—Te he dicho que se derrumba y punto.
—Pues yo digo que no, se queda como está.
Dean y yo nos encontrábamos en el despacho ubicado en la planta baja de Mystic House. Ha pasado una semana y media desde que me recuperé de la gripe; debo admitir que los cuidados de Sarah y Dean ayudaron mucho en esta faceta. No sé qué hubiese sido de mi de no ser por los medicamentos que me trajo la chica y como Dean siempre venía con nueva leña para encender la chimenea. Gracias a ambos mi gripe se fue en uno o dos días y luego de un período muy corto de reposo decidí que era tiempo de comenzar el trabajo.
Terminamos de reparar las cerraduras de las puertas pendientes y cambiamos los vidrios de las ventanas por los nuevos cristales que compró Dean mientras yo estaba en cama. Nos estábamos dividiendo bastante bien el trabajo dado que la Bestia Parda se ha dedicado mayormente a tareas relacionadas con el bricolaje a la par que yo a los temas de limpieza y pintura de algunas zonas de la casa.
En el poco tiempo que llevábamos ya habíamos destrabado todas las ventanas clausuradas y reparado, además, los marcos de la entrada. Hay que admitir que una vez quitada la suciedad y arreglados los ventanales la casona no parecía tener tan mal aspecto como se pensaba al inicio. Sin embargo, decir que todo ha sido color de rosa sería una mentira muy gorda, toda una estafa. La verdad es que, luego de nuestro momento de confesiones mientras me hallaba enferma, Dean y yo no hemos parado de discutir respecto al trabajo en la casa. Incluso por las cosas más tontas discutimos: Si yo digo que es mejor iniciar por una habitación él dice que por otra, si yo digo que hay que cambiar los tablones del suelo él dice que solo hay que limpiarlos, si yo digo que es martes él dice que es miércoles ¡Joder con Dean Campbell! Apuesto que hasta diría que al agua del grifo es morada solo para llevar la contraria.
Incluso ahora estamos peleando por ver si derrumbamos o no la antigua chimenea del despacho.
—Es vieja, está destruida —alego—. Podemos sellarla y ganaríamos muchísimo más espacio en la habitación, no habría que preocuparse ni por el humo ni por el hollín.
—¿Y qué harás en los días fríos? Te recuerdo que una chimenea como esa te ayudó bastante hace una semana.
—Pues para algo existen los sistemas de calefacción, acordábamos que vamos a instalar uno.
—Que pongas una calefacción no significa que tengas que destruir esta maravilla. —Señala la antigua chimenea y yo suelto una risotada.
—¿Cómo me dices que eso es una antigua maravilla si se está cayendo?
—¿O sea que porque algo esté dañado ya tú lo consideras inservible?
—En este caso sí.
Si la discusión se mirase desde el exterior o la tuviesen otras dos personas se consideraría incluso divertida. Por una parte, estaba yo exteriorizando toda mi frustración, tención y enojo mientras que por otro lado Dean se mostraba calmado, pero sus labios apretados traslucían la contención que estaba teniendo.
«Apuesto lo que sea a que si pudiese estrangularme sin ir a la cárcel lo haría». Sonrío ante esta imagen mental, que es un poco loco porque supuestamente soy yo muriendo, pero, en fin, es divertido ver a un hombre tan contenido perder los nervios.
—Eres una maldita mula terca.
—Y tú un insufrible anticuado.
—A ver Pandita. —suspira—, Está chimenea es una construcción antigua de las que ya no se hacen, todo un espectáculo visual y relajante para las personas que puedan venir a este lugar. La gente que viene a Inverness lo que busca es antigüedad y cosas distintas a las que ven día a día en sus casas.
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¡Oh la la con el Highlander!
De TodoSi te gustan las historias de emociones fuertes, grandes locuras y con protagonistas decididos, con sus amoríos y desamoríos, sus ironías y mucho humor busquen una silla y prepárense para leer. Mi nombre es Annie Hoover y esto no ha hecho más que in...