Dean #1

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Bajo del coche al llegar a casa y nada más poner un pie en la entrada el pequeño Duncan viene corriendo en mi dirección a recibirme. Recuerdo que adopté al animalito a mi regreso a Escocia como una vía para tener alguien con quien conversar y no parecer un loco de remate. Vivir solo en las Tierras Altas, medio ermitaño medio relacionándome con la ciudad, puede hacer que cualquier persona que no mantenga sus ideas bien claras pierda la cordura. Quizás fue por ello que acepté sin dudar cuando la inmobiliaria me pidió que arreglase las tuberías de Mystic House para la chica que se iba a mudar ahí, me daba curiosidad ver cómo sería la persona que se enfrentaría a ese nuevo desafío.

No voy a mentir, también estaba un poco molesto, por años pedí esas tierras y ofrecí dinero por ellas, pero nunca la quisieron vender. Ahora sin más la habían ofrecido en una rifa y se la ganó una señorita de Los Ángeles que lo más probable es que llorara si se rompiera una uña.

Entro a la casa y abro la nevera de la cocina por una cerveza fría, me siento en la terraza a observar los campos de cultivos mientras rememoro el primer día que vi a Annie. Desde que nos conocimos tuve la sensación que estaba viendo a un tierno Pandita, algunos aspectos en específico de su rostro me recordaron eso y, aunque encajaba en la apariencia de chica de ciudad que imaginé que sería, desde el primer momento su carácter me demostró lo contrario: Una divertida y alocada chica terca que no se rendiría tan fácil con el viejo caserón embrujado.

Sabía que si jugaba bien mis cartas podría lograr hacer negocios juntos, pero ella me rechazo y mientras intentaba convencerla me descubrí divirtiéndome en el proceso, más que convencerla terminaba siempre enojándola y, la verdad, es que no puedo evitar eso.

—Es una chica un poco rara ¿No lo crees Duncan? —Sonrío el tierno Husky de abundante pelaje gris y blanco que se acuesta a mi lado—, pero a ti te gusta. —Como si el animalito supiese de qué estoy hablando levanta la cabeza y suelta un aullido, vuelvo a reír—. Tienes mal gusto.

La verdad es que me tomó por sorpresa que Annie terminara aceptando mi trato, cuando la encontré en la carretera de noche bajo la lluvia la chica continuaba negada a creer en mí. Me sorprendió cuando poco después no puso prácticamente peros a la propuesta. Saber un poco más sobre ella ha provocado que me sienta muchísimo más confundido con muchas cosas, mientras estaba enfermas me confesó algunas cosas, aunque sin duda alguna la más impactante fue la del ex novio.

—Patán. —Mis labios se mueven antes de darme cuenta.

No puedo evitar pensar en que Annie me recuerda a mí hace unos años. Buscando un nuevo comienzo para iniciar de cero y en el proceso demostrar lo mucho que ella vale, sin embargo, a mi todo lo que ha sucedido me cambió mucho la perspectiva.

Me pongo en pie y camino a la cocina, para ser más específico al pequeño mueble lleno de fotos familiares. Tomo una en mi mano, la mía abrazada a una pelirroja de cabellos coros y una hermosa sonrisa, Clara. Paso mis dedos por el cristal sobre la imagen de la chica, tanto tiempo ya.

Vuelvo a la terraza para sentarme en una de las sillas, esta vez con la fotografía en la mano. Tan parece que han pasado siglos desde que fue tomada y la verdad es que no han transcurrido ni cinco años. Vuelvo a pensar en Annie, y decir que ahora mimo estaría casada y formando una familia con un hombre que la engañaba, que no la apreciaba y no la valoraba lo suficiente. No quiero imaginar lo que tuvo que sufrir al considerar ella misma estos puntos, se notaba en sus ojos el día que me lo contó, que ha sufrido...y que aún está sufriendo, aunque muestre fortaleza aun le duele.

Yo sé un poco de este tema.

No obstante, no sé si es por eso o por otro motivo, pero el hecho es que desde que me lo contó mis deseos de molestarla y sacarla de sus casillas han aumentado. Nunca me ha pasado esto y me perturba. Hoy mismo, las cosas que le dije mientras discutíamos por la tonta chimenea, mis empeños en irle a la contraría. Me he portado como un niño de quince años...y luego ahí la tuve entre mis brazos procurando que no terminara herida o en el suelo con la pared derrumbada.

Tan irónico que bajásemos a ese sótano y descubriéramos el cuadro de una de las hermanas, tan irónico que con la historia que tiene esa casa la chica del cuadro tuviese el mismo color de ojos y pelo que Annie...todo tan irónico, aunque Pandita no se dio cuenta de nada de ello.

Dejo la fotografía de Clara sobre la mesa y vuelvo a mirar a Duncan con una sonrisa en los labios.

—Tienes mal gusto colega.

¡Oh la la con el Highlander!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora