiones, especialmente después de un golpe semejante, tengo ganas de dejar de hacer cosas por los demás. Tengo ganas de dejar de sacrificar mi felicidad por la del resto y vivir más centrada en mí misma. Sin embargo, cuando realmente lo hago, cuando me encierro y llevo a cabo dicho deseo, me siento muy mal. He llegado a la conclusión de que mi naturaleza es actuar buscando el bien ajeno, intentar siempre transmitir felicidad.

Y una no puede ir en contra de su naturaleza.

Aún así, no podía salir de dentro de mí misma. Necesitaba tiempo para ordenar mis sentimientos, para centrarme y descubrir quién soy en este punto de mi vida. Necesitaba unos días a solas conmigo misma...

En verdad, llevo años sumergida en mi interior, perdida. Aunque desde fuera parezca que no, que nado segura contra la corriente, que miz brazadas salvan las olas y que yo y el temporal somos uno, la realidad es otra bien distinta. Porque a veces, visto desde fuera, parece que vas hacia arriba y, cuando estás a punto de emerger, de sacar la cabeza y respirar, vuelves a sumergirte, a caer hasta tocar fondo. Llamo a estas circunstancias momentos de lucidez y momentos de oscuridad. Tras la oscuridad siempre viene la luz, después de la tormenta siempre llega la calma y viceversa. Sin embargo, la duración de ambos momentos varía demasiado: a veces la oscuridad me aprisiona durante meses y los momentos luminosos solo duran días. En fin, me como demasiado el coco y eso tampoco es bueno.

Así que decido abandonar por fin la cama, dispuesta a hacer algo productivo.

1. Hacer un inventario de todo lo wur ha destrozado Tzuyu.

Hecho. Mingyu quería recogerlo todo por mí para que no sufriese, pero se lo  prohibí. Quiero ver todo el destrozo y, así, tener constancia de todos los objetos que han quedado maltrechos pero que se pueden arreglar y también de los que no tienen arreglo, los que he perdido para siempre. Lo primero que comprobé fue si mi carpeta roja del trabajo seguía escondida en su sitio o si la arpía de Tzuyu la había encontrado. Para mi alivio, seguía en el mismo lugar. Si llega a dar con ella, podría estropearlo absolutamente todo.

2. Ducharme y asearme a fondo.

Hecho. Después de estar inverando entre edredones a comienzos de verano, mi cuerpo estaba pidiendo una ducha a gritos. Por suerte, todo se va con un poco de agua y jabón. Frotarse las penas.

3. Desayunar.

Hecho. No hay nada más placentero que desayunar en albornoz y con las gotas de agua despidiéndose de tu cuerpo. Mingyu sigue durmiendo, así que solo preparo una tostada y un vaso de leche.

4. Vestirme.

Hecho también. Hoy hace bastante calor, se nota que cada vez aprieta más el verano. Elijo un vestido rojo con pequeños lugares blancos y unas Converse, blancas también. Además, añado un collar dorado y unos aros.

5. Preparar un plan.

Estoy en ello.

Preparar un plan personalizado no es nada fácil, pero estoy tan acostumbrada y me gusta tantísimo hacerlo que he convertido la ardua tarea en un juego de niños.

Basta con conocer muy bien los gustos y aficiones de la persona en concreto, ver cómo pueden encajar con lo que ofrece la ciudad y sus alrededores y comprobar la disponibilidad de esa persona y de esos sitios para llevarlos a cabo.

Ya lo he llevado al cine, a una galería de arte, a mi librería favorita, a un precioso restaurante con vistas al puerto... ¡El mar! Esa es la clave.

Vivimos en una ciudad costera, por lo que hacer planes que incluyan el mar es facilísimo. Descarto ir a la playa porque ya lo hicimos. Solo soy capaz de pensar en el puerto, pero él ya lo tiene más que visto...

Recuerdo que nada más conocer a los padres de Jungkook y averiguar los gustos de su hijo, me resultó extraño que, a pesar de la fortuna familiar, este no tuviese un barco propio. La cuestión económica no debe ser un freno, podrían permitirse cualquier capricho. En esta ciudad costera, como en muchas otras, tener un barco demuestra un alto estatus, un gran poder económico. ¿Por qué la familia Jeon no tiene uno?

Una vez tengo la idea clara, salgo corriendo de casa hacia el puerto. Por supuesto yo no tengo esa cantidad de dinero. De hecho, estoy a años luz. Ahora mismo, no tengo ni una moneda en la cartera, así que tendré que valerme de mi persuasión y de mis encantos para conseguir lo que quiero. Menos mal que escogí un calzado cómodo, porque estoy tan emocionada con mi nuevo plan que voy a mil por hora por las callejuelas. Los pelos de mi flequillo, un poco demasiado largos, se me meten en los ojos y me entorpecen la visión.

Cuando por fin llego al puerto, respiro de alivio al ver que he logrado no caerme ni una sola vez por el camino. Los nervios y la emoción atenazan mi estómago y noto que me ha subido todo el rubor a las mejillas, fruto de la carrera y también del estado de excitación en el que he hallo. Fijo mi mirada en los barcos que están atracados y en sus capitanes, que están charlando en el pantalán.

¡Buenos días! —saludo mientras me acerco decidida. Ellos dejan de hablar y me miran extrañada. Todos son bastantes mayores, alguno casi se diría que anciano, y desprenden mucha ternura.

Buenos días, jovencita.

Tengo que pedirles un grandísimo favor —expongo poniendo mi mejor carita de perrito abandonado. Los más mayores me miran intrigados, guardando silencio para escuchar mi propuesta—. ¿Cuál creen que es la fuerza más poderosa del mundo?

Todos se miran sin entender nada y dejan escapar tímidas carcajadas, menos uno, el más mayor de todos ellos, que me mira fijamente a los ojos y responde con tono seguro:

El amor.

Nada más escucharlo, esbozo una gran sonrisa y se me pone la piel de gallina.

¡Exacto! ¿Podría usted ayudarme a enmendar un error? No quiero aburrirme con la historia entera, pero... he dejado que se cree demasiado distancia entre mi amado y yo. Es culpa mía y quiero arreglarlo. —Me paro un segundo, creo que mi cerebro necesita procesar que acabo de referirme a Jungkook como "mi amado". Prosigo con mi argumentación, que espero que enternezca el corazón de este lobo de mar—: Él ama el mar, y un simple paseo en barco sería un detalle que apreciaría muchísimo. —En realidad me siento algo mal al utilizar la palabra "amado" para referirme a Jungkook, porque no lo es, está muy lejos de serlo. Pero he de sonar romántica si quiero conseguir mi objetivo. Parece que estoy a punto, porque una sonrisa traviesa asoma debajo del bigote blanco del patrón.

El amor que todo lo mueve también moverá mi barco.

¡Gracias! —exclamo mientras me abalanzo a abrazarle. Ha sido tan tierno y comprensivo... Tenía muy pocas esperanzas de que mi idea funcionase, pero quizá Jungkook tenga razón y sea demasiado elocuente...

Gracias a todos por votar y dejar comentarios. Sólo queria decir que este capítulo es demasiado largo por lo que está divido en dos partes.

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