Capítulo 31

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Estamos Mel y yo en la estación de ómnibus esperando a que llegue la hora en que el vehículo a Londres saldrá y luego ahí el avión directo a Los Ángeles. Ayudo a Mel a montar las maletas al compartimiento inferior del ómnibus para luego subir también algunas de las valijas de mano a los asientos de pasajero.

—¿Estás segura de lo que harás? —pregunta mi amiga preocupada, no deja de utilizar ese tono maternal desde ayer que negué a vender Mystic House y pasé el resto del día en el despacho observando el retrato de Lilian.

—Nunca he estado tan segura de algo en mi vida.

Mel solo asiento y sostiene mis manos. De verdad que es la mejor amiga con la que he podido contar desde que la conocí en Los Ángeles.

—Mientras seas feliz eso es lo que importa.

Me abrazo con fuerza a Mel; no digo que lo que acabo de elegir sea fácil, sé que costara, pero me alegra haber tomado esta decisión para mí y mi futuro.

—No me digan que ya iniciaron las lágrimas y recién vengo yo a despedirme. —La voz de Momo nos hace reír y nos abraza a ambas mientras que Nathan mete sus maletas grandes en el compartimiento del ómnibus, él también se va a Los Ángeles y trabajará junto a Mel y junto a mí en la nueva revista online que queremos crear, quizás de aquí a pocos años podamos hacer que la revista vea la luz en físico.

Guardo algunas cajas junto con el equipaje, son cosas que recogí de Mystic House y quiero que vayan a las nuevas oficinas que Mel adquirió en Los Ángeles como base para la revista. Me gusta este comienzo, las opciones parecen infinitas y por primera vez en mucho tiempo no me siento insegura o preocupada de mis propias decisiones o acciones.

—Les deseo buen viaje. —Momo se ve feliz, pero se nota que contiene algunas lágrimas en sus cristalinos ojos y no es para menos, su hijo se marcha a vivir lejos, eso nunca es fácil para ningún padre, pero sé que el hombre es feliz por Nathan.

Sarah también ha venido a despedirse, sin embargo, a ella si le cuesta un poco más contener las lágrimas y no deja de abrazarnos a todos. Incluso ha preparado bocadillos para el camino hasta Londres, cosa que Nathan acepta gustoso dado que según él siempre muere de hambre en los viajes de carretera.

Mel sube al ómnibus y más atrás subo yo para guardar las pertenencias de mano en los guarda bolsos que quedan sobre los asientos, mi amiga aún me observa preocupada como si tuviese miedo a que en menos de diez minutos yo vaya a cambiar de decisión, pero esto es algo que medite mucho y aunque el proceso vaya a ser difícil estoy preparada para afrontarlo. Casi termino de guardar todas las maletas cuando el chofer anuncia que arranca en cinco minutos. Muchos pasajeros comienzan a subir y ubicarse en sus asientos mientras que yo continúo ayudando a Mel y Nathan a guardar los bolsos, es en ese momento que la gruesa voz que ya reconozco incluso con los ojos cerrados llama a mis espaldas.

—¡Pandita!

Me giro dando casi un sobresalto para ver a un muy agitado Dean a mis espaldas como si hubiese llegado a la estación corriendo.

—No puedes irte hasta que no hablemos. —Se nota que le falta un poco el aire, sin embargo, la intensidad que veo en sus ojos azules me deja más muda de lo que está él.

—Dean…

—Tenemos que hablar, fui a Mystic House y estaba oscuro y llame, pero no contestaban el teléfono. —Luce un poco nervioso—. Y luego llamé a Nathan y me dijo que estaban en la estación que ya se marchaban y viro corriendo.

Le lanzo una mirada acusatoria a Nathan que solo sonríe y se encoje de hombros como si él fuese inocente de los cargos que se le acusan.

—No creo que sea el sitio indicado para hablar—respondo al ver como todos los ojos curiosos de los pasajeros se fijan en nosotros—. Además, el ómnibus ya va a partir.

—Perfecto.

Se acerca a mí a paso decidido y, como si ya se hubiese recuperado de su falta de aire, me carga como si fuese un costal de papas sobre su hombro dejándome de cintura para arriba colgando hacia sus pies.

—¡Dean!

Doy pataletas, pero el muy Neanthertal no me suelta y comienza a bajar del ómnibus a la par que todos los pasajeros aplauden y se asoman por la ventana como si esto fuese una novela de televisión; mis mejillas se mantienen rojas debido a la vergüenza que se acumula en mi cuerpo por semejante espectáculo. ¡Dios! ¡Yo mato a Nathan!
A pesar de que me retuerzo, araño y forcejeo Dean no me suelta en ningún momento.

—¡Eres una maldita Bestia!

—Soy tu Bestia Parda Pandita.

Por unos segundos todo parece como cuando nos conocimos, hay una pizca de decisión en su voz que ha estado ausente estos últimos días. La seguridad por la que siempre lo admiré está de regreso, Dean vuelve a comportarse como el maldito capullo que me encandiló en un pasado cercano. Por fin, cuando salimos de la guagua, me coloca en el suelo sin dejar de sostenerme por los brazos o apartarme demasiado de él.

—¿Se puede saber qué diablos estás haciendo?

—Si el Bus se va, pues adiós, pero de aquí tú no te mueves hasta que hablemos.

—Dean…

Quiero quejarme, pero el Highlander ni siquiera me permite terminar la frase.

—¡No quiero que te vayas! —Suelta sin más y yo me quedo helada, no sé qué es más perceptible en su voz, si la decisión o el dolor—. Sé que fui un bruto, que no me comporté bien, que soy bastante terco y obstinado, pero no quiero que te vayas; yo te necesito y no solo porque tema quedarme solo sino porque siento que puedo ser mejor a tu lado; dijiste que yo podría formas una familia, entonces sé tú mi familia. —Sus ojos se cristalizan y por un instante no encuentro mi propia voz—. Tenía miedo Annie, tenía miedo de perder lo que más he querido en mucho tiempo, llegaste arrojándote por unas escaleras y pusiste mi mundo de cabezas maldita sea, ni siquiera hay un instante en el que no deje de pensar en ti. Me diste esperanza y me ayudaste a enfrentar mi propio destino, tenías razón, tú no eres Clara y no quiero que lo seas porque me enamoré de ti por ser tú. Si no puedes aceptarme estaré a tu lado desde cero para volver a enamorarte y si te subes en el maldito avión a América te juro por Dios que yo también voy, yo…

Pero no le dejo que siga hablando, solo me acerco a sus labios y le beso con suavidad; es un beso tierno como los que he extrañado los últimos días. Noto la sorpresa estremecer todo el cuerpo de la Bestia Parda y eso me gusta.

—Highlander tonto. —Me separo poco a poco con una sonrisa en los labios—. Siempre tan impulsivo, ¿no podías esperar a que fuese a tu casa en una hora?

Parece confundido, parpadeando una y otra vez, puedo sentir la risa de Nathan a mis espaldas y Mel regañándolo.

—¿A mí casa? Pero, ¿no te vas?, ¿te ibas hoy?

Niego con suavidad sin dejar de acariciar su mejilla.

—No me voy, Nathan y Mel son los que se marchan, yo me quedo, contigo; amo este lugar y quiero iniciar de cero aquí, no más huir, quiero estar contigo sin que las palabras no dichas y la mala comunicación nos haga sufrir.

Dean por fin acaricia también mi rostro, sus manos tiemblan como si fuesen dos hojas de papel y me tocan como si tuviese miedo a que me fuese a desvanecer en el viento.

—¿No te vas?

—No.

—¿Y te quedarás conmigo?

—¿Quieres que me quede? —pregunto cada vez más cerca de su rostro.

—¡Cásate conmigo! —Su propuesta me roba una sonrisa y un latido del corazón.

—Pídemelo con el anillo y mientras tanto, continúa enamorándome.

Nuestros labios terminan cerrándose en un apasionante beso a medida que escuchamos los vitoreas de las personas a nuestro alrededor. Pudiese decir que es nuestro final feliz, pero la verdad es que es nuestro perfecto comienzo. El comienzo de una nueva aventura, el comienzo de una vida sin miedos…Por el momento solo sé algo, no quiero soltar las manos de mi Highlander porque sé que juntos podemos crear nuestro propio pedazo de Universo.

Fin.

¡Oh la la con el Highlander!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora