Capitulo VI

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Abrí los ojos, lentamente. Era todo tan blanco que parecía estar en el cielo, mientras un pitido constante retumbaba por toda la senda de mis oídos hasta llegar a la parte posterior de mi cerebro, al recibir aquel estridente sonido vibró e hizo que un grito involuntario saliera de mi ser.

A las pocas décimas divise como varias mujeres vinieron en mi busca, vestidas con batas blancas y aburridas, una de ellas me inyectó algo en el brazo, mientras otras tres me agarraban para que no me moviera. Un flujo invisible pero doloroso, corría por todo mi cuerpo, entrando por todas las partes visibles; órganos, tendones, arterías y venas, me quemaban. Al poco rato después, noté como la vista se me desenfocaba, el temblor había desaparecido para dar paso a un mareo continuo. Las pupilas se me dilataban casi ocupando gran parte de mi iris, los labios me castañeaban, y notaba como no podía mover ambas de mis extremidades, estaba despierta, pero no podía ni hablar ni articular. Intente por todos los medios posibles, intentar enviar ordenes a todo mi organismo, no sirviendo de nada, admití el echo de estar consciente sin movimiento. En mi memoria, aparecían dos hombres peleándose, mi brazo roto y mucha, mucha sangre.

Interviniendo en ellos, se manifestó otra mujer, está me recordaba a mi madre.

––¡Anna, Anna!––Escuché como si estuviera muy lejos de mi.––¡Por Dios Santo, hija!––De nuevo en la lejanía intente por todos mis medios rozarle la mano para que por lo menos sintiera que sigo hay, sin éxito.

Posó su cabeza en mi torso y por la humedad de mi ropa, sé que lloraba despavoridamente mientras al lado de mi mano izquierda sentía el arrugo de la sabana. Me maldecía una y otra vez, por no ser fuerte, por no tener el valor suficiente para contarle la verdad.

«A estas alturas, ya lo sabrá»

Mientras mi madre maldecía en voz alta, yo aún pegada a las desteñidas sabanas, sentía como los ojos se me cerraban lentamente, mientras un desenfoque en mi vista provocaba que me llorasen.

Las horas pasaban, hasta que en un momento dado, de un sobresalto desperté sudorosa, con un largo camisón blanco con distintas lineas desiguales por el. Observé mis extremidades divisando como distintos tubos trasparentes y cilíndricos traspasaban ambas muñecas, mi brazo roto ahora estaba rasgado por una peculiar cicatriz, lo bastante horrorosa como para asustarme. Moví mi cabeza en busca de alguien que me pudiera explicar que había pasado, como había llegado aquí y cuanto tiempo había pasado inconsciente.

De un momento a otro, entró por la puerta Cristal, que con un destello en su mirada, corrió hasta mi depositando a su vez un cálido y amoroso abrazo, con delicadeza posó sus carnosos labios en mi mejilla.

––Por fin te has despertado.–– Me agarró la mano sentándose en el sillón.–– Anna, explícame que ha ocurrido.–– Su mirada gacha y la tristeza en su rostro, me destrozaba por dentro.–– El chico que te trajo no me dio muchos detalles, prefirió que me los contases tú.

––¿El chico?¿Qué chico?––Por mi mente, pasó el rostro pixelado de un hombre, mientras pensativa observaba a la mujer que me trajo al mundo.

––Un hombre trajeado, rubio, alto... no sé hija, él te trajo aquí y se quedo varios días cuidando de ti, haciéndome el relevo el tiempo que yo iba a trabajar.

––¿Días?––Perpleja, anonadada quede con los ojos como platos.––¿Cuanto tiempo llevo aquí metida?

––Cariño,––suspira––llevas casi una semana aquí dentro.–– Inspira.–– Después de la operación del brazo...

––¿Operación?––Le interrumpí casi asustándola.––¿Qué operaciones he tenido?

––Por suerte hija, una, pero los médicos te han estado mirando a través de TAC'S y radiografías algunos rasguños en el cráneo.––Se apreta con ambos dedos las sienes, formando circunferencias.–– Pero gracias a Dios no tuviste nada.

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