Capítulo 9

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El retorno al viejo caserón embrujado es tranquilo y silencioso. Ambos nos mantenemos callados, cada uno sumergido en sus propios pensamientos; yo, por mi parte, luego de haber superado la vergüenza ver el torso de Dean desnudo, no puedo evitar rememorar en mi cabeza las imágenes que se hallaban en los marcos de fotos de la cocina de la Bestia Parda.

Giro la vista hacia Dean con disimulo, sus ojos se mantienen fijos en la carretera, pero su postura permanece relajada. Es obvio que me vio observando las fotografías, sin embargo, actúa como si no le importara, ni siquiera ha hecho mención de ello. Sé que estoy dándole más vueltas de la necesaria al asunto, su vida privada no es algo que me incumba; sin embargo, no puedo evitar sentir curiosidad de que una persona que se hace pasar por ermitaña tenga fotos tan familiares y amorosas. Aunque eso no sería extraño si Dean no se hubiese mostrado incómodo por el tema familia la primera vez que fui a su casa.

Por un instante las palabras que me ofreció Dean en la cafetería para animarme llegan a mi mente: «...Sé lo difícil que es acostumbrarse a un lugar nuevo Annie, comenzar una vida desde cero, o por lo menos intentarlo...». Por lo visto no soy la única que dejó algunas cosas atrás.

Tanta reflexión sobre el tema me hace preguntarme donde está su familia, quizás les pasó algo malo o vivieran lejos, si se llevaran mal no tendría fotos tan amorosas en su cocina. Suspiro intentando alejar todas esas ideas de mi cabeza, no debo preocuparme por ello, después de todo cada uno tiene su propio pasado que desea guardarse para uno mismo.

«No soy quien para preocuparme por ello».

Suspiro para dejar de pensar en ello y me concentro más bien en todas las reparaciones que me quedan por hacer, aunque para el punto que voy es más sencillo enumerar lo que no es necesario cambiar en la casa. Lo que queda de camino voy confeccionando una lista mental de los cambios más urgentes y necesario, hoy arreglaría la puerta principal y algunos cerrojos así que eso mejor no anotarlo en la lista. Para las ventanas sí será necesario esperar ir a la ciudad y comprar algunos nuevos cristales. También hay que terminar de pintar algunas paredes y reparar otras que se están cayendo. Quiero que el lugar quede lo más moderno posible para evitar futuros problemas así que lo más probable es que, quizás, realice una demolición de las antiguas chimeneas o el horno de piedra de la cocina.

Tantas cosas por hacer provocan que un repentino dolor de cabeza se comience a formar en el centro de mi frente y antes de darme cuenta un estornudo escapa de mis labios.

«¡Genial!». Por lo visto la lluvia del otro día, el polvo de la casa y las bajas temperaturas inician a hacer estragos en mí.

—¿Estás bien? —escucho la voz de Dean a mi lado y de manera inconsciente solo asiento con la cabeza.

Mentalmente quiero golpearme al recordar que él no me observa, pero cuando vuelvo a mirarle toda su atención está depositada en mí. Había bajado la velocidad del coche para poder mirarme.

—Todo bien, no te preocupes. —Le resto importancia al asunto—. Debe ser solo un leve resfriado. Aun no me adapto al clima de Escocia.

Y una clara prueba de ello es que yo iba con un abrigo cerrado casi hasta el cuello y unos pantalones mientras que Dean apenas vestía unos sencillos vaqueros y un pullover común y corriente.

A pesar de mis palabras desinteresadas el Highlander no deja de observarme un poco preocupado.

—¿Estás segura? Tus mejillas se ven un poco rojas.

—Estoy segura, no pasa nada. —Como si mi propio cuerpo quisiera hacerme quedar en ridículo vuelvo a estornudar y cubro mi rostro con las palmas de mis manos—. Se me pasará cuando llegué a casa y beba algo caliente.

¡Oh la la con el Highlander!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora