Capitulo II

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«Total la tenías que deshacer igual»

Rio para mis adentros, dándole la razón. El simple echo de no hacer mis labores, me provoca risa, ya que casi siempre las cumplo, pero poco después un sentimiento de culpabilidad me descompone por momentos. Aun duele y aunque no lo quiera reconocer, mi corazón esta roto, descompuesto.

Nada más tumbarme en la cama, un escalofrío recorrió mi espina dorsal, el calor de las sabanas recién lavadas, junto con su aroma a rosas provocaba en mi un gusto excepcional. Bostecé seguidas veces antes de caer en un sueño, tan profundo que incluso la plenitud de la oscuridad, mantenía pequeños destellos de luz.

Lo que parecía la música de mi dichoso aparato, no paraba de sonar una y otra vez. Maldecía, maldecía por dentro y por fuera, pidiendo a los Dioses que aquel sonido desagradable desapareciera de un vez, para que por fin pudiera retomar el sueño, pero para cuando lo pedí fue demasiado tarde, tenía una fila en ambos ojos que me permitía admirar la noche, obscura y tenebrosa.

Mi ventanal al descubierto provocó que con una rapidez descomunal me incorporara de golpe. Tenía cierto "respeto" a la oscuridad y todo lo que traía con ello. Por donde la luminiscencia de la luna se reflejaba en aquellos cristales trasparentes, entraba con calidez reflejándose en mis piernas.

—¿Cómo has entrado?— Eché mi cuerpo hacía atrás, tan detrás como pude, hasta que chocó mi espalda contra la pared.

—Por la puerta. ¿Por donde quieres que entre?— Empezó a caminar con solidez en dirección a mi. Veía como por cada paso caía su ropa.

Primero comenzó a desabrocharse los botones de la camisa, después con sutileza desabrochó el cinturón que yacía en su pantalón vaquero oscuro. Por último bajó su ropa interior.

Posó ambas manos en la colcha y gateó hasta tocar mi cuerpo. Yo estaba petrificada, no sabía que hacer, únicamente tiritaba sin razón alguna. Puede ser del miedo que tenía hacía Ian.

Tras estar unos largos minutos mirándonos a los ojos, me lance a sus labios, con pasión los mordí y los junté a los míos con ganas. Quitó mi blusa de seda bruscamente y bajó mis pantalones de pijama que tenía topos blancos y rojos.

Dejándome en ropa interior prosiguió dibujando distintas lineas en mi cuerpo, siluetas y letras que no comprendía. Trazó una fina recta con sus besos delicados. Mi piel al notar su contacto se impregnaba de excitación, el bello se me erizaba por cada roce o contacto procedente de su cuerpo.

* * * * *

—¡Anna, Annabella!¿Qué ha pasado aquí?— Agitaba mi cuerpo adormido y sin fuerzas.

Abrí mis dos huecos con gran dificultad, enganchados por las lagañas. Restregué mis largos dedos por mis dos ojos para conseguir visualizar la situación.

Nada más entreabrirlos, vi como mi madre todo histérica recogía todas las cosas que estaban en el suelo.

«Todo ha sido un sueño. Un sueño demasiado bonito como para ser real»

Demasiado perfecto.

—¡Dime que ha ocurrido!—Chillaba nerviosa.

—Nada mamá. Tuve una gran lucha con el armario.— Dije burlona.

—Con el armario, la cama, el zapatero...No acabaría nunca.— Resopló abatida, mientras posaba cada prenda en su lugar y recogía los zapatos.

—¿Que hora es?—Cuestioné pensativa.

ENCAJES DE PERFECCIÓN|EN EDICIÓN|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora