Capítulo 2

4.3K 443 61
                                    

Han pasado varios minutos desde que Dean irrumpió en mi casa, no deja de mirar el lugar como si estuviera apreciando una antigua reliquia histórica, aunque con las pintas que tiene la casa no es para menos, tal parece que posee más de un siglo de antigüedad. Quizás sea yo la que esté exagerando y la casa solo necesite una buena restauración.

Luego de ponerme en pie tras mi vergonzosa caída me dirijo a la cocina del lugar con mi supuesto vecino siguiéndome los pasos. La cocina es el sitio más decente de toda la Villa, por lo menos podría preparar un té y descubrir porque demonios este hombre está en mi casa.

La cocina es bastante grande, sin embargo, al igual que el resto de la casa se encuentra deteriorada. La única particularidad es que posee una nevera moderna, tenía dos cocinas: un horno hecho de piedras y la segunda un fogón normal. Las llaves del fregadero eran de cobres y también parecían bastante antiguas, deben de ser la instalación original de la casa. La abro con un poco de miedo para llenar la tetera, en mi mente visualizo como de seguro me quedaré con el grifo en la mano y el agua saldrá a chorros por todo el lugar. No obstante, la fuerza del agua sale sin problemas y puedo llenar la tetera de agua para el té.

«Creo que me estoy volviendo un poco paranoica».

Pongo la tetera de metal al fuego y mientras espero que el agua se caliente me giro hacia mi invitado no esperado, quien por lo visto no se ha perdido tampoco mi payasada con el grifo de agua y luce divertido. Tengo que respirar profundamente para no chillar, no me gusta hacer el ridículo delante de desconocidos y con este hombre ya lo he hecho varias veces y por la manera en que me mira se nota que se está riendo internamente con todo ello.

—Entonces...—Intento que mi voz suene lo más seria posible—, Tú eres mi vecino. —Alzo la ceja curiosa—. No recuerdo haber visto ninguna casa en el camino hasta aquí.

Sé que mi tono de voz es acusatorio, pero no puedo evitarlo. Estoy en un país que no conozco, viviendo una casa que no es lo que yo esperaba y con un hombre que no he visto en mi vida...podría ser un asesino serial y yo ni por enterada. Por este estilo de cosas es que nunca se deben participar en rifas online de internet, ojalá lo hubiese recordado antes. Corrección, lo recordé, pero me importó una mierda.

El solo sonríe, aunque no puedo evitar pensar que hay un poco de sarcasmo en su sonrisa.

—Primero que nada. —Me observa y luego mira burlón a su alrededor—, Si quisiera robarle a alguien hubiese sido a una persona que su casa no pareciera que se va a derrumbar por la primera brisa de viento que aparezca, y segundo. —Su sonrisa se ensancha—. Soy lo más cercano que puedas tener a un vecino en todo este lugar, mi casa está a varios kilómetros de aquí, es por ello que la empresa inmobiliaria me pidió que te trajese las llaves, aunque nadie imagino que terminarías entrando por la ventana.

No puedo evitar hacer una mueca molesta por su certera lógica.

—Nadie me dijo que vendría un desconocido a traerme las llaves. —Desvió la mirada—. Pensé que serían los de la inmobiliaria.

—De nada. —Vuelve a haber sarcasmo en su voz.

«¡Joder! ¡Qué tío más molesto!».

Dean saca algo pequeño de uno de los bolsillos de sus vaqueros y me lo arroja. Sin ver bien de que se trata lo atrapo entre mis manos, solo después de ello noto que son varios juegos de llaves de color plateadas.

—¿Por qué hay tantas? —pregunto curiosa, el solo se encoje de hombros.

—Una es de la puesta de entrada y otra es de una vieja camioneta que te ha dejado la inmobiliaria, la ciudad está un poco lejos por lo que no se puede ir a pie, esa vieja cafetera te servirá. —Intento obviar el hecho de que ha llamado cafetera a mí, por lo visto, nueva camioneta—. El resto de llaves tendrás que ir averiguando tú, imagino que esta vieja casona tiene muchas puertas.

Solo asiento ante su explicación, cuando estuve investigando el lugar antes de que el llegara si me percaté que había muchas puertas y habitaciones, la gran mayoría con cerrojos. Dejo las llaves sobre la meseta y vuelvo mi atención a Dean.

—¿Hay alguna tienda cerca? Necesito comprar algunas cosas.

Por lo menos lo necesario para comer hasta que pudiese buscar un vuelo de regreso a los Estados Unidos.

Dean solo vuelve a alzar la ceja divertido y antes de que responda ya me percaté de mi error: Ya no estoy en Los Ángeles, no hay supermercados en cada esquina.

—Si claro hay muchos supermercados por aquí, incluso creo que en el jardín tienes uno.

—¿Eres así de capullo siempre o solo es como me das la bienvenida? —No puedo evitar preguntarle, estoy comenzando a perder los nervios.

—Solo por darte la bienvenida, hay que ser cortés con los recién llegados.

Su sonrisa es de oreja a oreja y un raro impulso de arrojarle la tetera llena de agua hirviendo se apodera de mí. A esto yo le llamo comenzar con un muy mal pie y lo peor es que el idiota parece divertirse. Y yo pensando que mi mala suerte no podía empeorar ¡Vaya broma! Creo que le voy a declarar mi odio al género masculino, demasiados dolores de cabeza a causa de los hombres en menos de un mes.

Por suerte Dean se levanta de su silla dispuesto a marcharse, ni siquiera le pregunto si desea tomar un poco de té conmigo, no me apetece su compañía ahora. Todo lo contrario, le acompaño a la puerta feliz de que por fin se marche, sin embargo, después de todo me hizo un favor al traerme las llaves, debo ser educada.

—Gracias por todo. —Le digo cuando ya está abriendo la puerta para irse.

Dean, por última vez antes de marcharse, se gira nuevamente hacia a mí y me dedica una mirada de pies a cabeza, como si me estuviera examinando.

—Si necesitas algún tipo de ayuda puedes llamarme. —Luego vuelve a observar la casa—. Parece que vas a necesitar toda la ayuda posible.

—Gracias, pero pienso marcharme pronto, mañana mismo voy a la ciudad a reservar un boleto de avión.

Dean asiente.

—En ese caso. —Da media vuelta y camina—. Fue un gusto conocerte pandita.

Salgo para responderle, pero ni chance me da. Ya Dean está montado en su propia camioneta emprendiendo la marcha sabe dios a donde. Cuando ya se ha marchado yo aún me mantengo observando la carretera como si fuese idiota sin poder creerme del todo lo que escucharon mis oídos.

«¿Me ha llamado panda?».

¡Oh la la con el Highlander!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora