Capítulo 35

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Querido padre:

La llegada de Hogwarts hubiera sido maravilloso si no fuera por los dementores, jamás creí que fueran tan horrible.

Las clases eran estupendas como siempre y ojalá diría de eso con la clase de Hagrid, que nos demostró a unos hipogrifos muy hermosos y nos indicó cómo tratarlos pero Malfoy lo arruinó todo. Supongo que has enterado del escándalo en el Ministerio de Magia.

¿Podrías intervenir en el asunto de Hagrid, papá? Está muy mal y yo no sé realmente como ayudarlo.

Te quiero,
Lyra Potter.

Draco no volvió a las aulas hasta última hora de la mañana del jueves, cuando los de Slytherin y los de Gryffindor estaban en mitad de la clase de Pociones, que duraba dos horas. Entró con aire arrogante en la mazmorra, con el brazo derecho en cabestrillo y cubierto de vendajes.

—¿Qué tal, Draco? —dijo Pansy, sonriendo como una tonta—. ¿Te duele mucho?

—Sí —dijo Draco, con gesto de hombre valiente.

Lyra puso los ojos en blanco.

—Siéntate —dijo el profesor Snape a Draco amablemente.

Draco cogió el caldero al lado de Harry y Ron para preparar los ingredientes en la misma mesa.

—¿Adónde va? —preguntó Blaise y Lyra alzó la vista—. ¿Lo han golpeado por el camino a clase y se ha confundido?

—Profesor —dijo Draco—, necesitaré ayuda para cortar las raíces de margarita, porque con el brazo así no puedo.

—Weasley, córtaselas —ordenó Snape sin levantarse la vista.

Ron se puso rojo como un tomate.

—No le pasa nada a tu brazo —le dijo a Draco entre dientes.

Draco le dirigió una sonrisita desde el otro lado de la mesa.

—Ya has oído al profesor Snape, Weasley. Córtame las raíces.

Ron cogió el cuchillo, acercó las raíces de Draco y empezó a cortarlas mal,
dejándolas todas de distintos tamaños.

GREEN EYES | D.M Donde viven las historias. Descúbrelo ahora