Capítulo XV

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Era de noche y aunque no hacía frío, notaba mi cuerpo algo destemplado. Era como si algo se desvaneciese dentro de mi, y sin entender nada de nada seguí caminando por la acera.

En mi cabeza todo estaba revuelto, aun no asimilaba el echo de que Derek se hubiese atrevido a besarme. Recordé la primera vez que me aprisionó contra el escritorio de Nathan. El bello, inmediatamente se me erizó de golpe. Suspiré. Estaba cansada, agotada después de un duro día de trabajo y para colmo mi yo interior aún no estaba preparado para volver a casa. Exhausta, observé como un coche a toda velocidad pasaba justo por mi lado izquierdo, se paraba unos metros adelante y daba marcha atrás.

–¿Dónde te habías metido? Nada más salir del baño vi que no estabas y empecé a preocuparme mucho Anna. Salí escopeteada en tu busca, pensaba que te había ocurrido algo. Menos mal que te he encontrado.– La paranoica de Alice hiperventilaba. Si es que siempre hacía una montaña de un grano de arena.

–Perdona. Necesitaba tomar el aire, me ande a caminar y aquí estoy.– No estaba de muy buen humor.

–¡La próxima vez avisa! Casi me da un infarto.– Me abrió la puerta del copiloto, sin pensármelo me introduje en el auto. Ahora mismo solo necesitaba ir, cuanto más lejos, mejor.

–Te he visto tan ocupada con ese chico...

–¡No es excusa!–me interrumpió– ¿Pero qué te pensabas? ¿Qué te iba a dejar tirada por Alán?

Aquello me sorprendió. No me acordaba de lo verdadera que era Alice y de como mantenía su amistad hacía mi. Me subió el animo.

–Anda, ahora me dirás que ese camarero no te gusta y que es un capullo.– Le di un codazo de esos amistosos y la vi sonrojada.–¡Ay Alice! ¿A quien quieres engañar?

–¡Calla!

Me metí un mechón revoltoso detrás de la oreja y me acomodé al asiento. No tardé mucho en bostezar.

–Si quieres, puedes quedarte esta noche en mi casa.–Me informó bajando el volumen de la radio.–Tengo una habitación libre y algo de compañía se agradecería.

–No quiero molestar.

–No molestas. ¡Tenemos que contarnos muchísimas cosas! ¡Hace tanto que no nos vemos!– Su entusiasmo se transmitía. Aquella energía era muy bienvenida.

–Está bien. Ahora, fija la mirada de nuevo en la carretera. No quiero morir hoy.

La oí reír y reí yo también. Aunque aún en mi cabeza todo estaba descolocado, un poco de tranquilidad me vendría bien.

Condució en silencio conforme me dignaba a mirar por la ventana toda la ciudad. Perdí la noción del tiempo en observar las luces de los otros coches, la gente caminar y la luminiscencias de las farolas. Cuando quise darme cuenta, Alice ya había aparcado en un lujoso apartamento lleno de luces doradas y de una entrada abierta y fabulosa. Me hizo bajar casi a rastras, para poco después introducirnos en el edificio.

Tras saludar al portero y coger el ascensor, subimos hasta el cuarto piso. Bajamos del elevador, abrió la puerta de su piso y quedé boquiabierta. Era un lugar muy acogedor, de colores pálidos. Muy moderno. Siguiéndola hasta la cocina, vi como abría la nevera y sacaba dos Coca Colas frescas.

–Toma, esta es para ti. Creo que te vendrá de lujo.

–Me has quitado el pensamiento de la cabeza.

Una vez abiertas, nos las tomamos mientras hablábamos de todo un poco. Ella seguía preguntándome por Ian, mientras yo seguía evadiendo ese tema, sacándolo de mi mente. Al ver que no respondía a ninguna de sus respuestas dio por echo que algo malo había ocurrido, así que decidió no interrogarme más.

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