Capítulo 25

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Las semanas han pasado y debo admitir que cada día es mejor que el anterior. Dean provoca que los problemas no tengan importancia, que las tareas molestas se vuelvan divertidas y que mis deseos de regresar a Los Ángeles vayan desapareciendo poco a poco. La verdad es que no estaba segura de si debía aceptar lo que estoy sintiendo, pero no puedo ocultarlo mucho, incluso desde antes que nos acostáramos, las emociones ya estaban ahí, tan solo era tener el valor suficiente para aceptarlas. Y, aunque aún no me siento con el valor de decírselo a Dean a la cara, no quiero negármelo a mí misma; Dean me gusta y quiero estar con él.

¿Peleamos? Casi siempre; ¿Somos orgullosos? Hasta por gusto; ¿Tercos? A morir, pero ni siquiera en las discusiones dejamos de sonreírnos el uno al otro. Vuelvo a adquirir confianza en mí misma y vuelvo a sentirme importante para alguien; no quiero perder esto. Paul puede besarme el culo, todo lo que hizo puede besarme el culo porque estoy cansada de vivir a su sombra; incluso aunque ya no estoy con él viví muchos meses a la sombra de lo que me hizo y no estoy dispuesta a continuar de esa manera; yo también merezco mi oportunidad en la vida.

No digo que lo haya olvidado todo; ¡No!, eso es un proceso, sin embargo, ya he dado los primeros pasos para iniciarlo.
Otra noticia buena es que Mystic House ya ha sido prácticamente reparada, por lo menos los daños más equivalentes han sido arreglados. El resto de cosas van poco a poco en la decoración, aunque si soy sincera yo dejaría el estilo antiguo tal y como está, le da un toque propio al viejo caserón, sin embargo, eso no significa que no haya puesto toques de modernidad como televisores y esas cosas. Claro, la decisión de agregar más detalles será de los compradores cuando ponga la casa en el mercado.

Lo que más me duele es que no he encontrado las páginas restantes del diario de Lilian, tampoco sé lo que suceda con su retrato una vez que la casa se venda, quizás pueda llevarlo conmigo, pero como dije anteriormente, el futuro es incierto para mí. No sé qué hacer yo menos sé que haré con un cuadro.

Por el momento, solo quiero vivir el ahora, ya tendré tiempo para preocuparme por el mañana. Es por eso que me encuentro en la cafetería de Sarah esperando que llegue Dean para regresar juntos a su casa. Digamos que sin darme cuenta me he pasado los últimos días más tiempo que en su casa que en la mía. He conocido todos los rincones y de formas que con solo pensarlas mis mejillas se sonrojan y se calientan como el infierno. Por dejar de conocer incluso ahora conozco como es estar acostados en sus escaleras y no exactamente porque me caí en ellas.

—¿Estás viviendo con él? —pregunta Sarah curiosa, mi historia con Dean se ha vuelto parte de su diversión diaria.

—¿Qué te hace pensar eso?

—Nathan me contó que te has quedado en su casa.

—Nathan es un metiche. —Me burlo sin llegar a estar molesta—. No deberías hacerle caso.

—Y tú no deberías de esquivar todas mis preguntas. —Dejo los ojos en blanco—. Te sirvo un plato de churros con chocolate gratis si me cuentas.

—¡Eres una mujer mala! Juagas con mi sentimiento, sabes que no puedo resistirme a nada que lleve chocolate.

—¿Entonces aceptas el trato?

Con un puchero fingido asiento. La verdad es que deseo contarle, uno de los motivos por los que vine a verla fue eso. Necesito alguien con quien desahogarme y, aunque he hablado con Melody en innumerables ocasiones, no es lo mismo un teléfono a una conversación cara a cara. Sarah sirve el plato de dulces frente a mí y me observa a la espera de que hable. No estoy muy segura de por dónde comenzar.

—No estoy viviendo con él—confieso—. Pero sí paso la mayor parte del tiempo a su lado, ya sea a su casa o en la mía—suspiro—. Es todo tan complicado Sarah.

Mi amiga pone su mano sobre la mía para darme ánimos a continuar.

—No planee nada de esto, jamás imaginé que esto pasaría y ahora…no estoy segura de que decirle.

—Annie cariño. —Me sonríe con suavidad—. ¿Es complicado o eres tú quien quiere verlo complicado?
—No lo sé.

—Las mejores cosas de la vida son las que no suelen planearse ¿por qué te complicas?

Observo mi plato meditando las palabras de Sarah y, a pesar de que no quiero admitirlo, la respuesta viene por sí sola.

—Tengo miedo. Yo fui dependiente a una persona, dejé que mis emociones nublaran mi juicio, permití que dañasen mi autoestima y salí lastimada. —Vuelvo a observar los ojos cafés de Sarah—. No quiero volver a ser esa mujer.

No lo deseo, me permití a mí misma que mi estado de ánimo dependiese de una persona que solo por sentirse mejor a él mismo me hizo menos a mí. Odio en lo que me convertí por mucho tiempo. Odio el recuerdo de haberme quedado dormida en mi cama con lágrimas en los ojos noche tras noche. Intenté sacar una relación a flote por mí sola cuando debíamos ser dos en ese proceso y, aunque me pese, ya eso dejó una huella, el miedo a equivocarme estará presente en mi durante mucho tiempo. Esto es lo que soy, es lo que me he vuelto; una persona insegura y ahora que vuelvo a pensar con la cabeza clara no quiero caer de nuevo en ese bache.

—Annie. —La voz de Sarah sale con suavidad—. No creo que vuelvas a ser esa mujer, viniste a Escocia, has reparado Mystic House, le planteaste cara a un Highlanther engreído y le hiciste rogarte. No creo que seas débil, todo lo contrario, eres valiente y te debes a ti misma tener la oportunidad de ser feliz. Dean tampoco lo pasó bien cuando vino de Italia, pero desde que tu llegaste se le ve siempre con una sonrisa, se le ve divertido, es como si ese brillo de vida hubiese vuelto a sus ojos ¿Acaso no te ha pasado también a ti? No pienses en lo malo, así no comienzan las relaciones.

—¿Relación? —Abro mis ojos de par en par y siento mis mejillas enrojecer.

—No es eso lo que quieres con Dean.

Me mantengo en silencio y doy vueltas a la idea en mi mente, repaso los acontecimientos de todo el tiempo que he vivido en Escocia junto a la Bestia Parda. Una sonrisa involuntaria escapa de mis labios.

—Necesito ir a ver a Dean. —Señalo el plato de churros—. Guárdalo para la próxima.

Sarah se ve más animada.

—Me cuentas luego.

Tomo mi bolso y salgo de la tienda rápido. Dean me pidió que le esperara en la cafetería, pero prefiero ir a verle y hablar en algún lugar privado. Me agrada Sarah, pero sé que estará pendiente a cada una de mis palabras con Dean; lo mismo pasaría en la ferretería con Momo. Para mi suerte, cuando salgo a la calle y alzo la cabeza Dean viene saliendo de la tienda y camina en dirección a mí. Apuro el paso y llego a su lado, me pongo en puntillas y dejo un pequeño beso en las comisuras de sus labios. Necesito aclarar todo de una vez por todas.

—¿Sucede algo Pandita?

Dean fija su intensa mirada sobre mí, siento todo mi cuerpo temblar y las palabras se traban en mis labios.

—Necesito hablar contigo —Trago en seco, la mirada del Highlanther se muestra esperanzadora sobre mi rostro, como si ya pudiese adivinar lo que intento decirle—. Dean yo…

—¡Annie!

Una voz masculina a mis espaldas provoca que todo mi cuerpo se tense y una ola de repulsión llene mis entrañas. Me quedo helada y de repente todo el valor que adquirí hace segundos atrás desaparece. Dean observa a la persona que me ha llamado, pero yo aún no me doy la vuelta, aunque tampoco es necesario, le reconocí en el mismo momento en que pronunció mi nombre.

—¿Annie? ¿Eres tú guapa?

Poco a poco me giro para encarar a un hombre de cabellos rubios y dorados como el sol, la piel blanca porcelana y los ojos verdes como un profundo mar. Trago en seco e intento que las palabras salgan de mi rostro. Si no fuese por las manos de Dean sosteniendo mi cintura lo más probable es que hubiese caído al suelo. Esto es malo, el no debería estar aquí. Mis labios tartamudean, pero, finalmente, logro encontrar las palabras atoradas en mi garganta.

—¿Paul?

El hombre frente a mí sonríe.

—Te extrañe muñeca.

La sorpresa pasó y la confusión me inundó. ¿Qué carajos hace Paul aquí?

¡Oh la la con el Highlander!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora