V E I N T E

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Mi vida en si no ha sido muy fácil. Desde pequeño sentía que no encajaba en la sociedad, ni siquiera en mi propia casa. Mis padres nunca tenían tiempo para mí y me crié totalmente solo, de niñera en niñera. Estudié en casa hasta que entré en bachillerato, ir a clase era un auténtico suplicio. Me sentía fuera de lugar, las conversaciones de mis companeros eran muy superficiales y estúpidas y todos me prejuzgaban al conocer la riqueza de mis padres. Es increíble cómo emparejan el dinero con la felicidad, cómo todos pensaban que era el chico más feliz del mundo al tener todo lo que yo quería. Pero, en realidad, Eunha, lo que yo más ansiaba no se podía comprar: el jodido amor, la amistad, el cariño paterno... Lo más hermoso de la vida es aquello que no tiene un valor económico.

Jungkook hace una pausa, agacha la cabeza y me hace partícipe de su debilidad. Con mi dedo levanto su mentón, le muestro mi apoyo con una leve sonrisa y una caricia en su mejilla derecha. Él consigue la fuerza que necesitaba para proseguir con la historia.

Me encerré en mí mismo, pero ni siquiera yo me entendía, mi cabeza era algo demasiado confuso y delirante, me odiaba. Con dieciséis años quise acabar con mi vida cortándome las venas, pero no funcionó. Lo que conseguí a cambio fue que me internasen en un centro que lo empeoraría todo, allí intenté hacerlo de nuevo, pero tampoco funcionó y me rendí. Era tan inútil que no era capaz ni de acabar con mi vida.

Jungkook—digo con dolor ante la crueldad de sus palabras. —Cuando pude volver a casa y cumplí los diecisiete años, me saqué el carnet de moto. Me pasaba el día jugando con la velocidad, quebrantando todos los límites posibles, era mi única liberación, los únicos momentos del día durante los que no pensaba en nada. Ironías de la vida, fue la moto la que casi acaba con mi vida. Tuve un accidente gravisimo en el que, solo por mi culpa, acabé con la vida de un matrimonio que no estaba quebrantando ninguna norma de circulación. Y también acabé con mis piernas.

Algunas lágrimas comienzan a rodar por sus mejillas, pero Jungkook quiere acabar de una vez y continúa con la dura historia.

No podía sentirme más desgraciado, pasé un año entero en una silla de ruedas, pero la verdadera carga me acompañaría el resto de mi vida: puse fin a dos vidas, dos vidas inocentes, Eunha. Han pasado tres años y aún lo recuerdo cada mañana al despertarme, aún veo sus rostros en el espejo cada vez que me veo en él. Entonces entendí que el verdadero castigo no era la muerte, sino vivir con este pesar el resto de mi vida.

Jungkook no aguanta más y sus escasas lágrimas se convierten en un mar, en un llanto sonoro y lleno de odio hacia sí mismo. Lo abrazo con fuerza presionando su cara contra mi pecho, consolándolo lo mejor que puedo. Poco a poco, las lágrimas dejan de aflorar de sus ojos, y él deja de respirar tan bruscamente y se queda casi dormido, como un niño pequeño. Aprovecho su relajación para empezar con mi historia.

Ya sabes todos mis problemas familiares, pero solo Mingyu conoce el mayor de mis problemas. Era muy joven y comencé una relación con un chico maravilloso. Todo era perfecto hasta que descubrí su verdadera cara. Le abrí tanto mi corazón, que una vez dentro lo destrozó. No me dejaba salir de casa, me tenía encerrada bajo llave en una habitación. Suena surrealista, por eso cuando lo vives, no sabes qué hacer. Un día intenté escapar por la ventana, pero él descubrió mis planes de fuga y me pegó una paliza brutal. Acabé con todo el cuerpo cubierto de moratones, escupí sange por la boca durante toda una semana y me privó de comida darante dos días a modo de castigo. Me advirtió de que la próxima vez que intentase algo, me mataría. Mingyu era el mejor amigo de ambos y era la única persona que entraba en nuestra časa, pero como tenía tan presentes las amenazas de mi novio, no sabía cómo pedirle ayuda. Cualquier gesto que hiciese, cualquier palabra que pronunciase significaría mi muerte. Un día tuve el valor de en el abrigo del bolsillo de Mingyu una carta que lo explicaba todo, él la llevó a la policía y ahí terminó todo.

No le he dado ningún detalle, ni siquiera le he contado ninguna de sus muchas humillaciones y agresiones. La historia está tan resumida que quizá ni siquiera la entienda, pero no puedo profundizar más en la herida.

¿Cuánto tiempo estuviste encerrada?

La relación duró un año, pero el encierro se prolongó durante cinco meses. Desde él no he vuelto a estar con nadie, en ningún sentido. Solo con Mingyu. Ningún amigo, ninguna amiga, ningún familiar, ninguna pareja... Tenía tanto miedo a sociabilizarme, a que volviese a toparme con alguien así...

Ahora soy yo la que comienza a llorar, tal vez al darme cuenta de lo mucho que ese cabrón me quitó, del trauma que me dejó hasta el fin de mis días. Jungkook se incorpora y besa cada una de mis lágrimas, para luego, con sus mojados labios, darme un beso.

Todo va a ir bien —asegura tomando mi cara entre sus manos.

Todo va a ir bien—repito tomando la suya entre las mías .

OCHODonde viven las historias. Descúbrelo ahora